“Iommi”: el disco que unió al guitarrista de Black Sabbath con una constelación de estrellas del rock moderno
Divine / Priority Records, 2000
Tony Iommi aprovechó la etapa errática de Sabbath para jugar a hacer algo entretenido, mucho más allá de que si fue de calidad o no, quiso divertirse un poco junto a grandes y buenos amigos. Esa era la premisa. Un álbum en solitario de uno de los más legendarios del metal fuera más allá de toda duda razonable. Desafortunadamente, lo que generalmente sucede cuando alguien de su talla y trayectoria graba un álbum en solitario es que fusionan el estilo de la banda de la que provienen con el rock/metal convencional de la época. Tony Iommi no es una excepción. Al igual que su álbum «en solitario» (aunque acreditado a Sabbath), «Seventh Star», que estaba infestado de la influencia del glam metal de los 80’s, pero este intento de un álbum en solitario presenta mucha infección del rock moderno de finales de los 90’s y eso pegó bien.
La música está muy dividida en sonido. La mitad de las canciones tienen una sensación moderna de Black Sabbath, con una atmósfera oscura y algunos riffs pesados de estilo Iommi. La otra mitad tiene influencias industriales leves en la batería, los efectos y la producción, así como el núcleo comercial se encuentra con riffs del estilo Audioslave y estructuras de canciones del post grunge y para ello los invitados fueron los que acrecentaron más este registro en el toque modernoso. Bob Marlette, ingeniero y productor, fue otro de los personajes clave de la realización del disco, compenetrándose no solo en la producción, sino en la escritura de los temas.
La composición de las canciones es muy simple y muy icónica con los riffs que siempre manejó el maestro de las cuerdas de Sabbath, y lo principal fue el gancho. La parte más interesante de este álbum es la variedad de vocalistas enlistados para cantar en él. Cada canción tiene un vocalista diferente de diferentes estilos de rock, que van desde Henry Rollins a Billy Idol a Serj Tankian a Billy Corgan o al propio Ozzy. En algunos casos, esto hace que algunas canciones sean interesantes, especialmente si te gusta el vocalista en particular, pero en otros casos realmente fallan en el intento. Lo curioso de algunos casos es que algunos de los vocalistas cantan de manera diferente a como lo harían en sus propios proyectos, lo cual, nuevamente, es bueno o malo dependiendo de lo que sientan por ellos. Dentro de las mejores canciones del álbum eran las que presentaban a Billy Idol («Into the Night»), Billy Corgan, quien trabajo palmo a palmo con Iommi en la composición («Black Oblivion») y la que tenía a Ozzy y a Bill Ward (significativa reunión sabbathica para el temazo «Who’s Fooling Who»). Y los que contienen a Phil Anselmo («Time Is Mine») y Serj Tankian («Patterns») fueron buenas apuestas con mucho poder y quizá de las mejores del disco. El resto varió de menos a más, en parte debido a la composición de canciones un poco inconsistentes, y otra en parte debido a los cantantes. Sin embargo, Cuando Iommi toca sus solos, es increíble, pero no los toca con la frecuencia suficiente para muchas de las canciones.
El concepto de cantante invitado fue interesante y de alguna manera siempre ha sido entretenido este trato «colaborativo» en el rock (hoy en día se sigue dando con frecuencia), pero la mayoría de las canciones todavía tenían la misma sensación de lo que olía amodernoso en ese año (con el numetal en sus años de mayor eclosión y furor, por ejemplo), aunque siempre al servicio del riff de Iommi que se adaptó un poco a todos estos personajes invitados y se esforzó por sonar moderno. Un día, Tony Iommi lanzará un increíble álbum en solitario en que se resuma su cepa maestra, pero ese día claramente aún no ha llegado.