Gojira y el primer paso por la “Terra Incognita”
Gabriel Editions, 2001
Cuando piensas en death metal progresivo, inmediatamente se viene a la memoria la grandiosidad de Opeth. Sin embargo, este es exactamente el encanto de las bandas que tienen el sello progresivo, porque a pesar de tener en común el sonido pesado y la voz gutural, nunca suenan iguales. Si Opeth es como la narrativa de una pesadilla, Gojira sería el caos en esa pesadilla.
Pero de eso, poco sabíamos en 2001, cuando los franceses lanzaron su debut “Terra Incognita”, el cual sería el primer paso en una escalera de caracol que iría mostrando más y más progresos, en una carrera que creció a pasos agigantados. De hecho, la mayoría de los elementos definitorios de los futuros e innovadores discos de Gojira, como “From Mars to Sirius” y “The Way of All Flesh” están aquí en forma primitiva, lo que hace que este trabajo siempre quede relegado en importancia dentro de la discografía de los galos, pero no por eso vamos a dejar de valorar la inherente innovación que aquí se asomaba. Escuchar “Terra Incognita” en los inicios del siglo no fue fácil, porque ese brutal death metal se mezclaba con instrumentales atmosféricos y letras ecologistas, conjunción sonora bastante creativa, aunque no completamente nueva. Muchos de los riffs de este álbum se asemejan a los de Sepultura y Entombed, y el estilo vocal de Joe Duplantier suena similar al de Max Cavalera, pero hay un claro de luz en cómo intentaron ejecutar la propuesta.
Producción pesada para un death único que resalta en una oscuridad muy medida, casi mecánica, expresada a través de cíclicos bloques de notación, que incluso en el año 2000 hacían un contrapunto al sesgo filosófico de Gojira. Algunos momentos, como el tapping de “04”, el funk de “Satan Is a Lawyer” y la sección media pesada de “Deliverance”, son raíces claras de los elementos más vanguardistas que hasta hoy mantienen y que, en ese momento, llamaban la atención.
“Clone” es otra que demuestra la devoción por los ritmos de tapping y se rige por un buen thrash, similar al que Sepultura tenía en la primera mitad de su carrera. “Lizard Skin”, con un ritmo de guitarra tenue que luego se rompe y da un toque más cuadrado. Fascinante segundo interludio con “5988 Trillions de Tonnes” formado por olas ambientales y percusión tribal irregular, y “Space Time”, al son de una batería fuerte y poderosa, cortesía de Mario Duplantier, acompañada de la voz de totalmente angustiada de Joe. “On the BOTA” busca su fortaleza en la inspiración nu metal, junto a “Fire Is Everything” y “Love”, que también destacan. Otro puntal del álbum son los instrumentales atmosféricos. Es tan atmosférico al final, que el ánimo que transmite es muy inquietante.
En general, el disco juega con las capas de guitarras que cambian constantemente, incrustando surcos, haciendo fluir, junto a una demostración de destreza en la batería y bajo, pero la escritura no estuvo planteada de manera inteligente; era la apuesta que hacían muchas bandas en ese tiempo, cantidad por sobre calidad.
Mario Duplantier comenzó a hacerse un nombre entre los nuevos bateristas, aportando un estilo casi funky al género. Christian Andreu y Joe Duplantier son grandes guitarristas y su propuesta de combinar riffs explosivos seguiría perfeccionándose. Está claro que la banda aún tenía mucho paño que cortar y en ese 2001 no tenían definida su identidad, lo que hace que “Terra Incognita” sea eclipsado y superado por sus sucesores, pero para un álbum debut de groove- death es interesante, porque lanza las semillas a esa tierra que pronto vería florecer a la banda. Una interesante lección de historia sobre la evolución de un grupo que se volvió dinámico e importante.