Disco Inmortal: Placebo (1996)
Hut / Elevator Music / Virgin Records, 1996
En 1996 todo el mundo conocía a Oasis; Blur había grabado algunos de sus temas más conocidos, mucha gente enloquecía cuando sonaba Pulp, y Suede preparaba su arsenal de hits. Era la Inglaterra sin punk y sin haber caído cautiva del grunge. El britpop era la única realidad, menos para Brian Molko y Stefan Olsdal, quienes hastiados de las pocas propuestas se arriesgaron con un discurso sobre drogas, sexo, identidad de género y androginia. Sacudieron a la prensa y al público de su país con unas buenas pinceladas de glam y el aderezo de distorsionadas guitarras, todo fundado en la provocación y bebiendo de aquello que les acongojaba, de esa sensación de estar detenidos en los vértices de la juventud. De todo esto nace “Placebo”, el disco debut que los introdujo lentamente en las listas británicas.“36 Degrees”, “Teenage Angst” y “Nancy Boy” fueron los baluartes de un disco joven pero áspero, al que le faltaba elegancia en las terminaciones, pero con los años justamente esa falta de limpieza lo ha hecho memorable.
Queriéndolo o no, fueron la respuesta para quienes estaban aburridos del britpop. “Placebo” tenía estilo y sustancia, siendo una de esas marcas el sexualmente ambiguo Brian Molko, pues la banda supo beber tanto de la imagen como de las melodías del artista, una confirmación de que el rock todavía tenía municiones. La otra habilidad de este disco (y de algunos de los trabajos posteriores de Placebo), era la de saber escribir una buena canción con las configuraciones más básicas: guitarra, bajo y batería. Y, sin embargo, este arreglo simple era el que causaba el mayor impacto. Molko construyó riffs innovadores debajo de su distintivo gemido, para producir algo que siempre será recordado. “Come Home” establece la plantilla basándose en la combinación punk-rock, pero creando algo que es difícil de encasillar; la canción está llena de vacíos a los que Schultzberg da vida en cada intervención y es, probablemente, una de las mejores canciones creadas para batería de los ‘90. “Bruise Pristine” y “Teenage Angst” son adecuadamente melodramáticas y conservan una sensación de inquietud que refleja la angustia y la incomodidad juvenil.
Intentan variar el ritmo con la reflexiva “Hang On To Your IQ”, y hasta queda espacio para destacar esas baladas de ensueño orientadas al pop:”Lady of the Flowers” y “Swallow”. Pero “36 Degrees” es una favorita de siempre. El tamborileo, la letra significativa y los solos de guitarra ingeniosamente colocados de Oldsdal, le dieron fuerza al álbum e hicieron aceptable una propuesta que la prensa vapuleaba. El coro se rompe ligeramente y pone énfasis en el mensaje. “I Know” y la guitarra eléctrica, el bajo eléctrico y la batería, mientras que el verso consiste en una acústica y percusión. Todo en “Placebo” era la antítesis a lo “normal” y a los valores inculcados, la rebelión adolescente alternativa se presentaba y esta banda quería ser el soundtrack de aquellos jóvenes que quería ser libres en su sexualidad.
La portada tiene historia. Hay un niño de 12 años, con polerón rojo y tirando de sus mejillas. Ese niño se llamaba David Fox y hoy es un chef que hace unos años amenazó con demandar a la banda por daños y perjuicios, argumentando que nunca consintió en que su imagen fuera utilizada y aduciendo, además, que la excesiva publicidad le provocó que lo intimidaran en el colegio y que sufriera de acoso.
“Placebo” es uno de los mejores discos de rock alternativo de los ‘90. Cada canción tiene estilo, pasión y cantidad de creatividad. Junto a eso, el glam, el descaro y el morbo que provocaban con su imagen completaron la fórmula. Supieron tomar lo mejor del rock alternativo de Estados Unidos para cimentar una muralla en contra del sonido Manchester, donde la conjunción de sus talentos individuales creó un trabajo muy satisfactorio, para lo encasillado que estaba el rock. Dos décadas después, se podría decir que Placebo es y será por este álbum.