Castañuelas y guitarras flamencas/portuguesas se apoderan de la creatividad The Cure en uno de sus…
Faith– The Cure: La belleza de lo triste
Fiction Records, 1981
Desde las oscuras profundidades del ser hasta la luminosidad del pop, The Cure siempre ha caminado por los extremos. Sus álbumes han capturado una gama tan amplia de emociones que, a estas alturas del recorrido, ya son inconfundibles en ese aspecto. Pero ese sello recién se empezaba a fraguar entre 1980 y 1982, cuando la banda cambió su formación, cambiaron los productores, hicieron amistades con los que lideraban el pop y lanzaron tres discos muy impresionantes, los que representan la primera etapa de su carrera. Uno de ellos, y el menos considerado, es Faith.
Este trabajo suena consistente porque la producción tuvo la capacidad de convertir el drama en una viva danza emocional, cantando mientras colocaban una intensa emoción encima de otra, entre la depresión y cierta alegría. Gran parte de Faith fue escrito en el estudio y por Robert Smith, quien buscó su inspiración en las primeras experiencias que vivía con la muerte, con la pérdida de la fe y la añoranza de una infancia perdida. Al menos dos canciones (‘All Cats Are Grey’ y ‘The Drowning Man’), están inspiradas en la novela ‘Gormenghast’ de Mervyn Peake, y ‘All Cats Are Grey’ tiene, además, teclados, piano y ningún sonido de guitarra.
Se considera el álbum más espiritual de The Cure y el segundo de su “trilogía oscura” al girar en temáticas que apuntan a la falta de fe, y es casi como una “investigación” en ese sentido, retratar la fe como creencia. Para inspirarse, Smith visitó muchas iglesias y observaba a los feligreses celebrando su fe, esa que él no entendía en absoluto. Tales reflexiones le llevaron a crear ocho densos temas, los que configuran Faith.
El álbum se mueve desde emociones pop sofisticadas (‘Primary’) a deprimidos sintetizadores (‘All Cats Are Grey’), y también gritos más descarnados (‘Doubt’), lo que no significó cambiar su configuración instrumental minimalista para sintonizar con esa riqueza emocional que, a pesar de abundar en canciones de desesperación, no parecía afectar a una banda que sonaba estar a punto para dar el salto a la fama. A falta de un cuarto miembro, Smith quedó a cargo de guitarras y teclados, mientras que la sección rítmica proporcionaba un suave sonido que dominaba cada canción. El bajo y los dispersos tambores dejaban los momentos de silencio siniestramente reducidos a ritmos puros, sin adornos de producción, aún más en carne viva.
A pesar de su protagonismo en el disco, el trabajo de Smith aún era tímido, por lo cual la figura de Simon Gallup y el bajo de 6 cuerdas que usó, produjo efectos que lograron traspasar la sensación de canciones tristes y grises, aportando significativamente a esa atmósfera claustrofóbica y de una gran intensidad emocional, no escuchada antes de que sonaran ‘The Holy Hour’, inspirada en Ian Curtis, ‘Other Voices’ o ‘The Drowning Man’.
Sin la ira de Pornography, Faith no sólo es una colección de canciones, sino una pieza completa que se tiene que observar como un todo, no resulta fácil diseccionar tema por tema, ya que cada uno suma a la misma atmósfera lenta, tomando los elementos más suaves de Seventeen Seconds para pintar un cuadro de las subidas y bajadas producidas en un período depresivo, de drogas y alcohol y de muertes familiares. Faith es también un hito para Robert Smith en lo lírico, porque puso a disposición del minimalismo musical toda una cuestión de fe y existencialismo de exuberante tristeza, y que no volvería a tocar tan bien sino hasta Disintegration (1989). Y a pesar de sus muchos méritos, Faith ha quedado relegado dentro de la discografía de la banda. Tachado por la prensa de la época como “la cara moderna del pinkfloydismo”, ya es claro que The Cure basa su legado en justamente eso, en exacerbar la belleza de lo triste, lo que curiosamente es lo que les permitió sonar siempre más encantadores; y por su contexto histórico, Faith es el máximo deudor del mítico Closer, de Joy Division.