«Eno»: La aventura hacia lo impredecible (In-Edit XX)
Con más de 50 años de carrera artística, Brian Eno es una figura que siempre ha estado vinculada a la vanguardia y la experimentación, embarcado en una búsqueda por ampliar los horizontes sonoros, así como la experiencia de escuchar y ver el arte. La actual versión del Festival In-Edit Chile, en celebración de su 20° aniversario, fue la ocasión para ser testigos de la aventura más reciente del británico, ofreciendo a los espectadores una experiencia que los vinculó como nunca antes, rompiendo con los paradigmas tradicionales y propios de una obra audiovisual.
El documental en cuestión se titula simplemente “Eno”, un efectivo guiño a la capacidad del artista para abordar conceptos amplios y complejos, para posteriormente reducirlos a la mínima expresión. La característica más relevante de esta obra es que se trata de un trabajo realizado en base al arte generativo, una metodología que se apoya en los avances tecnológicos para hacer de las audiencias un ente activo en la creación de obras. Mediante un complejo software, la proyección de “Eno” es diferente en cada fecha y lugar donde se presenta. El orden del relato puede cambiar, como también su contenido y duración. Debido a estas mismas características impredecibles, es que la función no contaba con subtítulos al español, lo que hizo de la función un acontecimiento aún más fascinante y especial.
En su matriz, “Eno” es un documental que revisa la carrera de Brian Peter George St. John le Baptiste de la Salle Eno, sus aproximaciones heterodoxas a la música, sus particulares métodos creativos y su legado, tanto en el rol de compositor como de productor. Sin tener alguna habilidad especial con los instrumentos tradicionales, se nos muestra el inicio de un artista con un tremendo sentido de intuición, quien logra desenvolverse como músico a través del uso de cintas y la experimentación con los sintetizadores, en tiempos donde aún se trataba de un instrumento extraño y complejo. En esta etapa temprana es donde destaca como miembro de Roxy Music, conjunto que pasará a la historia por hacer un pop vanguardista, pero que también bebió de influencias tan estrambóticas y diversas como The Velvet Underground, Little Richard o el doo-wop.
En su faceta de productor, es donde la obra logra abordar los cuestionamientos más profundos y elementales en su carrera, convirtiéndolo en la figura tan particular y relevante que es hoy. Para poder lidiar con las crisis creativas, Eno desarrolla un sistema llamado “Oblique Strategies”, el cual consiste en un mazo de cartas con mensajes, consejos o preguntas que lo impulsan a tomar ciertas decisiones, haciendo del azar un aspecto esencial de su metodología. Producto de este aparente viaje a través de lo incierto, es que desarrolla su sólida carrera solista, se transforma en uno de los mayores impulsores de la música ambiental e inicia un prolífico recorrido de colaboraciones, que incluye artistas de la talla de David Bowie, Talking Heads, U2, Devo o David Byrne.
Por sobre todas las cosas, “Eno” nos hace reflexionar, deslizando una serie de preguntas existenciales. En su gran mayoría, la respuesta a estos cuestionamientos es sencilla. Las posibilidades son infinitas, y es a través de nuestras decisiones intuitivas que vamos creando nuestro propio camino improvisado. Gracias a la naturaleza de esta obra, Brian Eno y su director Gary Hustwit ofrecen un documental que imita a la vida misma, presentándose único e irrepetible en cada ocasión. Un detalle tan sutil pero primordial, que rompe con el mayor distintivo en la forma del arte moderno: la réplica. Aunque se trate de un pequeño paso en el devenir del arte generativo, “Eno” nos abre la ventana a una manera totalmente nueva de entendernos como espectadores.