Disco Inmortal: Korn (1994)
Immortal Records / Epic Records, 1994
Nuevos aires musicales en materia de metal veía nacer 1994. Ya el groove metal había desatado sus primeros cuernazos de furia con discos esenciales del estilo como «Meantime» de Helmet, «Vulgar Display of Power» de Pantera o «Chaos AD» de Sepultura, pero en Bakersfield, California, emanaba una movida que daría que hablar desde este año hasta por más de una década y hasta el día de hoy inclusive—pese a que como se dio en aquella gran época hoy en día está algo obsoleta—, dando pie y nacimiento a todo un estilo, tanto musical como estético y sumamente novedoso: el Nu Metal.
El debut de Korn es la placa madre de todo esto. Pese a que Rage Against the Machine, Anthrax y Faith No More ya habían dejado dicho que el rap y el metal se llevarían muy bien, todo eso -sumado a las bandas grooves mencionadas—Korn lo logró encapsular de una forma única, causando el delirio tanto de los metaleros más rudos—y hasta thrashers vieja escuela—como así los adeptos de los sonidos de las tornamesas, de las rimas a mil por hora y del rock alternativo con bases funk, que ya causaba estragos desde fines de los ochenta. El disco, considerado uno de los mejores debut de todos los tiempos, tiene, con los años, una solvencia única por la rica cruza de estilos que por otra parte también tenía esta cosa de agresividad y descarnado tormento en su lírica, también de alguna forma sentando una base sólida para lo que después se llamó emo. De esta cruza, Korn, seguramente sin quererlo, estaba inventando nuevas etiquetas y sonoridades marcando el futuro.
Si la propuesta iba a ser novedosa necesitaba nueva artillería musical para su concreción: guitarras de siete cuerdas, un audaz bajo condenado al slapping violento, una abundancia de pedales y un vozarrón desgarrado, frenético y hasta llorón si se quiere, pero siempre apasionado, y es así como lograban despertar la atención en una juventud a la que no sólo con estos sonidos nuevos lograban llenar un vacío, sino que a la postre los californianos llegaban a ser los voceros de una generación de almas atormentadas y amargura adolescente incomprendida, cantando con letras muy fuertes e impactantes sobre abusos, drogas y bullying («Faget», «Daddy», «Helmet in the Bush»), y de un estilo que marcaba tendencia a punta de polerones Adidas, pantalones anchos, dreadlocks y pelo gelatinado.
Ese brutal pero certero “Are You Ready!!” de la entrada lo decía todo: «Blind» es un himno del movimiento y clásico total de los ritmos devastadoramente saltones que impuso Jonathan Davis y compañía. «Estábamos tratando de sonar como si un DJ hubiera remezclado nuestras guitarras, ya sabes, cortándolas y rasgándolas» decía el histórico James «Munky» Shaffer por esos años. Davis, pese a todo lo gutural que solía ser, no fue un tipo muy metalero al menos en los años que comenzaba esta aventura; es más, el propio declararía que lo suyo en esa etapa eran cosas de Depeche Mode, The Cure y el post punk, pero que al mismo tiempo se encontraba altamente seducido por el industrial de Ministry, y la unión de las fuerzas fue lo que terminó siendo su ideal de tan magistral sonido, apoyado, claramente, por sus partners Munky, Head, Fieldy y David Silvera que aportaron con influencias variopintas y una actitud deslumbrante.
Pese a que Korn tenía clara la dirección hacía donde se dirigía, fue Ross Robinson quien instaría a sacar el máximo provecho de las ganas y el ímpetu de los californianos. El productor—que gracias a esta placa y otras más («Adrenaline», Deftones, «Roots», Sepultura, «Three Dollar Bill Y’All$ – Limp Bizkit) se encumbró como el artífice de todo este sonido—fue considerado por Davis como «Una madre enferma», donde elogió cómo sacó trote a la banda: «él sabía exactamente cómo presionar todos mis botones y meterse bajo mi piel. Tendríamos estas largas conversaciones y él sacaría estas piezas oscuras de mi historia que normalmente bloquearía de mi mente. Y se mantendría hasta que estuviera listo para romper con el fin de obtener el mejor rendimiento que podría. Y lo hizo con todos nosotros», además incluyendo monólogos y grabaciones de conversaciones entre ellos que aderezan esta genial placa noventera. El riff pesado—y ahí había un factor muy importante—, era un riff único, no sonaba ni death, ni doom, ni thrash, ni grunge, y cuando atacaba lo hacía de una forma demoledora: como la maravillosa «Predictable», la intempestiva «Divine» o también en «Ball Tongue», que fue perfecta en la unión de todo ese peso denso y revienta cráneos con el hip-hop, sonidos de gongs y gritos viscerales.
La inclusión (brillante, por cierto) de la gaita conjugada con canciones de cuna en «Shoots and Ladders» o la demencia de la poderosa «Clown» por lo demás trataban de recrear una especie de pasión siniestra como de películas de terror inspiradas o relacionadas con la niñez, la inocencia y los macabros miedos que nos acosaban en la infancia (desde esa portada de la sombra y la niña en el balancín a guiños a films como «It», «Children of the Corn» o «Nightmare on Elm Street» que pasaban por los cines de la época) e influencia clara en lo que hizo Slipknot después con sus máscaras y terrorífica estética en este ámbito.
Disco que brilló en una década de alta competencia, nuevas propuestas y mientras el grunge estaba en sus mejores años. Los clones se dejaron caer por montones en el desarrollo de la década, algunos muy buenos y que desarrollaron su propia identidad, pero a decir verdad, el sonido de este disco fue único y de frescura eterna. Más que mal, pese al paso del tiempo, tropiezos e intentos de reinvenciones sin mucho sabor en su discografía, nadie, pero nadie jamás les quitará nunca que fueron los creadores de todo un estilo.
Por Patricio Avendaño R.