Disco Inmortal: A Perfect Circle – Thirteenth Step (2003)

Disco Inmortal: A Perfect Circle – Thirteenth Step (2003)

Virgin Records, 2003

Pese a que solo habían pasado tres años desde ese gran debut «Mer de Noms» APC tuvo mucho más- y muy distinto- por mostrar en su segundo LP, que aunque sigue teniendo el sonido primal del primer disco, las guitarras y el poder post-grunge se transforman lentamente en algo más atmosférico, experimental y sobre todo más brutal desde la introspectiva humana, con reflexiones de todo ámbito sobre la vida y los pasos de auto superación que damos en ella. Es un disco de una fragilidad enorme, pero también con una honestidad lírica y musical que nos llega a calar huesos en varias de sus pasadas.

Por esos años, el guitarrista Troy van Leeuwen y la bajista Paz Lenchantin se habían ido y habían sido reemplazados por el bajista Jeordie Osborne White (Marilyn Manson), y el guitarrista James Iha (Smashing Pumpkins). Fue un álbum algo accidentado en cuanto a músicos y lineup, pues mientras van Leeuwen aparece en parte del set, el guitarrista Danny Lohner ayudó después de su partida. Sorprendentemente, a pesar de los cambios, el sonido sigue siendo la creación de Billy Howerdel con la inconfundible voz de Maynard J. Keenan de Tool.

Producido por Howerdel y mezclado por el sólido e histórico Andy Wallace, Thirteenth Step aflora teniendo como premisa la naturaleza de una persona despojada, y convirtiendo esos sentimientos hacia una especie de transformación lenta en algo que solo puede llamarse «otra vida». En su comunicado emitido por esos años se leía «una exploración conceptual del lado más oscuro de la psique humana», con el título refiriéndose a los 12 Pasos de los Alcohólicos Anónimos (cambiándolos por 13), la banda trata de ver a través de eso, lo difícil que es afrontar problemas y auto cuestionamientos, pese a no estar dirigido literalmente hacia un alcohólico, pero si reconociendo problemas internos y tener la intención de superarlos.

«The Package» es la sutil entrada, para nada comercial, ni ganchera, que alcanza los casi ocho minutos y al principio pareciese que durara mucho más, se siente mucho más tiempo. Explota en poderosas guitarras desatando la rabia y una asfixiante marcha existencialista («Time to feed the monster/I don’t need another friend»). El primer dardo venenoso de un disco que será todo caos humano dentro de una belleza absoluta compositiva.

Las pistas de Thirteenth Step tienen títulos decidores como la imponente «Weak & Powerless», un ‘clásico’ a estas alturas de la banda y «The Noose», que tiene un cáliz inquietante y algo encantador, en el sentido de embrujo. Keenan acá se luce, porque casi por primera vez en casi todo el disco lo vemos cantar en tonos muy bajos, siendo dominante total de las situaciones, y también aprovechando la buena dupla con Howerdel en explotar esa veta, mucho más que Tool y toda su supremacía heavy, matemática y progresiva. No hay que olvidar que White aportó en estas canciones, pero con un lado mucho menos glamoroso como lo que había hecho con Manson antes. Se involucró en el concepto, sin duda, sin dejar de ser aporte.

Josh Freese por esos años empezaba a destaparse como un gran batero de sesión y penetra con su talento en la percusión jazzera en «Vanishing» y -por unos 12 segundos, pero son segundos realmente geniales- en «The Outsider». También hay un extraño track que es algo más que una especie de intermisión con «The Nurse Who Loved Me», que verdaderamente enamora, y que pese a no tener mayor acompañamiento ni duración podría ser la mejor pista del álbum. Evoca nostalgia, la pérdida, la guerra, estar herido y enfrentado a la muerte, algo así se te mete en la cabeza al escucharla. Por su parte ‘Blue’ goza de la atmósfera incandescente que nos otorga la imaginería APC, en una marca constante de bajo y la voz penetrante de MJK. Con ‘Pet’ volvemos a enraizarnos al gran debut, histeria, rabia, poder al ritmo de una de las grandes canciones de protesta antibélica del rock alternativo.

Pese a la angustia enclavada en ‘Gravity’ hay una especie de redención esperanzadora que talvez representa a todo el concepto del álbum, bajo una sublime y estruendosa marcha de cuidados arreglos. Seguramente en eso de verte perdido, luchar y luchar y volver a caer, seguramente algo de la teoría de Sísifo se le coló a MJK, eso de cargar una roca por un monte solo para que vuelva a bajar una y otra vez y volver a cargarla, pero Sísifo finalmente encuentra un día lo absurdo de su tarea y mira hacia arriba y sonríe ante la idea de que en la vida no necesita un propósito para ser feliz. Solo se necesita estar vivo para ese momento y que siempre habrá un mañana. «I Choose to Live» reclama el final de la canción. «Lullaby» y esos susurros ponen broche al disco, de forma siniestra y vanguardista, como no podía ser de otra forma.

Pese a que en su primer tramo el disco no cautivó tanto a la crítica, creemos que el tiempo le ha dado mayor contundencia a este disco que, logró marcar finalmente la identidad de APC, separándolo desde muchos puntos de vista del debut, y también dejó claro que Tool y APC son dos bandas sumamente distintas, y ambas geniales, por cierto.

Por Patricio Avendaño R.

Patricio Avendaño

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