Jaco Pastorius: la triste locura que mató al Dios del bajo
Ver el documental «Jaco» es un ejercicio tan bipolar como el trastorno que terminó por matar al que fue un genio del bajo de todos los tiempos. El extraordinario talento de Jaco se ve transparentado en el inicio del film, mostrándonos a un hombre de una seguridad única: «Soy el mejor bajista del mundo» decía y nada más que ello era su carta de presentación para convencer a cualquiera y donde vemos su talento desplegado en ese soberbio trato al «Fretless» (bajo sin trastes) que terminó por redefinir la forma de abordar el instrumento en la música; y hablamos muy transversalmente, pues Pastorius es conocido por sus raíces jazz, pero su estilo fue llevado al soul, funk, e incuestionablemente al rock de muchas formas. Hasta ahí todo es maravilloso y vemos al ascenso de un verdadero prodigio de las cuatro cuerdas.
La segunda parte es una debacle. El otrora gran músico se empieza a comportar de una forma errática, hasta con sus seres queridos. La última oportunidad que artistas de la talla de Joni Mitchell hablan de él: «tenía una conducta muy esquizofrénica, me tomaba el pelo y me elogiaba demasiado. Hicimos un dueto juntos y pasaba a propósito el cable del micrófono en el piano, molestándome. Fue la última vez que lo ví» cuenta con tristeza la cantante.
En 1986 Jaco entraba al siquiátrico, reconociendo su condición, y quizá hubiese sido bueno que se hubiese quedado ahí por un tiempo más a enfrentar la calle de una forma tan cruda como lo hizo. El Doctor Kenneth Alper del hospital donde estuvo lo deja claro «tenía una conducta exagerada y provocadora y corría el peligro de provocar a alguien que podía ser peligroso para él». Sin embargo, Jaco era especial, e hizo buenas migas con pacientes que sufrían de mayor locura que él incluso: «recuerdo que había una mujer extremadamente sicótica, que se había cortado todo el cuerpo debido a una alucinación. Era muy reservada e inaccesible, pero Jaco realmente logró una conexión con ella», cuenta el médico 25 años después.
Jaco sufrió la peor de las suertes tras su salida del siquiátrico. Volvió a Florida donde vivía en los parques, por decisión propia. Le gustaba mendigar y vagabundear, moverse de un lado hacia otro. En uno de sus tantos arranques esquizoides, tomó un auto robado y lo empezó a conducir por una pista de atletismo, lo cual hizo que lo llevaran a la cárcel. En otra oportunidad su buen amigo y baterista Chester Thompson lo rescató y le preguntaba donde vivía para ir a dejarlo: «en el parque». Su compañero cuenta «explotó en sollozos y decía que no quería estar más aquí». De alguna manera Jaco estaba buscando su propia salida de todo.
La noche del 11 de septiembre de 1987 intentó sabotear un concierto de Santana, donde tocaba Alphonso Johnson, bajista a quien sustituyó años atrás en Weather Report. Al ser obligado a abandonar el concierto, y al estar muy borracho y con una mala actitud (el alcohol fue su gran compañero en su actuar maníaco depresivo, por cierto) el vigilante de seguridad se ensañó y quiso propinarle una paliza que no olvidaría, dejándole fracturas faciales, pero lo que pareció una alerta no quedó solo ahí, días después Jaco cayó en el coma y sufrió un derrame cerebral que acabó con su vida. Tenía 35 años.
La locura queda reflejada en sus registros. Tuvo esa obsesión por «hacer lo que nunca nadie ha escuchado». Pese a poseer esa determinación, tenía frustraciones que como bien cuenta el documental quedaban registradas en las más grandes obras, como si se tratara de los genios de la música clásica o sus grandes «héroes» del jazz como John Coltrane o Charlie Parker. Su música, es materia obligada en escuelas y conservatorios, dejando esta obsesiva y sicótica marca, pero esencial y escapista de parámetros convencionales al mismo tiempo, para la eternidad.
Por Patricio Avendaño R.