Disco Inmortal: Joy Division – Unknown Pleasures (1979)
Factory Records, 1979
“En Factory no nos han puesto límites, ni en la música ni en la cubierta”. Lo anterior, en palabras de Ian Curtis, puede ser un resumen perfecto de la “independencia” que tuvo Joy Division a la hora de realizar su primer trabajo de estudio. Sin embargo, tuvieron algunos reparos en cuanto al sonido que fecundaron en la obra producida por Martin Hannett.
Los ingleses optaron por una pequeña discográfica para diseñar su maquinaria que los lanzaría a la fama antes que una de gran renombre. El bagaje adquirido en la escena underground de Inglaterra, les sirvió para realizar el EP titulado Factory Sample, donde se dieron a conocer un poco más, sorprendiendo a la escena que ignoraba los sonidos independientes de aquellos años, que no aceptaban mucho lo que no fuese punk. Tony Wilson, dueño de Factory Records, financió el debut de JD, ya que estos experimentaban bastante seguido en sus salas de ensayo. Sin embargo, eso no fue todo, ya que Rob Gretton, quien asistía recurrentemente a los estudios de Wilson, se convirtió rápidamente en el representante artístico de la agrupación.
El camino, muy pavimentado, que tuvieron los oriundos de Salford, fue bien aprovechado, pues se demoraron tan solo una semana en grabarlo en los estudios Stockport’s Strawberry, algo muy parecido a lo que sucedió con el disco debut de una de las bandas preferidas de Ian: The Doors. Asimismo, hubo una persona que contribuyó bastante en poder plasmar la independencia de Joy Division en su primer trabajo, Martin Hannett. “El quinto Joy Division” como suele ser llamado por el circuito especializado, le dio el toque de genialidad al sonido que buscaba en las guitarras Peter Hook junto a Bernard Summer y en la batería, Stephen Morris.
Bernard Albrecht y Martin Hannett.
La primera vez que este fallido estudiante de química se topó con la banda, dijo de inmediato que este grupo era lo que siempre buscó en los sonidos que rondaban en su cabeza. “Terry Mason solía venir a las oficinas en busca de un PA, y me fui a verlos una noche en la que tocaban con Slaughter And The Dog en Salford Tech. Eran muy buenos. El PA se rompió, y Steve y Hook empezaron a tocar en la calle durante unos quince minutos. Una de las cosas que me llevaron a las cajas de ritmos fue la pésima calidad de los baterías, pero Steve era bueno; tenía un comienzo al rojo vivo. Eran diferentes al punk. Seguramente, me habría desanimado si los hubiera visto cuando se hacían llamar Warsaw, durante el período de ‘Leaders of Men’”, declaró Hannett.
La atmósfera, los efectos digitales, el alejamiento en la medida de lo posible en cuanto al sonido punk y la electrónica, fueron la esencia de este trabajo para crear un desconcertante álbum. Pero no todo fue sonido, ya que Curtis forjó desde sus experiencias las letras. “Shadowplay” es un collage de imágenes del ocaso de la ciudad de Manchester y con “She’s Lost Control” plasmó lo que fue la enfermedad que lo aquejó durante su vida, como la epilepsia. Si bien, en todas las canciones se les dan los créditos a los cuatro integrantes de la banda, era Curtis el cerebro por excelencia del lenguaje.
La vorágine de sonidos del LP es amplia. Se refleja esta simbiosis musical en la poderosa “Interzone” como en potente “Disorder”, que nos recuerda los inicios de los del Reino Unido. «A change of speed, a change of style / A change of scene, with no regrets / A chance to watch, admire the distance / Still occupied, though you forget» (Un cambio de velocidad, un cambio de estilo / un cambio de escena sin remordimientos / Una oportunidad para mirar, admirar la distancia / Aún ocupado, aunque te olvides»), se escucha en el inicio de uno de los himnos más sombrío de la banda como es “New Dawn Fades”, siendo casi una antítesis de lo que es la seductora “Remember Nothing”.
Cuando el álbum fue publicado en junio de 1979, los Joy Division se sintieron pasados a llevar por Martin Hannett, ya que no era lo que esperaban conseguir y lo que les había prometido Factory Records. Incluso, la portada tiene los créditos de los artistas C. Mathan y P. Saville, además de la banda a la cual le ofrecieron más de un millón de dólares para que su disco fuese publicado en Estados Unidos, respuesta que nunca llegó a Warner Bros.
A pesar de las múltiples quejas que la banda descargó, la crítica alabó el debut de los ingleses, confirmándolo como uno de los trabajos mejor realizados de fines de los 70. Los halagos fueron mayúsculos y bien argumentados en la mayoría por los expertos, agregando que fue elegido por un periodista como el disco perfecto para escucharlo antes de suicidarse. ¿Será tan así? Todo queda al criterio del público saber si estos placeres desconocidos te llevarán a eso.