Disco Inmortal: Metallica – Kill ‘Em All (1983)
Megaforce, 1983
Lo que Metallica entregó en Kill ‘Em All fue muy talentoso, inédito, extremo y con una honestidad tan genuinamente punk, que en realidad creo que más que encontrarlo, robaron a su público. La mayor importancia de este disco creo que está en que logró cristalizar una sensibilidad que no poseía aun individuos que sintieran así el pulso del rock and roll para 1983. No existía la mezcla de elementos en carne y hueso sino hasta que la música de esta decena de canciones, invocando heterogéneas virtudes sintetizadas en un atractivo sonido, raptaba adeptos. La convicción absoluta en la revolucionaria ecuación de estructuras Heavy Metal que se debían mucho al progresivo movimiento de la NWOBHM, ejecutado a gran velocidad (para 1983 valga repetirlo), con el vértigo del Motörhead de la época, pero en cámara rápida, con la actitud energética y apasionada del headbanging/cabeceo thrasher sin ningún glamur, completaban este engendro en busca de almas. Esta sensibilidad antes parecía estar sólo en Metallica y unos cuántos pocos. Las circunstancias particulares que propiciaron y sufrieron esos pocos conversos, que gravitaron en la gestación de Kill ‘Em All, es una historia extraordinaria. Trataré de bombardear con información sobre qué, cuándo y dónde pasaron cosas (comprobables y cruzadas en varias fuentes) mientras se hacía posible el disco, comentando la música y sus alcances, que supongo ya tiene huella en quien lea un comentario sobre un disco de más de 30 años, además de datos duros del escenario musical de 1983, para razonar sobre el disco en 4 dimensiones, visualizando y ordenando con los datos que sean nuevos, la hazaña que hizo posible este disco inmortal.
“Ejecutivos de mierda; mátenlos a todos! Sólo mátenlos a todos!” reclamó a viva voz Cliff Burton (bajo eléctrico, 21 años), muy molesto ante lo que ocurría. Luego Lars Ulrich, (batería, con 19 años entonces), toma la última frase llena de indignación del bajista, proponiendo que ése sea el nuevo nombre del disco (Kill ‘Em All) como solución al problema que exponían John y Marsha Zazula, los autodidactas y nóveles productores del primer álbum de Metallica. 10 canciones ya grabadas y mezcladas, con recursos para copiar 15 mil unidades. Todo ha sido financiado hipotecando 2 veces la casa familiar, en donde viven con una hija infante. Costearon también los 4.664,46 kilómetros por tierra desde San Francisco a Nueva Jersey en U-Haul, una especie de furgovan de carga por sistema de renta, sin ningún plan muy específico, ofreciendo de seguro 12 fechas en la gran manzana bajo su cuidado. Los alojan y alimentan, además de soportar la parranda continua que vivían para entonces estos 4 muy jóvenes músicos (James Hetfield con 19 años guitarra/voz y Kirk Hammett guitarra solista de 20, completan). 2 meses después tenían esta conversación sobre cambiar el nombre del disco: ejecutivos de venta de Relativity, únicos aliados en Norteamérica con la voluntad de distribuir la música que tenían entre manos, les aseguran que no pueden lograr nada si al LP quieren llamarlo Metal Up Your Ass (Metal Por El Culo) junto a un arte de tapa que es la ya clásica taza de baño abierta con una mano saliendo y empuñando una daga. Este asunto de comprometerse o recibir la indiferencia de la industria sacaba de sus casillas a Cliff. En el proceso rebautizó el disco y algo tuvo que ver también con el martillo ensangrentado de la portada final. Sumando a Mark Whitaker, as de la producción en vivo y totalmente entregado desde el día uno al destino que fuera junto a Metallica, estos 7 personajes irían contra toda corriente a sacar un disco que devolvería una vez más, pero ahora en los 80, un filo salvaje al rock and roll. Siempre y cuando lograran ponerlo en estanterías, que incluirán las de Walmart al ceder el título y carátula. Porque insisto: era música que tomaría por asalto su lugar, no como una expectativa en el aire al fin satisfecha.
La música popular en términos puros de venta dentro de EE. UU. estaba en buena medida así: desde su debut en Noviembre de 1982, Thriller de Michael Jackson permaneció por 37 semanas consecutivas en el primer lugar del Billboard; cuando Metallica vivió todo el proceso de irse a grabar Kill ‘Em All al otro lado del país, entre Abril y Julio de 1983, se seguían vendiendo 1 millon de copias mensuales del aún sin dudas afroamericano Rey del Pop. La misma semana que Metallica comenzaba a grabar, el 16 de Mayo de aquel 83, Jackson otra vez, develaba al mundo por TV nacional abierta (NBC) el paso moonwalk, que dominaría la conversación norteamericana por semanas (y la chilena unos meses después si tiene memoria). Los números de rock más populares de Norteamérica ese año eran Def Leppard, Journey, REO Speedwagon y en menor medida Styx. En otro lado del espectro, Bowie golpearía duro con Let´s Dance, The Police con Sinchronicity, Madonna entraría al panorama. Se venían después Springsteen con Born In The USA y Prince con Purple Rain ya en 1984. Metallica en estos indicadores de tendencia contrasta inapelablemente a máxima intensidad. Es difícil de entender el arrojo de los Zazula. No creo que hayan pensado hacerse millonarios con la música de la banda (revolucionaria aunque objetivamente densa para el consumo masivo imperante), pero así y todo se endeudó hasta el último centavo por que saliera a las calles, convencidos de que era algo demasiado bueno, único… y tal vez… sólo tal vez, quizás… algo (grande) pase. Trajo buenos dividendos al matrimonio en poco tiempo, pero igual como apuesta para debutar en la producción musical, con sólo leer libros sobre representación de bandas como bagaje y con este huracán rockero alcoholizado apenas no adolescente, fue una jugada muy loca que muy pocas personas habrían hecho. John y Marsha Z. han comentado sobre la certeza que sentían de tener entre manos algo del futuro, la mejor respuesta a la vanguardia metalera europea, una evolución norteamericana del heavy metal sublime.
Detrás de tan especial percepción de las cosas hay obviamente singulares humanos. Johnny Z cumplía reclusión nocturna el mismo día en que Metallica arribó en su casa, debido a una condena por espionaje industrial. La conexión de costa a costa con la banda fue gracias al boliche de discos de los Zazula, la Rock and Roll Heaven, ubicado en un mercado persa de Nueva Jersey. Ahí llegaba siempre todo el registro pre Kill ‘Em All desde California, copiado y despachado sin descanso gracias a la determinación y conocimiento de Ulrich en estos frentes de la autogestión, tenaz para lograr que Metallica llegara a muchas partes del mundo continuamente, estrechando redes. Escuchando ávidamente cada nuevo cassette, John y Marsha Zazula fueron enamorándose de la música y, en el proceso, criaron con dedicación fanaticada de la banda en el público de la disquería. Ya en junio del 83 no dudaron en finalmente fundar Megaforce Records (nombre sugerido por Cliff también) para lanzar el disco, ya que no bastaba tener todo cubierto siquiera para lograr un trato de distribución. Vale mucho la pena oír la feroz evolución del cuarteto desde el primer registro de Hit The Lights para el compilado Metal Massacre 1 (con Lloyd Grant en primera guitarra), los sucesivos registros en vivo de 1982 hasta Mayo de 1983 (se pueden descargar varios gratis en muy buena calidad en el portal de descargas del sitio oficial de Metallica), las 4 o 5 veces que grabaron canciones para actualizar y expandir el demo No Life Till Leather, habiendo una sola de estudio con la alineación Burton/Mustaine. Si logras mentalmente situarte en la época, es como ver un OVNI en el cielo, una estrella que se mueve ajena a la voluntad cósmica, una irrupción que no parece seguir las reglas, cada vez más cerca, cada vez más clara. Esto (los demos) se puede escuchar por Youtube básicamente, atento a diferenciar al menos la cantidad de versiones por canción. Así, cada singular parte de esta historia fue ejerciendo su gravedad: por un lado el talento acompañado de cierta disciplina del grupo se apoderó por el otro de la voluntad y determinación infatigable de los Zazula de hacer posible un disco así en 1983.
El volumen e importancia de todos los instrumentos, la riqueza musical, rebeldía transparente, sin ninguna pretensión fuera de tocar las canciones con mucha energía: eso no existía en la calle todavía y le llamarían thrash una vez la alcanzara. En el thrash, el punk, el metal, el skateboard y el hardcore, 4 tribus muy llamativas visualmente, en una época militante con los estereotipos, empezaron a compartir juntos por primera vez el placer de la música en vivo gracias a conciertos de Metallica. Posteriormente a que Kill ‘Em All saliera a las calles y las infectara, Anthrax y Slayer ajustarían sus últimas tuercas para también entrar en la mira de este público (a poco andar, este sincretismo de minorías sería capitalizado brillantemente por Suicidal Tendencies o Nuclear Assault). Megadeth llegó después, pero hay ADN (y canciones) de Dave Mustaine en el corazón de esta visión musical. De hecho, la canción con todas las claves de la buena nueva me parece que es The Mechanix / The Four Horsemen. Las múlitples partes de esta canción (y de otras 3 también) las escribió en gran medida el colorín guitarrista despedido 3 semanas antes de grabar este disco y que tardaría 2 años para reaparecer con su talento realmente gigante, con una banda de jazz (Chris Poland y Gar Samuelson innegablemente) haciendo thrash, aportando a la música rock con gran intensidad y para placer de todos.
Pero es cronológicamente innegable. No hay Big Four sin Kill ‘Em All primero. Su valentía y agresividad, engalanada con la elocuente técnica de la mano con la uñeta en la guitarra rítmica, que ancló la sonoridad del estilo (staccato apañado, casi siempre descendente, muy veloz y de precisión métrica alienígena) cortesía de James Hetfield, vocalista por descarte hasta esta fase de la banda (faltaba sólo la gira posterior al disco para que cayeran en cuenta que tenían a uno de los mejores en realidad), trajo también importantes novedades en la lírica. A veces onírica, en la vieja tradición infernal judeocristiana (Jump In The fire, The Four Horsemen, Metal Militia), otras bélicas con acento estético en lo apocalíptico del campo de batalla (Phantom Lord en clave bárbara, No Remorse con guerras del siglo XX) o también simples llamados al desorden en sus conciertos (Hit The Lights, Whiplash, Motorbreath, Seek & Destroy). Sin alardes operáticos, escupido con furia, euforia y varios destemples, que hacía parecer historias de niños las épicas heavy metal que había en la escena más extrema del rock entonces.
Kirk Hammett como intérprete, tuvo la incómoda posición de aprenderse rápido los solos de Mustaine y cuando éstos sobrepasaran los 8 compases, variar. Oyendo los últimos No Life Til Leather, yo creo que hizo un gran trabajo, imprimiendo su halo melódico al frenesí técnico que enfrentaba y con muy buen gusto para las ocasiones en que se lanza solo, dejando ver amor por Hendrix, Ace Frehley, Uli Jon Roth, con intensidad fresca. Es de notar la anécdota de Paul Curcio, productor de las sesiones, trabajando varios días asumiendo que registraba pistas rítmicas para los solos de Hammett, que por alguna razón creía que era un hijo de Santana. La aclaración fracturó la relación con Johnny Zazula, pero el tiempo devoraba su dinero y no había tiempo para tener tacto ¿Y Cliff Burton? En el momento que se sumó a la banda (28 diciembre de 1982) todo empezó a tomar velocidad, las cosas empezaron a cuajar, las canciones a aumentar y mejorar, conversaciones serias sobre grabar un disco y partir a grabarlo en menos de 3 meses. Apoderándose siempre del equipo de sonido de donde estuvieran, expuso a sus nuevos compañeros a Peter Gabriel, REM, Yes, ZZ Top, Misfits, J. S. Bach, Lynyrd Skynyrd, Stanley Clarke, Velvet Underground, Rush, además de largas conversaciones sobre composición y teoría musical. Las líneas de bajo que en muy corto tiempo desarrolló para la grabación son impecables, usando el lenguaje en el perfecto medio camino entre técnica, identidad y propulsar la canción. Burton era el gran maestro dentro de la banda (liderada por el baterista y vocalista), con un solo que es una pista del disco (Anesthesia – Pulling Teeth, perfecto en la primera toma) y que entregó armas infinitas a Metallica para darle forma a la música popular de este planeta.
El nacimiento paralelo trasatlántico del Punk en los 70 (Sex Pistols en Londres / Ramones en Nueva York), para mí prueban que occidente esperaba un envase rockero de algo ya esculpido en el alma, por cinceles mucho más sociales que musicalmente geniales. El thrash fue un hijo único de influencias muy heterogéneas, oriundo de Los Angeles y San Francisco, en el estado de California, aunque el fundador es danés, trasladado luego a parir en Nueva York su primera obra, que engendró camadas de bandas instantáneamente de costa a costa en EE.UU. Esto, a su vez, para mí prueba que lo que sonaba en las cabezas de Mustaine, Hetfield, Ulrich y Burton era una genialidad musical íntima, ante la cual la humanidad se rindió al oírla. Más encima creo que dejó huérfano al estilo al poco rato, cuando empezaron a hacer música con mayor identidad, ajena a todo estilo, como respirando oxígeno propio. Eso ocurrió para 1984 sin lugar a dudas con Ride The Lightning. Eso es poco más de ocho meses después de lanzar Kill ‘Em All (25 Julio de 1983). Eso es muy interesante. Cómo pasaron de innovar fusionando actitudes y técnicas de distintas sensibilidades, dejando extática a su ahora propia congregación, a hacer discos con gran personalidad y profundidad en muy poco tiempo. Kill ‘Em All es una visión artística que marcó pauta justo antes de que la banda encontrara su propia voz. Con más canciones de Dave Mustaine también expresarían esa voz en 1984.
Kill ‘Em All fotografía a un grupo de músicos abriendo ruta gracias a la potencia de su visión, que pronto evolucionaría hacia sus siguientes huellas inmortales, ya no bajo el alero del estilo que crearon, sino a la única sombra posible en una cúspide: el propio nombre.
Por Sebastián Wrighton