Y ha llegado el esperado 8 de abril, día de lanzamiento oficial de "Gore", nuevo…
«Gore»: el vuelo sin rumbo definido de Deftones
Reprise Records, 2016
Desde “Saturday Night Wrist” (2006) que cada uno de los discos de Deftones sorprende. No entran nada de fácil, pero a la larga, terminan instalándose siempre entre lo más destacado del año. De una manera encomiable, los de Sacramento modificaron su sonido para adaptarlo a la desgastada garganta de Chino Moreno, que desde “White Pony” (2000) perdió su registro más agudo y limpio, desarrollando uno completamente nuevo: oscuro, gutural y melódico a la vez, muy poco virtuoso, pero único en su capacidad de transmitir atmósferas confusas, brumosas. El Deftones de esta nueva etapa es una banda de atmósferas, no de himnos inolvidables, y “Diamond Eyes” (2010) y “Koi No Yokan” (2012) tributan absolutamente a esa lógica orgánica.
“Gore”, su nueva placa, no fue nada de fácil. Stephen Carpenter abiertamente señaló que se sintió incómodo en este proceso creativo, reviviendo una tensión que siempre ha estado latente en la nueva etapa de la banda. El resultado es un disco difícil de digerir, con melodías vocales que no atrapan con facilidad, riffs de guitarra difusos, casi siempre parte de una atmósfera sonora, y casi nunca reconocibles ni tarareables. Pero al final, el disco te atrapa.
“Prayers/ Triangles” y “Doomed User” sacan la tarea adelante como los singles del disco. Están, sin duda, entre las mejores canciones de “Gore” pero, nuevamente, no entran con facilidad. Si la primera es la encargada de atrapar con una ambivalente melodía, la segunda es la de los riffs de Carpenter, que alterna entre un sonido de metal más clásico, y el heredado del post metal que ha caracterizado a Deftones en sus últimas entregas. Aquí también es posible apreciar cómo Sergio Vega cada vez impone de mejor forma su sonido, incorporando efectos a su bajo que lo hacen tremendamente pesado y protagonista. El ex Quicksand se ha convertido en un pilar fundamental del nuevo sonido de la banda.
Hay también algunas olvidables (“Acid Hologram”, “Pittura Infamante”), aunque contribuyen de todas formas a darle hilo conductor a la atmósfera del disco. Por su parte, con sólo ver a Jerry Cantrell en los créditos, “Phantom Bride” gusta antes de siquiera haberla escuchado. Lo cierto es que es realmente una buena canción, donde las notas del guitarrista se hacen notar segundo a segundo y le entregan un matiz más clásico al disco.
Deftones ha tenido el beneplácito de la prensa casi sin discusión en los últimos 10 años, porque optó por el camino de las atmósferas sombrías y volátiles, por el sentido del disco como un sistema orgánico e indivisible en partes, más que en el poder de un buen single. Se alejó, así, de todos los de su generación, y sin traicionar su sonido, aprendió rápidamente a dialogar con los códigos del rock y el metal del siglo XXI. Ahí está la gracia.
Por Felipe Godoy Ossa