Fever 333 en Lollapalooza Chile 2019: El caos perfecto
Más que algo de ruido han venido haciendo con sus explosivas presentaciones y ayer, muy puntuales, lo dejaron más que demostrado. El escenario Acer se preparaba para recibir los azotes de rabia y energía que representa esta banda, en toda su esencia y forma. Y el buen puñado de público con sed imperante de mosh lo sabía de antemano: esto se transformaría en una batalla campal.
THE FEVER 333 en términos de música, mezcla elementos del punk/post-hardcore de cosas como At the Drive-In con una savia de hip-hop y rap, con bases y electrónica que los asemeja con RATM y Linkin Park , pero por sobre todas las cosas, tienen un mensaje duro, en el que, a través de sus escupitajos de rabia y actitud (con aquella intro encapuchada, rebelde y solemne), se alzan contra el racismo, pero también enfrentan (entre otras cosas) los problemas recientes de inmigración bajo el gobierno de Trump, la desigualdad de riqueza, la misoginia y la brutalidad policial.
Eso es en gran medida la propuesta del trío compuesto por el vocalista Jason Aalon Butler, el guitarrista Stephen Harrison (de los ahora difuntos metalcore The Chariot) y el baterista Aric Improta, que ayer hicieron estallar a las cuatro y media de la tarde este retirado escenario de Lollapalooza, que por cierto, nos ha brindado shows tan buenos como Ghost o Royal Blood en versiones anteriores. Sin duda este es para agregar a la lista de inolvidables.
Jason Aalon Butler, es un predicador del descontento, corre de un lado hacia otro, toca con las baquetas sobre los amplificadores como enfermo, se arrima a escenarios improvisados y alternativos haciendo que el público lo siga y trate de absorber ese poder, en esta ocasión haciendo que la polvareda desatada en los constantes mosh fuera inmensamente revoltosa, mientras sonaban cosas como ‘Burn It’, ‘Made an America’ («porque hicimos a este hijo de puta» salen disparados los gruñidos de la furiosa boca de Butler ), la pegajosa ‘One of Us’, ‘The Innocent’ o ‘Hunting Season’.
No había tregua, todo se volvía caótico y sin duda fue uno de los shows más «violentos» de la tarde. Solo risas, cansancio, polvo y caras de asombro se vieron en su despedida en que dejaron todo literalmente en llamas.
Por Patricio Avendaño R.