Geordie Greep-«The New Sound»: Alquimia para melómanos
Un diminuto juego de notas fue todo lo que estalló en los primeros segundos de este disco irreverente, enrollado sin pudor en un acorde que, por primera vez, sonaba amarillo. No solo por las armonías o los ritmos vibrantes, sino por los riffs dorados flotando con aroma a jazzy. La energía fogosa era perceptible desde la primera oída, y se presenta con todo brillo en un corazón que late a medias, abriendo la puerta a una realidad de emociones intensas y exploración creativa donde el bossanova convive con el art rock y se convierte en magia auditiva.
«The New Sound» (2024) un lugar donde la salsa se tiñe de rock, en una danza vanguardista nos presentan a un protagonista lujurioso, sediento y profano, que a través de su lírica vulgar y satírica exhibe un teatro emocional compuesto por un torbellino musical, una alquimia para melómanos, por Geordie Greep.
Conocíamos los sencillos «Blues» y «Holy, Holy» que debutaron con absoluta aceptación de la audiencia y de la crítica, destacando los destellos de creatividad de Greep, quién hace una invitación a bailar y sudar lírica con métricas extrañas pero bien ejecutadas, muchos incluso catalogaron estos lanzamientos como la continuación mejorada del «Hellfire» (2022) pero desde que los elementos latinos de «Terra» nos invaden los tímpanos, confirmamos que no es sino una evolución que no puede ser comparada, pues si bien, hay guiños a black midi en el proyecto, la paleta acústica presenta trompetas y saxo que tejen una narrativa de carnaval, los coros elevándose mientras los excelentes aullidos de Geordie se condensan con los ecos del piano.
El disco tiene una potencia disruptiva que sacude los principios de la imaginación, transformándose en un pasaje psicodélico y verdaderamente catártico, pues en este lienzo rico y denso, el blues, funk y rock progresivo, cuentan sobre tabúes del modo más irónico, sellando la experiencia sensorial que se intenta transmitir.
«Walk up» finaliza con el bullicio de una pelea callejera que en estruendos cómicos recita “I ain’t got no home, I ain’t got no town ain’t got no friends, ain’t got a frown I am unhappy, and that’s the truth I got two words, fuck you!” le sigue la sentimental «Through a war» con su sonido más brillante donde el teclado es protagonista y las guitarras acompañan la velada, este personaje blasfemo ofrece palabras amorosas que rozan la obsesión, «A la primera vista de ti, me postré, por tu toque, habría conquistado cada aldea en la tierra.»
La instrumental pura y los coros etéreos están altamente presentes en tracks como «Bongo Season» que suenan demenciales como un interludio fantasmagórico pero no tétrico, la apertura perfecta para «Motorbike», la canción más black midi en cuanto a estallido sonoro, con tintes oscuros y cantos en forma de estamentos, voces sombrías con saxofón desenfrenado, batería apurada pero simétrica, siendo la sinopsis de la alteración.
La teatralidad que ofrecen estas piezas, es contagiosa y elabora una buena cohesión entre la realidad y la continuidad de emociones, repasando varios estados humanos, que van desde el anhelo hasta el hastío, para luego esconderse en tintineos que producen ansiedad de esa que eleva, que gusta, generando un frenesí que desfila y se desenfunda en la instrumentalidad, podemos imaginar al intérprete bailando solo en medio de la sala, corriendo con angustia y luego ebrio de sensaciones en un éxtasis repleto de encuentros, pues finalmente el mago tiene que hacer su presentación, sin duda, «The Magician» y sus doce minutos de analogías vulgares y aparentemente sin sentido, suenan al primer ejemplar de un libro prohibido, grotesco, a veces el caos viene en piel pulida, de vez en cuando la belleza expresa los temores e incapacidades de manera íntima, como confesiones rítmicas.
Peligrosamente elocuente y con una voracidad absoluta, Geordie Greep mediante las armonías dobladas en las esquinas de sus bolsillos, demuestra que hay quienes le prestan musicalidad a la psique y este es sin duda el caso, todo se derrumba y el telón se baja cuando el compás final llega el clímax del álbum con carátula sugerente, dejando un guiño a la pregunta ¿De verdad queremos despertar?