“Gargoyle”: el oscuro y redentor álbum que trae de regreso a Mark Lanegan

“Gargoyle”: el oscuro y redentor álbum que trae de regreso a Mark Lanegan

Heavenly Recordings, 2017

Ya actuaba junto a los Screaming Trees cuando empezó a tomar forma eso que conocimos como grunge, sin embargo, fueron otros los elegidos para liderar aquello. Y también estaba antes, cuando unos desconocidos Queens of the Stone Age levantaron ese monumento llamado “Songs for the Deaf”. A pesar de haber quedado a la sombra de todos los movimientos que, de alguna forma, ayudó a erigir, el tiempo ha sido bueno con Mark Lanegan. Su status de gran poeta y escritor sigue inalterable a los 53 años, escribiendo con la misma calidad de cuando tenía 25 y lanzaba su primer disco “The Winding Sheet”, donde su sórdida voz de crooner se constituiría como imprescindible para darle sentido a sus composiciones.

Diez discos propios (cuatro con Screaming Trees), tres con Isobel Campbell, uno con Duke Garwood, y una lista interminable de colaboraciones, hablan por sí solo de su importancia en la generación de músicos que se adueñó del mundo en los ’90 y posterior. Kurt Cobain, Layne Staley, Dave Gahan, Nick Cave, Alain Johannes, Pj Harvey, John Cale, el grunge, el stoner, el blues, el country y la electrónica son parte de su repertorio. ¿Qué más se le podría pedir?.

La respuesta lógica es que haga un buen disco, porque a eso nos acostumbró, pero tomando en cuenta que su propuesta oscura y cargada a la desesperanza, fabricó un muro difícil de trepar para ver qué hay del otro lado. En ese escenario asoma “Gargoyle”, su última producción, y que busca colarse en el top de un músico plagado de historia relevante. El disco se mece entre baterías pregrabadas para continuar el camino que comenzó en 2012 con el extraordinario “Blues Funeral” y que siguió con “Phantom Radio”, a un nivel similar.

“Gargoyle” fundamenta su propuesta en el vozarrón indiscutible del artista y el aporte mayúsculo de quienes protagonizan la propuesta. En el estudio, formó equipo con Alain Johannes, quien le dio dinamismo gracias su expertiz instrumental con el bajo, teclados, sintetizadores y coros, y Rob Marshall, quien aportó una visión referida a ampliar el espectro para zafarse de la introspección y ser algo más accesible. Si él no hubiera estado en la cabeza del disco, muchos temas no habrían sido incluidos. A ellos, se agrega la presencia vocal de ilustres como Josh Homme y Greg Dulli.

El inicio es complejo. “Death’s Head Tattoo” es difícil de digerir y es solo la interpretación de Mark la que permite seguirle la huella. Todo mejora con “Nocturne”, tema donde Lanegan le saca brillo al animal noctámbulo que es y crea una atmósfera densa, con elementos electrónicos que se notan aún más en “Blue Blue Sea” o “Sister”. Esta última es más intimista, con un Mark dispuesto a ofrecer diferentes matices de su privilegiada voz. En “Drunk on Destruction” se levanta una muralla de guitarras, como el azote de una tormenta que ya se había sentido en “Beehive”, incluso con más fuerza. Ésta es muy enérgica y cuenta con geniales arreglos de guitarra y fantásticas melodías.

El disco llega al máximo con “Emperor”. Sus guitarras poseen mucha más luz de lo acostumbrado y una vocalización pegadiza, lo que la convierte en candidata perfecta para encabezar su setlist en vivo. Y por supuesto que Lanegan deja espacio para una balada desgarradora. “Goodbye to Beaty” es una reminiscencia constante a Leonard Cohen, mientras que en lo musical, el espacio entre lo eléctrico y lo acústico se equilibra muy bien; el tema recuerda al Lanegan de “Bubblegum”, con una aparente fragilidad engalanada de una interpretación realmente sólida. Melancolía y un Mark estremecedor al son del piano, cuerdas y una guitarra acústica. Lo mejor del disco.

Tras curarse las heridas, el trabajo cierra con “Old Swan”, donde se libra de sus demonios y da paso a la esperanza. Esta canción no hubiera entrado en los discos anteriores del artista, y allí es donde apreciamos la influencia de Rob Marshall y de nuestro Alain.

La portada es minimalista, como siempre. Es una puerta de hierro, con el cielo oscuro y gris de fondo. ¿Está prohibiendo la entrada una vez más?, ¿le dice al público que deben ingeniárselas para ingresar?. Si hay algo que se le pudiera criticar a este gran artista es que nunca le ha facilitado el trabajo a la audiencia, al imponer siempre su aspecto seco y áspero, pero “Gargoyle” reluce como un intento por derribar ese muro sin traicionarse a sí mismo.

Mark Lanegan mantiene lo que inició hace treinta años cuando formó Screaming Trees, siendo compañero de aquella generación de músicos que sacaba los mensajes desde un mundo sin luz y que el propio Lanegan, siendo uno de los pocos sobrevivientes, aún no permite que se vea totalmente.
“Gargoyle” poda algunas malezas de esa personalidad huraña y muestra un poco de corazón, junto con dejar manifiesta su gran capacidad para poner en el papel los laberintos del sentimiento. Este disco mejora lo propuesto en “Phantom Radio” y se ubica cerca del excelente “Blues Funeral”, en un esfuerzo del artista por entender que sus álbumes necesitan no sólo de su extraordinaria voz, sino que también de momentos rabiosos y de una mayor variedad de ritmos.

Macarena Polanco

Macarena Polanco

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