Disco Inmortal: Megadeth – Rust in Peace (1990)
Capitol Records, 1990
El año 1990 fue muy fecundo para el metal, a pesar que sus tiempos de gloria iban en detrimento ante el auge del glam y la aparición del grunge. Pero Megadeth ya tenía una cosecha previa abundante para enfrentar estos nuevos días y lo iban a dejar claro en el disco con el que parten la década: “Rust in Peace”, verdadera leyenda del thrash norteamericano y que ya está en la historia junto con “Master of Puppets”, “State of Euphoria” y tantos más.
Con el gran Nick Menza en la batería, Ellefson al bajo, Mustaine en voz y guitarras, y Friedman en guitarra rítmica, la banda alcanzó un nivel de musicalidad y técnica pocas veces visto en el metal. Por primera vez, el proceso de producción fue cómodo y Mustaine parecía atento a las sugerencias de Mike Clink, productor del disco, así como a las peticiones de los demás músicos. La situación estaba dada para crear los compases de un disco que reivindicó la figura de Megadeth como un super ventas del metal, sin necesidad de suavizar su sonido.
El disco empieza fuerte con “Holy Wars… The Punishment Due” con un ritmo rápido de batería y un gran riff. Después del “Holy Wars…” de Mustaine y ese fragmento con guitarra acústica, viene el cambio de ritmo y predomina la parte vocal y las partes solistas de guitarra. Pero los últimos dos minutos se aceleran, dejando como protagonista al gran solo de guitarra de Mustaine. “Hangar 18” es otra muestra de la temática bélica que caracteriza a Megadeth. Esta canción se hizo muy popular, entró en la industria de los videojuegos siendo parte de Guitar Hero II y llamaba la atención de los fanáticos por ser una de las más difíciles de tocar, principalmente por su increíble duelo de guitarristas (Mustaine/Friedman). La canción empieza directa, con un ritmo simple de guitarra y batería que culmina en la parte vocal. Enseguida, entra el primero de los solos de Friedman marcando la pauta de la canción y señalando que su presencia en la banda era para darle un sello propio a ésta. En la parte final, en que se van intercalando los dos guitarristas, se nota quien toca porque Mustaine es el que se encarga de las partes más rápidas mientras que su compañero de las partes más técnicas. Vértigo y caos, genial complicidad. Un temazo en toda la palabra.
No perdemos potencia con “Take No Prisoners”; continúa el estilo y en pasajes nos recuerda mucho al “Peace Sells”. Es una canción en la que se lucen Ellefson y el querido Nick Menza, al ser los dos instrumentos que llevan el ritmo. Otra canción en la que Ellefson toma protagonismo durante los primeros minutos es “Five Magics”. En cuanto empieza, Mustaine acelera su voz y comienzan los solos de guitarra. Es una canción con muchos cambios de ritmo, todos diferentes y, según avanza el tema, pareciera que uno es mejor que el anterior. La canción acaba con un solo de Mustaine a su más puro estilo y la batería de Menza se oye magistral. Llegamos a la mitad del álbum con un giro. Hay menos locura y más protagonismo para el instrumento siempre olvidado: el bajo. En “Poison Was the Cure” se oyen acordes poco comunes en el thrash; empieza lenta, asoma el bajo y luego las guitarras, la voz y la batería. El tema se escucha muy power metal europeo y es interesante en su composición.
Así llegamos a la que, posiblemente, sea el track más complicado de la época de Friedman en Megadeth. “Lucretia” empieza con un punteo que se complica a medida que avanza la canción. Sin tener un ritmo rápido, pero tampoco lento, el nivel de musicalidad alcanzada es grande por parte de todos los integrantes. En esta canción es donde, otra vez, se nota el estilo de Friedman en la guitarra y nos sorprende lo que logra Mustaine en el solo; esta maestría convierte a este tema en una gran creación de la banda.
“Tornado of Souls” es otro golazo. Tanto así que Marty Friedman sigue tocándola en sus conciertos en solitario. Acá predominan los coros, más que en otros temas. El solo que empieza a mitad de canción, y que dura un minuto, le da el toque único al track; es una oda al virtuosismo, siendo reconocido en varias listas como uno de los mejores solos de la historia. “Dawn Patrol” es lo más lento del disco, pero es más bien esa típica canción que sirve para introducir la siguiente, la que suele ser de las mejores. Mustaine no canta como siempre, sino que utiliza una voz más grave y forzada, mientras es acompañado por el Menza y Ellefson. Y sin darnos cuenta, el viaje llega a su fin con “Rust in Peace… Polaris”, con mucha temática bélica en la letra. Aunque esta vez Mustaine opta por recitar, excepto en el estribillo, la letra igual es rápida y se forma una mezcla entre la forma de cantar y la pronunciación que se escucha desordenada. La intro es mágica y la da esa batería eterna de Menza, la que lleva todo el ritmo. En los dos últimos minutos queman sus cartuchos con el solo de guitarra y el ritmo que ya era marca en Megadeth.
Marty Friedman (guitarra rítmica, solista, ex-Cacophony y con una envidiable carrera) marcó a fuego el ritmo de la banda y la guitarra rítmica del metal en general. Sus riffs complejos, pero directos y vertiginosos, fueron el aporte más importante de este disco, aporte que explotaría a raudales con “Countdown to Extinction”.
“Rust in Peace” no tiene una producción grandiosa, más bien suena sucio, como muchos discos thrash. La portada, controvertida y polémica obra del ilustrador Ed Repka, presenta a los líderes del G5 de la época, en una reunión en el famoso Hangar 18. El disco convence porque la composición es depuradísima, con riffs potentes pero con secciones elaboradísimas, las que hicieron que la prensa de la época tachara el disco de progresivo. Pero esta creación hizo mucho más que marcar una época: encumbró a su baterista a la genialidad, elevó a Friedman a una técnica difícil de igualar, y le abrió las puertas a Mustaine para ser reconocido como un genial compositor junto con liberarse, de una vez, del mote de ser «el guitarrista que echaron de Metallica».