Kim Dracula: Con el gentil arte de romper esquemas
Pese a que el género trap metal ha sido catalogado en parte como algo innovador, transgresor y visionario (aparte de que cause urticarias a algunos por el solo hecho de tener al prefijo «trap»), es un género que acude a muchas cosas ya hechas a partir de los 90’s y 2000’s tanto musical como estéticamente. Kim Dracula es el mejor ejemplo, ya que ha reunido todos estos elementos y de la fusión logró concretar un alucinante primer álbum compuesto por 20 variadas canciones: A Gradual Decline in Morale. Y cuando se habla de algo así como «refrescar la escena», de verdad que este puede ser un gran alivio. Eso, si sueltas ciertos prejuicios.
El álbum en sí y Kim Dracula per se es una combinación experimental de muchos géneros del pasado y del presente, pero la energía que imprime el australiano de 26 años, es prácticamente arrasadora y está puesta al servicio de esta camaleónica entrega. Bajos con slaps a lo Chili Peppers, metal industrial, numetal, scat, trap, metal alternativo, heavy, bossanova y una intensa intromisión en el mundo del jazz fusión extremo hacen de su debut algo, por lo menos, entretenido. A ratos te engancha, a otros literalmente te vuela la cabeza. «Este puede terminar siendo uno de tus álbumes favoritos de todos los tiempos», bromea a mitad del disco, con música jazz electrohold de fondo.
Con este influjo de combinaciones generacionales como Rob Zombie, Billie Eilish, My Chemical Romance, Korn, Marilyn Manson, y sí, Lady Gaga que lo hizo más reconocido sobre todo en la generación de Tik Tok con su sorprendente versión de «Paparazzi», hoy ha llegado el día en que ya no necesita ni siquiera eso: su primer álbum puede pesar por todo este revoltijo de influencias juntas, pero también goza de uno de los fuertes del músico: su voz (una capacidad de canto en 6/8), producción cinematográfica y un innato sentido artístico y mucha, mucha versatilidad e ingenio en la creación musical.
Para definir algo como un manifiesto de su música y personalidad: hay mensajes y bien potentes. El abuso de las drogas y alcohol («Superhero», «Rosé»), la tenencia irresponsable de armas, violencia o la fama y megalomanía en exceso («Drown», «Make Me Famous»). Si la música ya es diversa, el autodenominado «Demonio de Tasmania» no tiene reparos tampoco por llegar a su audiencia de una forma multifacética, creando diversos personajes para la ocasión, pero también haciendo del «malo de la película», es el demonio interno, que escupe críticas sociales, y cosas crudas a la cara sin tapujos.
Si bien todo gravita en torno a su chocante figura, no tuvo reparos para invitar a gente como a los rusos de Ic3 Peak, y hacerlo de una forma terrorífica, atacándolos en forma de una araña de cómic animada en el video; también a Sosmula o LeftSuffer, gente de su generación de estilos oblicuamente contrarios, «Seventy Thorns» cuenta con Jonathan Davis de Korn y nos muestra los coros emblemáticos del vocalista, pero Dracula no pierde un ápice de protagonismo, aunque debe haber sido gratificante estar con un ídolo de su infancia y de quien ha heredado claramente el estilo vocal scat en muchas de sus canciones.
Si estamos ante la presencia de un genio o un músico con ambiciones, solo el tiempo lo dirá, pero no hay ninguna duda que al escuchar el álbum, ver sus videos y dar una oportunidad a absorber la intención de su propuesta, te puede entretener, jugar y comprometerse con tu mente en distintas direcciones. Acá hay algo intenso, macabro, teatral, pero a la vez serio y comprometido en todas sus formas.