Disco Inmortal: The Cult – Sonic Temple (1989)
Beggars Banquet / Sire Records, 1989
Para fines de los 80’s, el glam rock subía como la espuma; y California contaba con la mayoría de las acciones —y las pocas que no, se repartían en el resto del territorio estadounidense. Quienes sacaban la cara por Inglaterra eran Whitesnake —que por esas fechas se mudó a este lado del Atlántico, y también Def Leppard. Pero hubo un tercer nombre: The Cult. En su comienzo, arraigados a la movida post punk y gothic rock, debutaron con un poco bullado Dreamtime (1984); pero de manera paulatina comenzaron a desmarcarse de esas etiquetas, consiguiendo sus primeros éxitos con el sucesor Love (1985). Ya con el aplaudido Electric (1987), dieron un cambio a su imagen y sonido; americanizándose gradualmente y expandiendo horizontes. Se trató de la primera etapa de la conquista.
Pero su siguiente entrega fue vital para el ascenso de su carrera: Sonic Temple, publicado el 10 de abril de 1989. La última muestra de una banda con todas sus letras; antes de que pasara a ser derechamente un dúo comandado por Ian Astbury en voces, y Billy Duffy en guitarra. Por aquella época todavía militaba el bajista Jamie Stewart —que abandonó la embarcación terminada la gira promocional. Mickey Curry fue el encargado de las baquetas, en calidad de músico de sesión, para ser reemplazado en vivo por Matt Sorum —antes de ser robado por Guns N’ Roses.
Grabado en Little Mountain Sound Studios, en Vancouver, se optó por productor a un joven Bob Rock —todavía alejado de las placas multi platino, pero que ya venía de haberse encargado del sólido debut de Kingdom Come. Sería el comienzo de una prolífica sociedad, desde allí en adelante encargándose de las perillas de The Cult —ausentándose de forma excepcional en Ceremony (1991) y Born Into This (2007).
Y qué mejor pegada dan al inicio con Sun King; arrancando con un toque primigenio, hasta que el tema estalla —dejando de lado su anterior faceta, donde parecían estar a gusto con cortes que apenas pasaban los tres minutos. Aplastante, como uno esperaría, si le toma prestado el nombre al monarca francés Luis XIV. Y sin anestesia, le sigue Fire Woman; con un título que de por sí adelanta bien lo que viene, muy en la veta lasciva del Sunset Strip angelino. Single punta de lanza, que adelantó el disco, cuyo videoclip de tonos rojos hacen un alcance a la portada; Duffy tomando un papel protagónico, guitarra colgada al hombro y brazo derecho levantado.
Recién se entra a un medio tiempo con American Horse —el infaltable guiño de Astbury a la cultura nativo americana, para entrar en aguas profundas con otra carta fuerte: Edie (Ciao Baby), la lenta de dimensiones colosales dentro del catálogo. Edie Sedgwick, “un ángel con un ala rota”; la fugaz musa y consentida de Andy Warhol —que tan rápido apareció en The Factory, fue desechada hecha un verdadero caos; terminando muerta a los 28 años. El título, además de la portada del single promocional, hace referencia a la última cinta que protagonizó; lanzada de manera póstuma —Ciao! Manhattan (1972). Por ello resulta lógico que el videoclip fuese ambientado ahí: Duffy apareciendo de lo que parece ser el Sector Financiero, la orquesta de músicos instalada en Times Square, la evocación del Hotel Chelsea, etcétera —siendo la novia del cantante quien encarnó a la aludida.
Sweet Soul Sister, más allá de la vibra cálida que emana —tanto por la apertura del teclado, como el coro; aborda la simbiosis europea con respecto a Estados Unidos —fenómeno que vieron en primera persona, cuando escribieron la canción en París. Soul Asylum es el elemento que se toma todo el tiempo para desarrollarse, empinándose casi en los ocho minutos; con una guitarra que va de menos a más, hasta llegar a lo punzante.
New York City, una desenfrenada apología a la Gran Manzana, que contó con Iggy Pop en los coros. Referida en más de una oportunidad por ellos, se trata de un lugar por el que se encariñaron durante la grabación de su anterior trabajo. Se pisa el acelerador para Automatic Blues y Soldier Blue, que le abren cancha al cierre a cargo de Wake Up Time for Freedom; afirmándose en su pegajoso coro —la versión en CD llevando como material extra la bluesera Medicine Train, armónica incluida.
El mayor asalto a gran escala de The Cult; transformando a Sonic Temple en su mejor multi ventas —cuya posición más alta fue el lugar #10 del ranking Billboard 200. Pero llevarlo a cabo los dejó al borde de la disolución —Astbury por completo errático y autodestructivo, antes de entrar al estudio, costándole trabajo lidiar con la fama masiva cosechada; junto con la noticia de que su padre le fue diagnosticado cáncer. Como si fuese poco, el momento compositivo fue una batalla campal; el vocalista queriendo seguir la fórmula blues rock del álbum predecesor, el guitarrista inclinándose hacia un rock arena que llamaba a la masividad —pulsada que ganó este último. Pero lo importante es que vivieron para contarlo, y nosotros pudimos seguir viéndolos.