East: La canción de Prince que podría cambiarte la percepción de él como artista pop
Como Anneke Van Giersbergen, quien aunque publique un álbum pop su esencia y respeto está en la escena metalera, la esencia de Prince, o la idea general que se tiene de él, yace en la escena del pop y posteriormente el funk, pero al dedicarse realmente a escuchar a Prince cualquiera puede darse cuenta que era mucho más que pop o funk, o incluso rock a secas. Prince fue un artista que no se aferró a ningún estilo de música en particular, componía lo que simplemente tenía ganas de componer aunque lo llevara a crear un álbum con un estilo totalmente diferente a alguno anterior. En la esencia, aún se escuchaba a Prince.
Dando un salto a su placa número 27 de estudio con el particular nombre «N.E.W.S.», ésta aparece en un contexto-fase -y da fin a ella- entre 2000 y 2003 que se despliega junto a los álbumes “The Rainbow Children” (2001), “One Nite Alone…” (2002) y “Xpectation” (2003) y que fue en gran medida experimentaciones entre jazz, funk y rock psicodélico. La banda de apoyo de ese entonces era John Blackwell en la batería, Renato Neto en el piano y sintetizadores, Ronda Smith en el bajo y Eric Leeds en el saxofón. Prince en la guitarra, fender rhodes y teclados digitales.
Los dos que vieron la luz el año 2003 se tratan de álbumes completamente instrumentales. “N.E.W.S”, por su parte, consiste en cuatro canciones dirigidas por el músico de 14 minutos de duración cada una, todas grabadas en vivo en el estudio el mismo día (6 de febrero de 2003): «North» (Norte), «East» (Este), «West» (Oeste) y «South» (Sur), ordenadas en respectivo orden.
De todos los tracks se pueden sacar apreciaciones, sin duda, pero en esta ocasión se siente pertinente darle spotlight a la segunda en el LP, ya que la misma aglutina en su mejor precisión un poco de todo lo que se incorpora en el trabajo completo.
«East», en efecto, es una pieza musical que incorpora bastante jazz, psicodelia, rock progresivo y metal [progresivo], sin pasar por alto el funk y las pinceladas de ambient music y sin plasmar indicios de ser pretenciosa. Sin embargo, más allá de la mera variable sonora, se podría interpretar como una historia dividida en 5 partes:
La primera parte comienza con una melodía en teclado que suena como un ideal soundtrack para una escena de película hollywoodense en mitad del Medio Oriente. / La segunda parte se introduce a través de un solo de batería de John Blackwell bastante similar al estilo de Phil Collins en Brand X, el cual en conjunto con el teclado nos va a acompañar por un par de minutos hasta incorporarse el saxofón y luego la guitarra insinuando un duelo entre los cuatro instrumentos. / En el minuto 5 (inicio de la tercera parte), la guitarra a través de un riff al estilo de Porcupine Tree toma un carácter más amenazante y que esboza una ventaja que podría estar tomando la guitarra en el duelo, para luego tanto el saxo como el teclado tomar la misma fuerza y poder defenderse, mientras que simultáneamente la batería va perdiendo la fuerza con la que se introdujo al principio de la segunda parte. / La cuarta parte nos muestra una reconciliación de los instrumentos para unirse y transformarse en una cálida y alegre pieza de jazz up-tempo, que por cierto, progresivamente se va desvaneciendo para convertirse en la quinta parte de la canción, o más bien el final de ella, a través de una melodía suave, ambiental e ideal para acompañar los créditos del “cuento” que acabamos de oír.
Lo que puede tornarse sorprendente, es que en teoría no sólo esta composición sino que el álbum completo se trata de una improvisación. Y aunque parezca un ensayo para argumentar que Prince es quizás más progresivo que artistas progresivos, en realidad se trata de lo inesperado y desapercibido que pudieron llegar a ser las exploraciones del que también se autodenominaba como un love-symbol.
