Fue permanente emoción: el histórico reencuentro de Los Jaivas con el Teatro Caupolicán en 1981
Ocho años llevaban Los Jaivas fuera de Chile. Mismo tiempo que los militares gobernaban el país tras el Golpe de septiembre de 1973. Si para Los Jaivas estos años significaron su tiempo de mayor aprendizaje, producción y madurez estética entre los vaivenes del autoexilio, en Chile fueron los de construcción de los cimientos del país autoritario/neoliberal que es hoy, con DINA, Caravana de la muerte y Hornos de Lonquén. En ambos casos, 1981 fue un año de consolidación. Los Jaivas editan Alturas de Macchu Picchu, su obra más importante y la dictadura pone en vigencia la Constitución, el sistema de AFP y la municipalización de la educación. En este contexto, Los Jaivas anuncian su regreso al país.
Habían estado antes en 1975, también con un recordado concierto en el Teatro Caupolicán. Sin embargo, en aquella oportunidad, la memoria fresca aun no hacía de la ausencia del grupo un flagelo irresistible para sus seguidores. En esa gira no estuvo Mario Mutis, que fue reemplazado por Julio Anderson y todavía no habían sido editados sus clásicos discos El indio, Canción del sur y Alturas de Macchu Picchu. La situación para 1981 era diferente. Había pasado casi una década desde el desmembramiento de la actividad cultural y Los Jaivas llegaban a Chile con su formación original y en su mejor momento creativo, luego de esa trilogía de álbumes editados entre 1975 y 1981 entre Argentina y Francia.
La banda venía de tocar en Obras Sanitarias en Argentina, ante diez mil personas y con el disco Alturas de Macchu Picchu recién terminado (el disco, aun no la película). Las expectativas eran altas y no sólo habían cambiado ellos, también lo habían hecho el medio artístico y la prensa. En el país, Congreso y Florcita Motuda consolidaban sus carreras en torno a la fusión del rock con las músicas latinoamericanas y la prensa de espectáculos alcanzaba estándares de profesionalización que, aunque mínimos, eran muy superiores a los de inicios de los 70.
“La última vez que estuvimos fue en 1975, donde el público era el de siempre. Pero esta vez era distinto, con mucha juventud, muy heterogéneo y masivo” , recuerda Gato Alquinta en la biografía del grupo Los caminos que se abren. Luego añade: “Cuando llegamos a hacer prueba de sonido, las colas también daban dos vueltas a la manzana”.
El primer concierto, del día viernes 21 de agosto, Los Jaivas interpretaron diez canciones concentrando la médula del setlist en sus discos El indio y Canción del sur. Pero la jornada más memorable fue la del sábado 22, con trece piezas y que hoy es posible escuchar completo en un video subido a YouTube. La estelaridad de la visita es confirmada por la inusual cobertura que gozaron de parte de Radio Cooperativa, Radio Carolina y Canal 13, que registraron y transmitieron el evento (el material audiovisual dirigido por Pablo Perelman, fue subido al Facebook del grupo en 2016 y todavía está disponible).
‘Del aire al aire’ y ‘Tarka y ocarina’ abrieron el show, con la habitual entrada psicodélica de Gabriel Parra con máscara de diablo. Los hits más importantes interpretados fueron ‘Pregón para iluminarse’ y ‘La conquistada’ del Indio, ‘Canción del sur’ del disco homónimo y ‘Mira niñita’ y ‘Todos juntos’ de La ventana, ocasión en que el teatro rugió frente a la interpretación sólida y enérgica del conjunto, terminando con un espontáneo grito de “¡Jaivas! ¡Jaivas!”, a lo que la banda responde “¡Chile! ¡Chile!”. También se interpretaron futuros clásicos, como la recién editada ‘Sube a nacer conmigo hermano’, la difícil de conseguir en el país por entonces ‘Mambo del Machaguay’ y el espectacular cierre con ‘Corre que te pillo’.
“Siempre el Caupolicán ha sido un teatro de esfuerzo. Donde hay que estar de igual a igual con el público, porque uno está rodeado por la gente. Es muy fuerte la experiencia, cuesta empezar con la energía que llega por todos lados y hay que devolverla tocando”
Las palabras de Claudio Parra en el registro documental del show sintonizan con las ideas de quienes recuerdan la doble jornada, entre otras cosas, por su espíritu liberador en el invierno de Pinochet. Para Tito Escárate, músico e investigador del rock chileno, el concierto definió su vida:
“Los que éramos niños pal’ Golpe, teníamos una idea en la cabeza de estos Jaivas que era un poco mítica. Lo que se da en el Caupolicán es un gran concierto de rock. La gente que entraba a ese concierto entraba a otro Chile, uno distinto que era el que vivíamos con la dictadura militar y los milicos poniéndotela dura. Me acuerdo que estaba con otros amigos del colegio, nos tomamos unos copetes y adentro empezaron a correr los pitos. Era otro país y cuando tú te topas con esas propuestas tan poderosas, te tocan profundamente y son capaces de cambiarte la vida”
Los shows del 21 y 22 de agosto de 1981 fueron, posiblemente, los sucesos de mayor contraste ocurridos en lo que iba de dictadura, sobre todo para un sector de la juventud que había perdido la oportunidad de vivir el rock chileno como un fenómeno nacional como fue a comienzos de los 70, recluyéndose en barrios, pequeños gimnasios y escenas locales. A la vez que otro porcentaje del público más joven, ni siquiera tenían la oportunidad de recordar el escenario rockero nacional previo al Golpe de Estado.
Esas noches también estuvieron presentes Violeta Parra y Pablo Neruda, dos personajes, sino prohibidos, muy menoscabados por el filtro censor del régimen. Los Jaivas presentan algunas canciones del que luego será su álbum Obras de Violeta Parra, con ‘En los jardines humanos’, ‘El guillatún’ y ‘El gavilán’, además de la mención al poeta al anunciar ‘Sube a nacer conmigo hermano’, primer single de Alturas de Macchu Picchu lanzado solo seis días antes. El matiz político del show era entonces ineludible: “¡Y va a caer! ¡Y va a caer!” fue parte del paisaje sonoro del universo experimentado dentro de las paredes del coliseo de San Diego.
Un recital histórico, tal como los eventos previos a la era internet, que hoy cuentan con decenas de historias y mitos urbanos en la web (de un botellazo que le llegó a la batería, de las cientas de cimarras escolares para poder ingresar, de los pitos que corrían sin cesar, de los sapos de la CNI dentro y fuera del recinto…). Si contamos a todos los que dicen que asistieron, podemos concluir que esas noches las almas sumaron el triple de la capacidad del teatro. Tal como ocurre con otros shows como Woodstock en Estados Unidos y Piedra Roja en Chile.
¿Qué vino luego para Los Jaivas? En lo inmediato, concluir su gira por Chile con otros conciertos en Valparaíso, Curicó, Chillán, Valdivia, Temuco, Talcahuano, Antofagasta e Iquique, programados hasta el 5 de septiembre. Luego, editar el disco e iniciar la grabación del documental Alturas de Macchu Picchu, para regresar como celebridad en 1983. ¿Qué vino luego para Chile? La explosión de una crisis económica sin precedentes y el fulgor popular de las protestas y las jornadas de movilización que harían caer a Pinochet. El mismo fuego vivido en el Caupolicán esas dos noches de agosto, que adelantó el sonido de la euforia y la libertad del resto de la década.
Por Cristofer Rodríguez