«On an Island»: el mágico disco que David Gilmour grabó en su casa flotante
EMI Records / Columbia, 2006
Los años finales de los ’90 e inicios de los 2000’s fueron algo inactivos para David Gilmour, el maestro de la guitarra de Pink Floyd, y pese a que se dedicó a brindar algunos conciertos en los primeros años de la década, de alguna manera sentía la necesidad de volver al estudio, pero no con sus compañeros de Pink Floyd, de quienes por esos años estaba algo distanciado, profesionalmente hablando.
«On an Island» se trató de un disco prolijo, brillante y minimalista. No contaba con hits reconocidos o canciones de estadio de esas que hizo con Pink Floyd pero sí con algunas interesantes experimentaciones que al propio Gilmour le recordaron a la banda que le dio todo. Sin duda cuenta con esa magia innata de uno de los pilares de la banda de «The Dark Side of the Moon» y se reconoce la influencia del gran Rick Wright en el teclado que lo acompañó fielmente en este nuevo capítulo.
La sede, no dejaría de tener esa magia requerida para el disco, pues fue hecho en su estudio/casa flotante Astoria en Hampton, que posaba sobre el emblemático Río Támesis en Inglaterra. «Es una casa grande y destartalada construida en 1911 para el gran Fred Karno y un sitio precioso que compré en 1986 y fue donde hicimos gran parte del disco»., comentaba el guitarrista para el lugar donde además trabajó en discos de Pink Floyd («A Momentary Lapse of Reason» y «The Division Bell»).
La otra gran parte, sucedió en los míticos Abbey Road y con una orquesta dirigida por el arreglista polaco Zbigniew Preisner, que Gilmour recuerda como «un fabuloso y extenso día de grabaciones» día en que logró exquisitos frutos para el álbum. La parte más difícil (siempre lo ha sido para Gilmour) es enfrentar el rompecabezas que le significa unir todos esos pedazos de música que ha coleccionado- en este caso- por más de 10 años. Su gran compañero y ayudante en todo ello, el gran Phil Manzanera, ex- Roxy Music, vecino y amigo, quien sigue siendo una contribución enorme en los discos y en sus shows en vivo, y los invitados de lujo: Graham Nash y David Crosby, gigantes del folk sesentero con Crosby, Stills & Nash, que aportaron su talento vocal a esta gran obra del eximio guitarrista británico.
Sonidos de copas, cristales, un tipo que armonizaba todo con una máquina provista de pedales para ello le dio un realce fantástico al disco: «es lo que utilizamos para la apertura del «Wish You Were Here» dijo Gilmour en el film que retrata la manufactura del álbum y sin duda algo de ello, de ese sonido atmosférico y «de industria» se capta en él de todas maneras.
Pese a las trabas con que Gilmour se auto-tropieza solo al momento de escribir letras para el disco, algo que siempre ha sido su especie de «talón de Aquiles» (su esposa y escritora Polly Samson lo ayudó en eso y lo sigue haciendo hasta hoy), ya que resultaron ser unas bellas y oníricas canciones, la hermosa «Castellorizon», nominada al Grammy. La poderosa canción que dio título al disco, llena de pasajes y melodías de ensueño, o las relajadas ‘Smile’ y ‘The Blue’, temas todos compuestos con una sutileza enorme. Para qué hablar de esos sublimes solos de guitarra en que el genio marca la diferencia y ha marcado su estilo históricamente.
El disco llegó con una estupenda gira en que brindó aquellos shows al borde de lo perfecto en Royal Albert Hall del 29, 30 y 31 de mayo de 2006, que dieron pie para el DVD «Remember That Night», convertido hoy en día en una de sus más preciadas joyas en vivo de su carrera. Lleno de inspiración, de momentos de absoluta introspección y hecho en un período en que sus fans lo necesitaban casi imperiosamente. «On an Island» en toda su magnitud es un imprescindible momento para atesorar y que nos quitaron esa «viudez» con el sonido del hombre de una de las bandas más importantes del rock de la historia.
Por Patricio Avendaño R.