Disco Inmortal: Iron Maiden – Seventh Son of a Seventh Son (1988)
EMI Records, 1988
En 1988 el auge de MTV y los videos musicales fueron la llave de entrada para muchas bandas que querían ofrecer nuevas propuestas de todo tipo. Mientras tanto, las históricas, las que llevaban una década tocando y creando ritmos de primer nivel, también eran invitadas a esta fiesta organizada por nuevos integrantes de esta nueva escena musical mundial, que exigía ser mucho más visuales y parafernálicos.
Para esa época, Iron Maiden ya era un gigante en la escena del rock, a pesar de haber tenido que superar escollos en este camino. Ya en su álbum de 1986 “Somewhere in Time” habían introducido los sintetizadores, lo que supuso un cambio paradigmático en la propuesta de una banda metal, seguida y adorada, pero que abría puertas para la creación de otros estilos sin salirse completamente de la era heavy. Y siguiendo esa ruta, en 1988 sale a la luz “Seventh Son of a Seventh Son”, disco que culminaría una etapa de bastante experimentación, liberación de lo netamente heavy del género y que conseguiría acercarlos a un público nuevo, a la tan anhelada renovación de fans.
La perfección de este “Séptimo Hijo” radica en la equilibrada combinación de “historia” de Maiden, con la creatividad acentuada en algo más progresivo, que miraba hacia el público que sería joven en los ’90.
“Seventh Son…” es un concepto en sí mismo porque hay un total hilo conductor en las letras; hay una narrativa muy bien plantada que hace que las letras funcionen como una historia, pero que también tengan reconocimiento individualmente. La producción es mucho más suave de lo acostumbrado en Maiden, hay sintetizadores nuevamente, algo de teclados incluso, y largos instrumentales. “Moonchild” parte con suaves acordes que de pronto te meten en la fuerza de esas gloriosas guitarras, acompañadas esta vez de los teclados. El estribillo es una creación perfecta, la garganta de Bruce alcanza un nivel épico y las risas del final son un gran aporte.
“Infinite Dreams” es un protagonista del disco, quizás el mejor tema. Los solos y las melodías van y vienen acompañando a un Dickinson muy inspirado, demasiado power en su voz, emocionalidad pura, interpretación brillante para una poética letra; el tema es totalmente metal progresivo. “Can I Play With Madness” suena más comercial pero la letra es un excelente relato. “The Evil That Men Do” tiene un preludio muy emotivo cuando irrumpe el sello de Maiden: esa cabalgata de guitarras llenas de power y rock clásico; los riffs y las guitarras están vivos a cada instante, y el estribillo puede ser uno de los mejores dentro de la discografía de la Doncella, con una fuerza sobrecogedora, que te abruma realmente con su melodía pegadiza.
“Seventh Son of a Seventh Son” demuestra la ambición en proponer una composición distinta, llena de capas, de matices. Hay una composición compleja, la percusión muestra un gran trabajo colaborativo, a nivel de coros éstos se alargan exigiendo al máximo al vocalista, el que luego pasa a una especie de recitado suave que decanta en uno de los momentos más rescatables del disco; el volver de golpe a esa carrera de guitarras, todas virtuosas, con solos potentes que nos llevan a un buen momento instrumental, lleno de armonía y rock. “Y aquí no ha pasado nada” dice el tema, ¡cómo qué no! Si después de esto tenemos que pellizcarnos para despertar y seguir atentos. “The Prophecy” es bastante distinta, es dinámica, y presenta una acústica que te hipnotiza, pero en la suma y resta es uno de los temas que menos recuerdas. “The Clairvoyant” es una canción muy loca, con una fuerza notoria en el estribillo. “Only the Good Die Young” suena nostálgica, elegante, con protagonismo del bajo de Steve luego del genial solo anterior al suyo, sin embargo, es extraño que hayan decidido cerrar un disco metal con un tema tan melódico (apegado a lo comercial incluso).
Luego del recorrido junto a este Séptimo Hijo quedamos con una sensación de genialidad. En el balance final el álbum fue súper influyente para muchas bandas que quisieron seguir recreando la fuerza del metal, pero también adhiriendo a nuevas corrientes que serían dueñas de los ’90, principalmente. “Seventh Son of a Seventh Son” tiene atmósfera pero una producción demasiado suave para una banda legendaria dentro del metal, y quizás se comprende el por qué sería su último álbum de esta etapa más experimental, para que de ahí en más sólo quisieran volver a su esencia. Un alto en el camino de calidad, que con los años ha sido desmenuzado y analizado bajo la lupa de quienes no gustan de la “traición” al metal. Un Séptimo Hijo que como propuesta progresiva es perfecto, tomando en cuenta los cambios notorios que viviría el rock en los años venideros.