Disco Inmortal: System of a Down – Toxicity (2001)
American Recordings / Columbia, 2001
El inicio de la década de los 00’s de alguna forma necesitaba una especie de recambio en cuanto a orden musical en el espectro rockero. Si bien toda la movida aggro había causando bastante revuelo y se patentó como «lo nuevo que estaba pasando» desde finales de los noventa, teniendo como ejemplares pioneros a bandas como Korn y Deftones, ya para el inicio de la década que marcó el cambio de siglo venía algo de capa caída y no presentando cosas muy interesantes, en muchos casos sólo tratando de reinventarse, pero sin grandes resultados, y en otros casos reformulando musicalmente sus propuestas. El caso de System of a Down y el disco que celebramos en este texto es el que claramente marcó una diferencia.
Ellos ya habían tenido un auspicioso debut con su homónimo en 1998, un disco imponente, pesadísimo y con fresco sonido, que sirvió de paso para que empezáramos a degustar de esta interesante propuesta brutal que mezclaba elementos del punk más duro, con el metal sabbáthico, algo de folclore y lírica de sus raíces armenias y con el factor locura como premisa todo el tiempo. De hecho, ellos fueron parte fundamental de lo que se denominó numetal pero con «Toxicity» las cosas iban a ir más allá.
Al igual que ese debut contó con la tutela en la parte de producción del gran Rick Rubin, hombre fundamental para aprovechar el potencial de la banda y lograr plasmar todo ese sonido tal como hoy lo conocemos. Para qué vamos a entrar en detalles de lo que Rubin ha significado al mundo del rock y metal contemporáneo, sólo mencionar que su gran talento es tener un ojo infalible al momento de escoger las bandas para trabajar, siendo ésta una de sus grandes obras del último tiempo.
Si bien «Toxicity» mantuvo esa brutalidad y locura que los caracteriza, acá la senda del grupo iba puliéndose para empezar a marchar en otras direcciones, desmarcándose claramente del nicho del nu-metal, en este caso la experimentación, fusión y los brillantes encuentros de sonidos de diversa índole en pos de una mejora de su propuesta fue lo que sin duda inmortalizó este álbum.
El primer bombazo llega de inmediato, los riffs de tiempos distantes de su entrada nos machacan la cabeza de una con ‘Prison Song’, sumados a las vociferaciones de Serj Tankian demandantes e intimidantes, una canción muy crítica sobre el sistema carcelario estadounidense, como replican salvajemente durante toda su duración, acusando al gobierno principalmente como el responsable del incremento de su población carcelaria manipulando la condena por uso de drogas en la juventud, claramente el primer dardo letal contra el sistema y musicalmentente un acertadísimo primer track.
Pero lo que se empieza a desencadenar luego sería agresivamente genial, ‘Needles’, que sigue con la temática de las drogas, desata una furia incontenible, los coros llenos de melodías con esencias armenias, otro gran plus de esta banda, que de alguna forma hace una versión brutalizada al máximo de su propio folclore al momento de cantar. ‘Deer Dance’, una lluvia de riffs disonantes y demoledores, denunciando brutalidad policíaca hasta por los poros. Con ‘Jet Pilot’ nos detenemos ante una especie de hardcore death con una marcha esquizofrénica, conteniendo un coro repetitivo pero contagioso a no dar más. ‘X’ brilla por sus ritmos pasando de riffs sabbathicos con un cuidado ajuste entre guitarras y batería para después desenvolverse con una locura y melodía que te sorprende a cada instante, más aún sumándole las guturales intervenciones de Tankian, es una canción que va y viene pero te mantiene atento y muy despierto a todo momento, cómo no.
«Toxicity» será recordado eternamente por estar enlazado en fechas con el atentado a las Torres Gemelas en Estados Unidos (se lanzó una semana antes), la polémica llegaba de la mano de ‘Chop Suey!’, canción que claramente habla del suicidio, publicada en un momento de mucha sensibilidad para el pueblo norteamericano, fue censurada de algunas estaciones radiales, pese a que a lo que apunta la canción no tiene mucho que ver con el gigantesco ataque, pero sin duda era SOAD, una banda de integrantes con raíces armenias, y en medio de la inseguridad con que quedó el estado americano en esos días, hizo que más de alguna entidad gubernamental los tuviera ahí entre ceja y ceja; pese a esto, no hay que ser injustos, el single es una canción enorme y todo un himno ya a estas alturas, la inclusión de mandolinas y su estremecedor coro, dentro de toda esta ambigüedad de sonidos que ofrece, la encumbra dentro de una de las canciones más originales de nuestra época. Del nombre algo se dice que es un juego de palabras al momento de escuchar el coro «…my…self right CHOP SUEYcide…», ya que inicialmente se iba a llamar ‘Suicide’, pero se desistió de aquello.
La fiesta sigue y qué mejor que otra locura de proporciones como ‘Bounce’, donde Tankian parece un pollo con sus vociferaciones y gritos, todo bajo una densidad punketa y unos riffs de parte del brillante Daron Malakian que se tornan sicodélicos, un brutal y lúdico momento del disco. La genial ‘Forest’ goza de un sabor efervescente con ese magnífico coro como para cantarlo a todo pulmón: «Why can’t you see that you are my child, Why don’t you know that you are my mind, Tell everyone in the world, that I’m you,Take this promise to the end of you».
Si nos fijamos bien, cada canción tiene su razón de ser, donde las composiciones están puestas quizá como piezas de rompecabezas perfectamente, ‘ATWA’, refiriendo a esta especie de acrónimo acuñado por Charles Manson y su propuesta ecológica («Air, Trees, Water, Animals and All The Way Alive») suena en tono de balada pero tiene la rudeza característica del disco, el coro es simplemente cautivador. El factor melódico en este caso mucho mejor trabajado que su debut. ‘Science’ suena de alguna forma como ya hecha antes, como que tiene esa cosa algo revival, pero es una canción completamente original y nutrida de severos efectos que continúan por la defensa del medio ambiente.
‘Shimmy’ y sus orientaloides compases siguen este grito de guerra declarada que es lo que representa este álbum, el cual simplemente no da tregua alguna y canción tras canción nos deslumbra cada vez más. Lo de ‘Toxicity’ no viene más que a reconfirmarlo, una canción poderosa desde cualquier punto de vista, teniendo a John Dolmayan muy efectivo y con mucha propiedad en la batería, para ir dando paso a una genialidad melancólica en las cuerdas de parte de Malakian y para dar el triunfante paso a Serj Tankian y esos inolvidables coros, la toxicidad a la que se hace referencia, nuevamente pasando por el tópico ecológico, pero acá de la forma más drástica, casi apocalíptica, enlazando con lo que la radiación puede llevar a convertirnos aludiendo al exterminio de nuestra raza «Somewhere between the sacred silence and sleep» («En algún lugar, entre el silencio sagrado y el sueño»), también de paso haciendo el juego con la idea que el disco nos quiere mostrar, un disco de denuncia, rechazo, que expone al sistema, ese paralelo artístico de la portada con la clásicas gigantografías de las letras de «Toxicity» con Hollywood, habla de la que para muchos es esa ciudad, donde el glamour y el estrellato son su parte bonita que aflora hacia el mundo, pero que esconde mucha corrupción y decadencia al mismo tiempo.
‘Psycho’ le hace honor a su nombre, otro demencial despliegue de poder, pero que esta vez tiene un freno emotivo que rodea el mundo del abuso de drogas en las groupies, luego ‘Aerials’ llega como si no hubiésemos escuchado toda la maravilla que este disco nos ofrece, una genial y emotiva canción, si ‘Spiders’ en su primer disco nos había conmovido totalmente, esta es su versión remozada y más ambiciosa musicalmente. Luego «Arto», esa pista oculta tribal-étnica viene a sellar esta increíble placa.
No es extraño que por muchos medios haya sido elegido como el disco de la década, si partíamos hablando de que el rock necesitaba un recambio creemos fehacientemente que con System of a Down lo encontró, más aún con este disco. Si Nirvana sacudió e iluminó al mundo con su magistral «Nevermind» en los 90’s, claramente SOAD encontró su propio «Nevermind» con su poderoso «Toxicity», un disco que incluso tuvo mucha rotación radial y en cadenas de líneas musicales inesperadas, lo cual logró que la banda se hiciera muy popular, pese a ser un álbum con mucho de death, thrash y hardcore de las más viejas escuelas de lo underground, el hecho de conjugar todo eso con brillantes melodías y una incendiaria propuesta resultó enmarcarlo ahí, dentro de los grandes y más poderosos discos con los que contamos hasta nuestros días.
Patricio Avendaño R.