Sire Records, 1977 Durante años, incluso décadas, existió gran tendencia a buscar la identificación con…
Disco Inmortal: Talking Heads – Fear of Music (1979)
Sire Records, 1979
«Talking Heads tiene un nuevo álbum / Se llama Fear of Music / Talking Heads tiene un nuevo álbum / Se llama Fear of Music»
Así sonaba de forma paranoica, robótica y repetida el anuncio de radio del álbum, una y otra vez, y esto solo nos podía dar un indicio del efecto psicótico en que se envolvería «Fear of Music», su tercera placa de estudio y con las distancias marcadas, una verdadera obra de arte de la que con los años se ha convertido en cada vez más importante banda norteamericana.
La cultura popular actual está llena de guiños a los Talking Heads, así como también su música está en todas partes. Son tantas las bandas con que crecimos que bebieron de su talento que es imposible hacerles un cariño de vez en cuando mediante un texto a sus influyentes álbumes. David Byrne ya se ha graduado de maestro escribiendo un libro sobre «como funciona la música» y su talento no expira realizando sendos shows en la actualidad—muy impresionantes— (ese siempre ha sido su fuerte, cosa de ver el alucinante «Stop Making Sense», su emblemático registro en vivo en que ya dábamos cuenta del poder al entretener en vivo que tenía la banda desde sus inicios) y que en los últimos Lollapalooza ha recalcado, pero en 1979 era otro el aire que respiraban los pulmones de este talento musical innato de Nueva York y eran otras las historias que daban pie a «Fear of Music», quizá un disco no tan definitivo de su discografía como el «77» o el «Remain In Light», pero donde dejaron cosas muy interesantes, las primeras de verdad experimentales y donde volcaron arte y creatividad como nunca antes lo hicieron.
La banda quería expandir los ritmos disco algo camuflados presentes en «More Songs About Buildings and Food» haciéndolos más prominentes en las mezclas de nuevas canciones; pero atentos, no confundir disco con bailable, pues la propuesta era juguetona y danzarina pero poco tuvo que ver con la fiebre disco setentera, acá habían sabrosos ingredientes nuevos: ritmos kraut y afrobeats eran entrelazados con el punk de sus inicios como en la sorprendente «I Zimbra» en la entrada. Esta vez se tomó la decisión de ensayar en el loft del baterista Chris Frantz y la bajista Tina Weymouth (la adorable pareja de la banda), donde los miembros tocaron antes de firmar con un sello discográfico a mediados de la década de 1970. El legendario Brian Eno, que produjo su anterior lanzamiento, fue llamado para ayudar y su aporte fue vital. Fue Eno quien sugirió un enfoque de «tabla de contenido» para la lista de canciones, ya que convirtió los títulos de las canciones en una especie de letanía, dándole a cada tema un sentido y nombre propio, pero que juntos generaban una especie de concepto al «miedo a lo cotidiano» y fue él quien proporcionó hurgar en los poemas de Hugo Ball en busca de inspiración cuando Byrne estaba luchando con el bloqueo creativo.
Entre el 22 de abril y el 6 de mayo de 1979, una camioneta de Record Plant tripulada por un equipo de ingenieros de sonido se estacionó afuera de la casa de Frantz y Weymouth y colocó cables a través de la ventana de su loft. En estos dos días, Talking Heads grabó las pistas básicas con Eno. En lugar de incorporar personajes en la sociedad y el jet set como en su antecedente más cercano en More Songs About Buildings and Food (1978), Byrne decidió colocarlos solos en situaciones distópicas. Weymouth inicialmente se mostró escéptica de las decisiones de Byrne, pero el líder logró persuadirla. Ella ha explicado en diversas entrevistas que el sentido del ritmo de Byrne es «loco pero fantástico» y que fue clave para el impulso de grabación de la banda durante estas sesiones en su casa. A medida que las canciones evolucionaron, tocar secciones instrumentales se volvió más fácil para los miembros de la banda. Eno jugó un papel decisivo en la formación de su sonido y la confianza en la grabación y trabajó en tratamientos electrónicos de las pistas una vez que estaban todas diseñadas.
«El aire también puede hacerte daño», nos recuerda Byrne en «Air», una réplica increíble a la sugerencia condescendiente de «tomar un poco de aire». Agoniza por la existencia de «animales» de una forma resentida; «Nunca están allí cuando los necesitas / Nunca están allí cuando los llamas». Suena indignado, trastornado, su voz se vuelve gutural y chillona. Su voz se eleva a un peak de indignación ante el mayor insulto: los animales «ni siquiera saben lo que es una broma», canta acerca de las criaturas que más adoramos. En tanto en ‘Cities’ y su atrapante linea de bajo funky va creciendo ante los histéricos ritmos vocales de Byrne y los rasgueos de guitarra seductores con un Brian Eno lanzando sus réplicas electrónicas tras bambalinas. Para la melodía más espeluznante del LP, ‘Memories Can’t Wait’, la mezcla es tan turbia como un interior de cine negro. La voz de Byrne se repite, se reverbera, se invierte en la cinta y se acelera vertiginosamente mientras canta sobre una interminable «fiesta en mi mente». En el verso final, cuando de repente “Todo está muy tranquilo”, su voz se desliza al frente, la tonalidad cambia y los ecos se escabullen. No es nada sutil, pero funciona, con la locura intrínseca de su estirpe y de todo el disco, por cierto.
Fear of Music es la producción más elaborada de Talking Heads hasta ahora, y fue un disco valiente, que no hizo eco del explosivo punk rock visceral que emergía en la misma escena de ellos en el CBGB, la banda optó por su propio sonido y los años lo han encumbrado como un disco a la vez digerible y experimental. No es fácil lograr ese efecto. Pese a la cantidad de hits de la banda, no es para nada descabellado decir que este puede ser un muy buen disco para adentrarte en su mundo si no lo has hecho. Es un disco repleto de sobre grabaciones y efectos que el grupo ni siquiera osó intentar reproducir en concierto más adelante. Los sonidos surgen como si nada, los ecos enredan el ritmo, los timbres instrumentales forman aleaciones que revolotean en el aire, pero que resultan absolutamente espectaculares y efectivas, incluso para nuestros días en que creemos que todo está hecho.
Por Patricio Avendaño R.