“Fear of the Dark”: la antesala a los bajos años de Iron Maiden

“Fear of the Dark”: la antesala a los bajos años de Iron Maiden

EMI Records, 1992

Tuvo todos los elementos para fallar, y así lo hizo —con excepción de la portada. Fear of the Dark, que salió a la luz el 11 de mayo de 1992, no es un título que se le recuerde demasiado dentro del catálogo de Iron Maiden; ya que muchos aspectos confluyeron para que fuese un paso en falso. Arrastrando todavía la ausencia de Adrian Smith, en una de las guitarras, que comenzando la década decidió dar un paso al costado. Junto a No Prayer for the Dying (1990), que no estuvo a la altura de sus inmaculados antecesores; arrastró un cansancio creativo. Repitieron la misma fórmula de grabar en la granja propiedad del bajista, en el condado inglés de Essex; que no terminó de acomodar a la banda —siendo el vocalista quien peor se refiere a aquella idea.

Bruce Dickinson desmotivado, ya convivía con su propia carrera solista —iniciada con Tattooed Millionaire (1990); y un tema homónimo, Fear of the Dark, que terminó siendo más grande que el disco en sí —cuyo mérito por supuesto se dio en conciertos, dejando relegada la versión en estudio. Esta 9ª incursión, con la que se jubiló el inmortal productor Martin Birch, tuvo flaco favor al empinarse hasta las doce canciones; los cuales varias quedan al debe —las miradas apuntando a Steve Harris, en su primer asomo en la mesa de control, y que hasta la fecha ha enseñado que su única falencia es no filtrar lo que debería quedar fuera. Ya que si hubiese omitido Chains of Misery, The Apparition y Weekend Warrior; el álbum no tendría fama de eslabón débil.

Aquello porque también hubo material de muy buena factura, nada más iniciando con la cuasi speed metal Be Quick or Be Dead; que se basa en algunos escándalos políticos y económicos europeos, de la época, que incluyó el desplome del banco BCCI —cierta relación monetaria, desde otra arista, que mostró Judas Be My Guide. Y que cuyo opuesto viene a ser Wasting Love, una power ballad única en su especie; un punto alto muy pulido y oscuro. Que hiela la sangre con ese primer verso, casi susurrado, “Quizás un día seré un hombre honesto, por el momento hago lo mejor que puedo” —labor que termina de llevar a cabo el inquietante clip dirigido por Samuel Bayer, tras encargarse de Smells Like Teen Spirit (Nirvana) y Mama, I’m Coming Home (Ozzy Osbourne).

Brillando la dupla compositiva Dickinson / Gers —quienes se habían fogueado con el mencionado Tattooed Millionaire; siendo aquí la primera oportunidad de Janick para aportar ideas dentro de la Doncella de Hierro, ya que ello no ocurrió en No Prayer for the Dying. Situación que se repite en Fear Is the Key, la cual aborda un tópico no menor por aquel entonces: la explosión global del sida, y que lleva una referencia hacia el hace poco fallecido Freddie Mercury —con aquello de “A nadie le importa hasta que alguien famoso muere”.

Harris despachando aceptables facturas del tipo Childhood’s End y The Fugitive, pero que pasan a segundo plano debido a la grandilocuencia de Afraid to Shoot Strangers. Una de las largas duraciones, que comienza tímida hasta llegar a los fuertes cambios de ritmo, empinándose hasta casi los siete minutos; tomó por inspiración la Guerra del Golfo —conflicto finalizado apenas un año antes. Basándose en la visión de un soldado, el cual no desea matar a nadie, y que es utilizado como simple peón por la maquinaria política.

From Here to Eternity, un tema con mucha pasta de grandes arenas y estadios, da por finalizada la historia de Charlotte —uno de los favoritos Maiden-mitos; que inició Charlotte the Harlot (1980), continuado por 22 Acacia Avenue (1982) y Hooks in You (1990). En esta última entrega, la rubia según muestra el apocalíptico video, se encamina en un viaje de motocicleta con el hombre que allí conoce —el cual no se descarta que sea el demonio; terminando muerta con aquello de “Pero como todos los sueños que llegan a su fin, cayeron en una curva del diablo”.

Fear of the Dark, como bajada de telón, fue la que mejor prosperó; y tiene suficientes credenciales para serlo —pese a no haber sido uno de los singles promocionales. Se le considera la secuela natural de Murders in the Rue Morgue e Innocent Exile, ambas de 1981, indagando la paranoia de un hombre nervioso. En este caso, que algo o alguien salte encima de él desde la oscuridad; producto de las películas de terror o haber indagado sobre ocultismo —y que según el cantante, guarda una especie de relación con el encargado de las cuatro cuerdas. Se transformó en un clásico instantáneo y caballito de batalla para Maiden; siempre figurante en los conciertos aunque algunos sean conmemorativos de épocas anteriores —siendo la única vez, que se prescindió de ella, en una pequeña gira de 2005. Es en este ámbito donde mejor brilla, dejando obsoleta a la versión de estudio; quizás siendo su culmine, o al menos la más reproducida, la que salió de la tercera edición del Rock in Rio (2001) —claro mérito para Dickinson, sabiendo qué se necesita para ambientar el comienzo del modo más idóneo y teatral; al mismo tiempo que aleona a la audiencia.

De no haber sido por la futura existencia de Virtual XI (1998), Fear of the Dark ocuparía el escaño más bajo de la discografía; pese a engañar con la soberbia portada, la cual fue un salto de fe. Ya que por primera vez prescindieron de los trazos de Derek Riggs, dándole oportunidad a Melvyn Grant —quien se adjudicaría algunas otras más adelante; queriendo darle un aire de nueva década a Eddie, según las palabras del mánager, que apuntó hacia el horror de los cómics. Y aquello queda plasmado con esta especie de Nosferatu, parte de un tétrico árbol al desnudo, en medio de la azulada noche con la luna llena por detrás. De allí en más pasaron a un segundo plano que se prolongó por el resto de los 90’s; secundados por Blaze Bayley tras el micrófono.

Nacion Rock

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