Interpol en Lollapalooza Chile 2019: Vigencia y solidez
El celebrado «Turn on the Bright Lights» los hizo salir de gira cuando se cumplieron 15 años de su lanzamiento. Tras hacer varias fechas, Interpol volvió al estudio para registrar una nueva placa, teniendo los recuerdos vivos de lo que significó releer sus primeros temas y viéndose tentados de seguir por el mismo camino. Pero lejos de aquello, en «Marauder», su reciente producción, la banda conserva su particularidad post punk pero observándola desde una perspectiva más madura. Con esa impronta, Interpol salió, en el atardecer santiaguino, a complacer a su fiel fanaticada en la segunda jornada de Lollapalooza.
Su cuarto paso por el país (y segundo en el festival) ofreció esa variante de la reinvención como nuevo ingrediente en la receta. Como decíamos, tras años de pisar suelo seguro las nuevas composiciones, como «If you really Love Nothing», «The Rover» y el adelanto de «Fine Mess» (que estará incluido en un EP que se lanzará en mayo), se mezclaron muy bien con clásicos como «C’mere» «Evil» y «PDA», evidenciando un viraje hacia propuestas más blueseras y con mucha menos angustia que las de antaño. La lectura iracunda de «Say Hello to the Angels» y el ritmo de «Slow Hands», timoneada por una gran línea de bajo y un Hammond ingenioso, fueron las que despertaron mayor desenfreno, mientras que la guitarra virtuosa de Daniel Kessler registra una actualidad tan poderosa como lo era en el pasado. Quizás, las únicas críticas son que efectivamente mostraron una menor energía, pero tampoco es que se caractericen por eso. Además, venían con shows al hilo desde Argentina (sideshow incluido) y el desgaste pasa la cuenta. Y el otro detalle negativo, es el haber planteado el número en un escenario tan protagonista; la vez anterior tocaron en el íntimo Acer Stage, lugar ideal para coronar una comunión mucho más privada que la que se logró con los noveles aficionados, que esperaban a Post Malone y Twenty One Pilots, quienes escucharon con respeto pero sin sentirse tocados por la magia que ofrece la banda cuando va desenredando su madeja sonora, potenciada por esa atmósfera post punk de pocas luces y trajes negros.
En esta edición 2019 de Lollapalooza, los liderados por Paul Banks son una banda madura, adulta, y que habla en ese lenguaje. Con un set lamentablemente más corto que el de un show tradicional (en los que tocan 20 ó 22 canciones), lograron salir airosos gracias a ese pulso rítmico que les ha permitido ser amplificadores de un sonido que nació 20 años antes de su debut, con Joy Division y Gang of Four, y que ahora plantea una transición hacia una propuesta menos hermética pero que igualmente gana en frescura, lo que permite observar nuevos climas en el desarrollo del show. Interpol está absolutamente vigente y es significativo señalar que la renovación forma parte de su fórmula ganadora en vivo. Los sobrevivientes de la camada «salvadora» del rock en los ’00 siguen en encomiable momento creativo.