“The Code Is Red… Long Live the Code”: tan sólo otra bomba atómica de Napalm Death
Century Media Records, 2005
Un disco atómico, visceral y con algunos grandes invitados. Así se puede definir “The Code Is Red… Long Live the Code”, el octavo álbum de los seminales Napalm Death. Mientras en 2005 el metal veía en la vuelta de Judas Priest el regreso de uno de sus baluartes, y en System of a Down veía como uno de sus brazos armados en texto y música conquistaba los rankings con el gran ‘Mezmerize’.
El grindcore –una definición algo injusta- de Napalm Death volvía al ruedo con algunas combinaciones que Shane Embury describe como experimentales y ahí está “Morale” para comprobar lo deliberado de la experimentación que habla. A la memoria se puede venir material tanto de Godflesh como de Swans por los efectos vocales ocupados por Barney. Y no podemos dejar de identificar que, los ingleses son unos malditos punk con algunas influencias (del post-punk) fundamentales al momento de marcar diferencias.
Mientras que “Silence is Deafening” expulsa todo el veneno característico que la banda mostró desde trabajos clave como «Scum», se dan el lujo de tener invitados del calibre de Jello Biafra en «The Great and the Good» y la voz –en ese entonces- perdida de otra pieza clave del metal británico, Jeff Walker de Carcass aporta con sus característicos gruñidos grind en «Pledge Yourself to You». “Diplomatic Immunity” y «Right You Are” continúan con la ráfaga punk y Dany Herrera no deja de darle golpes en clave blast beat a su caja, la identidad no se pierde en ningún momento.
Un joven Jamey Jasta (Hatebreed) acompañó a los ingleses en «Instruments of Persuasion» y «Sold Short», dando incluso cabida a las generaciones más nuevas del hardcore a formar parte del tremendo legado que ya tenía construido Napalm Death. “Our Pain Is Their Power” un demoledor título por cierto, cierra “The Code Is Red… Long Live the Code” con una atmósfera lúgubre y maldita. Una mezcla curiosa en la que Napalm Death, como en cada entrega se encarga de describirnos muchas de las injusticias político y sociales que vive el mundo a un ritmo insano, pero siempre preocupándose de entregar un mensaje propio.
Por Nelson Silva A.