La ira es energía: memorias sin censura de la incomprendida vida de Johnny Rotten
La ira es energía es el título del libro autobiográfico de John Lydon (mejor conocido como Johnny Rotten), cantante y compositor de los Sex Pistols y de Public Image Ltd (PIL). De una manera demasiado directa, simple, sin adornos, Lydon narra cómo se convirtió en uno de los emblemas más significativos del punk: una niñez traumada por la meningitis y la pobreza, la sensación de abandono, el hecho de crecer en un vecindario peligroso en el cual los adultos no tenían ninguna motivación y los jóvenes ninguna expectativa, el contacto que tuvo en su adolescencia con la música negra que invadía a Londres, su pasión por el Arsenal (que para él representaba más una excusa de protesta social, confrontación y lucha que un equipo de fútbol), el contacto inevitable con las drogas, la timidez con las chicas y, en el fondo, esa necesidad de encontrar algo más de lo que le ofrecía un entorno gris, de dar de sí mismo todo lo que pudiera, pero no lo que la sociedad o sus padres esperaban de él, sino lo único que tenía en su interior: una profunda energía que se canalizaba a través de la ira.
Era una ira compuesta de remordimientos, rencores del pasado, de una inquietante incomprensión sobre las injusticas que existen en el mundo, pero más allá de todo una ira que orientaba una manera particular de estar en el mundo, de relacionarse con los demás y sobretodo de crear: “La ira está en la raíz de mis canciones (…) Sea lo que sea que tenga en mi interior, me ayuda continuar y a ser yo mismo, a tener mi propia forma de entender las cosas que, de hecho, no es muy distinta a la del resto de los mortales. Mucha gente la comparte, pero yo soy el único que se levanta a hablar”.
Pero no solo la ira era la que estaba presente en las canciones de los Pistols y de su segunda banda, PIL. También en sus letras se plasma una confusa exploración de la realización personal y una irresuelta búsqueda de sentido, que al no materializarse en la realidad se despliega a través de los sueños: “Me di cuenta de que todo existe en la mente, de que la mente es un universo en sí misma. Tan real como de cualquier otra cosa es el don que tenemos las personas, una forma extra de comunicación que va más allá de las palabras y de los sonidos. Es una especie de paisaje hecho de sueños, y de los sueños, surgen cosas extraordinarias”…
Así, siguiendo el impulso de sus sueños Rotten pudo vivir todo lo que había querido vivir, viajar, experimentar cada sensación, probar todo, consumirlo, agotarlo hasta drenar todas las posibilidades en un estilo de vida demasiado instintivo, potenciado por estados de inconsciencia prolongados, para al final refugiarse del mundo en un sentimiento oceánico de insatisfacción y aburrimiento. De manera cronológica, en el libro narra los sucesos extraordinarios que vivió: su paso en los breves pero históricos Sex Pistols, sus gustos musicales, el día que conoció a la mujer que hasta la actualidad lo acompaña, la muerte por sobredosis de heroína de su amigo Sid Vicious, el inquebrantable deseo de seguir produciendo nuevas formas de expresión artística —con la consecuente creación de su segunda banda: PIL—, sus viajes a Kingstown para aprender de la cultura y de la música reggae, sus incursiones en la televisión como presentador, los pocos amigos que tuvo en su vida, los muchos compañeros de banda, el día que pasó más de 24 horas en una habitación cuyo único mobiliario era una silla para llorar por la muerte de su padre. Es un viaje largo, sórdido, intrincado y lleno de sonidos, pero sobre todo de una ira que aún se manifiesta abiertamente a lo largo de cada una de las páginas del libro.
Desde una perspectiva ligera, sin mayor profundidad, analiza el cambio que representó en su vida hacer entrar a los Sex Pistols, en una época en la que trabajaba en una tienda de ropa para conseguir el dinero del alquiler y comprar discos. De un momento a otro, abriéndose paso a través de gritos, desentonaciones y letras que promovían la anarquía social, pasó de ser el muchacho tímido, sucio y con la dentadura podrida que se probaba a escondidas la ropa de los muestrarios, al líder de una de las bandas con mayor trascendencia cultural en la década de los 70. Seguía siendo sucio, su dentadura cada vez más podrida fue producto de no pocos enfrentamientos con sus compañeros de banda que tenían que ensayar con él en cuartos demasiado pequeños y sin ventilación, pero ahora tenía acceso a nuevos lugares, a personas más bizarras aún que las que vivían en su vecindario, a mejores drogas y a nuevas promesas y placeres: “El punk abrió la puerta al sexo de una forma increíble, muy inocente y abierta. No me había dado cuenta hasta entonces de lo fácil que era conseguir sexo. Fue así desde el primer concierto de los Sex Pistols. Sorprendente.”
Pero en ese viaje espontáneo, intenso y a la deriva, Rotten buscaba siempre la profundidad. No quiso llevar una vida superficial, buscaba entregarse de manera definitiva al arte y a la música a través de relaciones trascendentales con sus sueños, sus ideas y sus deseos: “Hubo un momento en el que llegué a pasar del sexo: era como si solo fueran dos minutos de jadeos y ya. ¿O quizá dos minutos y cincuenta segundos? Sí, puede que subiera con la inflación. Pero no me parecía una experiencia muy profunda y al final me cansé. Me pasa lo mismo con las drogas: no puedo ser un drogadicto porque me aburre mortalmente repetir lo mismo”
En medio de este tipo de anécdotas, recuerdos y reflexiones que permiten ver una cara totalmente distinta de Rotten, al final el libro deja una curiosa sensación de incertidumbre: ¿En realidad solo era la víctima de una sociedad que lo encasilló desde joven como un cantante desafinado que para lo único que servía era para dar mal ejemplo y blasfemar en contra de la reina de Inglaterra y la religión? ¿Era el chivo expiatorio por excelencia de la policía para hacer redadas, en búsqueda de drogas, y así exponerlo ante la sociedad como un lastre? ¿Era en realidad un ser supremamente fiel, comprensivo, espiritual, simplemente expuesto a un contexto demasiado difícil como para no dejarse contaminar? ¿No tuvo ninguna culpa en la separación de los Pistols? En términos generales, Rotten se muestra como una víctima de la época que vivió, de la situación social, de la marginación, de las leyes, del inestable manager de los Sex Pistols, de las pandillas en las calles, de los agentes policiales, de las aduanas, de los jueces y hasta de toda la locura generada por el movimiento Punk, que él mismo ayudó a forjar. Pero queda la sensación de que, al final, como en toda autobiografía, el autor omite detalles clave y se desliza ligeramente por ciertos hechos, pues finalmente quiere que se conozca solo una cara de la verdad.
En ocasiones Rotten demuestra un gran lirismo y capacidad expresiva. En un parte del libro, cuando habla sobre el desarrollo del Punk y explica cómo el movimiento se fue construyendo a partir de la curiosidad sexual, de la liberación, de la sugestión promovida por Bowie cantando: “¿Quién eres tú para decirme que hacer?”, y de una nueva forma de afrontar la vida, luchando por las convicciones con audacia y sin temor, Rotten ofrece una de las mejores definiciones que he leído sobre el Punk: “El Punk no nació de la noche a la mañana sino que surgió a partir de todas esas cosas: fue una puta gravitación progresiva hacia lo evidente”…
Por Alberto Aldana