Illapu y Los Jaivas, dos de las bandas de amplia y destacada trayectoria en nuestro…
El autoexilio de Los Jaivas: su historia tras el Golpe de Estado
El 11 de septiembre de 1973 fue una fecha que pegó fuerte como un mazazo en la cultura de nuestro país. La separación de bandos, los allanamientos, la violencia y el terror de parte de los militares se dejaron caer desde ese día y por demasiado tiempo —excesivamente demasiado tiempo—, lo cual marcó un estancamiento a nivel nacional de ganas y talentos de muchos músicos que llevaban desarrollando cosas muy interesantes en Chile.
Los años que precedieron al Golpe para Los Jaivas fueron de una creatividad artística neta. Lejos habían quedado los años de The High Bass donde animaban fiestas universitarias con melodías pop y bailables. La banda, producto de un místico viaje por Sudamérica de «Gato» Alquinta hacia el encuentro con otras culturas latinoamericanas abrazaba la experimentación de sonidos, la vanguardia, y se transformaba de a poco en una de las bandas pioneras por cosmovisión musical en Chile. Piedra Roja, diversos conciertos en salas locales (los desaparecidos Teatro La Reforma, Teatro Marconi —hoy de las Artes—) y un futuro show en el Teatro Municipal programado para el 14 de septiembre (que nunca se realizaría) y lo que sería su primera obra sinfónica que nacía de improvisaciones en aquellas grabaciones («Los caminos que se abren») marcaban el pulso de una creciente carrera musical, pero que nunca pudo desarrollarse dentro del mismo país, al menos durante lo que quedaba de la década de los ’70.
El bombardeo a La Moneda llegaba en 1973 y el país entero no entendía mucho lo que sucedía, las fronteras se cerraron, pero Los Jaivas, al ver la primera oportunidad de cambio de esta medida, aprovechó el crucial momento que se abrió para realizarlo y lo supo hacer muy bien. ¿El viaje? tenía que ser lo más cerca de Chile posible: Argentina, que por cierto también vivió una de sus etapas más ricas en cuanto a folclore y surgimientos artísticos (siendo Atahualpa Yupanqui, las sambas y chacareras trasandinas algunos de los principales absorbentes que aprovechó la legendaria banda chilena).
«Desde el Golpe vivimos este cuento que se llevaban preso a todo el mundo, de que aparecían ‘marxistas leninistas’ por todos lados, ‘gente que se comía a los niños'» ironiza Mario Mutis, miembro legendario aún con vida de la banda. «Este país se convertía en un infierno». Fue exactamente el 27 de septiembre que la banda logró ir más allá de la cordillera, vía terrestre «en una micro toda destartalada, con los niños, con los hipoglos pal potito de las guaguas, con las bacinicas» cuenta en una entrevista Mario, «y donde nos pararon por lo menos diez veces en el trayecto patrullas militares, haciéndonos bajar y haciéndonos preguntas como ‘¿Ud. Porqué tiene el pelo largo?, ¿Ud. porqué anda con un charango? Si el charango era un instrumento revolucionario para ellos, poco menos que queríamos comer niños por tocarlo», recordaba hace unos años ahora con risa el bajista.
Los Jaivas optaron por lo sano, sin ser expulsados del país se anticiparon a la jugada. En aquella primera etapa los músicos y artistas no fueron particularmente perseguidos, por lo demás la banda nunca le cantó tanto a la revolución y ahí entró en juego su manifiesto —que ha sido cuestionado y criticado, por cierto—de no ser partidarios ni hacer música política, sino más bien recoger el concepto de unidad y libertad, tomando el patrimonio musical del folclore latinoamericano como consigna más que ideales partidarios. Digamos que aquello los ‘salvó’ un poco, pero claramente ellos no estaban del lado «oscuro» de la fuerza tampoco y tarde o temprano iban a ser cuestionados. «La prioridad no fueron los músicos en aquella etapa» recalca Mutis, «sino apropiarse de los medios de comunicación, de las empresas y capturar a los políticos ‘revolucionarios’. Nosotros como músicos pasamos a segundo plano. Después vinieron las cosas contra los artistas, escritores, pintores y todo eso. Alcanzamos a salir de Chile antes que esto nos afectara directamente».
Lo que pasó después da para una de las historias más maravillosas de la banda y del rock nacional: la construcción en Argentina de discos como «El indio» y «Canción del Sur» que siguen siendo unos de los más preciados dentro de su discografía, y en la previa de su viaje a Francia donde canalizarían una de sus más grandes obras maestras: «Alturas de Machu Picchu», del cual ya se ha escrito hasta el cansancio, pero que sigue siendo objeto de culto y de valoración de su música hacia el mundo entero.
Por Patricio Avendaño R.