La Lógica del Escorpión de Charly García: Una vida guiada por el instinto
Es hermoso que Charly García, a los 72 años, haya elegido la fábula del escorpión y la rana de Esopo para conceptualizar su nuevo álbum. Dicen que Charly se apropió de la idea luego de ver a Orson Welles interpretando el papel del magnate Gregory Arkadin en su propia película, Mr. Arkadin, contando la anécdota del escorpión y la rana frente a un grupo de aduladores. Y es que el cine siempre ha sido una obsesión para García. La mirada cinematográfica ha sido fundamental en su propuesta, regalándonos imágenes y narraciones envolventes que lo sitúan en un universo que conjuga ambas artes. Hay algo dentro de Charly que huele a material fílmico. Toda su vida podría ser una saga interminable o tener ese sabor más íntimo y confesional de las películas francesas. Por lo mismo, no es difícil imaginar a Charly identificándose con el escorpión, con una vida guiada por el instinto. Y es, ese mismo instinto, el que lo llevó a lanzar La Lógica del Escorpión. Porque no es un disco hecho para un público, para un nosotros, sino que es un disco para él mismo. Como artista, Charly lo necesitaba para sentirse vivo. Ese es su motor. La música. Su propia satisfacción. Nadie necesitaba un nuevo disco de Charly García —como nadie necesita un nuevo disco de los Rolling o Paul McCartney porque esos faros ya alumbraron lo que tenían que alumbrar—, pero él sí lo necesitaba. Esta en su esencia. Por eso este disco es tan hermoso, porque es un honesto testimonio de un escorpiano que no tiene nada que esconder. Sin filtros, sin autotune, sin IA, La Lógica del Escorpión se alza como una obra sorprendente llena de intertextualidad, como un viaje a través de mil emociones que nos confirman —y debemos de estar agradecidos— que somos afortunados de haber sido contemporáneos a Charly García.
Rómpela da inicio al disco con la potencia clásica de Charly y la rompe. La voz va por delante en este tema rebautizado en español y mejorado de su disco Kill Gil del 2010, “Break It Up” y una de las tantas autorreferencias en loop que plantea el concepto del disco. —Vos sos la única que me hace feliz cuando nadie te dice la verdad—. Posee un riff hipnótico que hace que sea lo más rock que haya salido de argentina en los últimos años. Continúa Yo Ya Sé con un sintetizador moog impregnado de inmensidad en una preciosa armonía subconsciente que te enciende el alma a penas comienza a cantar Charly. —Dios te ha dejado solo, como internet. Hoy, que querías todo, nada tenés—. Se suman también la voz de Hilda Lizarazu en los coros que junto a Rosario Ortega se compartieron las voces femeninas del disco. La mayoría de los instrumentos y las bases las grabó el propio Charly —a lo Prince—, quien se inspiraba basándose en loops de sonidos, acompañado de su iPad. A medida que el disco fue avanzando, decidió llamar a Fernando Samalea para reemplazar algunas baterías y a Fernando Kabusacki para retocar algunas guitarras. Charly grabó casi todo en solitario; varios bajos, muchas de las guitarras y todo tipo de teclados: el Melotron, un Wurlitzer y también teclados más modernos. Para la grabación del disco también se recuperó el histórico Yamaha CP-70, que el músico compró en cuotas en 1978 para usar en el debut de Serú Girán.
— El Club de los 27 es a donde voy a estar—, canta Charly en el tercer tema del lado A. Un blues magistral, de esos que no abundan en su carrera, que retoma una de las ideas madres de los últimos años como lo es la muerte y la resurrección. Rindiendo homenaje a Brian Jones y Kurt Cobain. —Cristo fue crucificado por pecados de alguien más, no por los míos—. Alude a Gloria: In Excelsis Deo de Pati Smith. David Lebón se luce con un solo de guitarra que lleva su inconfundible sello. También participa en el siguiente tema, La Medicina Nº 9, que remite al rap de las Hormigas con la frase melódica además de un piano con grandes rasgos a Encuentro con el Diablo de Seru Giran. Charly canta aquí al frente y sin filtros con un estilo grueso al más puro estilo de Bob Dylan, con más actitud que técnica. El mantrico “number nine, number nine” de Revolution 9 de los Beatles se repite por detrás. —Y aunque no pierdo la esperanza. A veces con vivir no alcanza. Voy a tomar un poquito más. Aquella medicina number nine—.
El quinto tema, Te recuerdo Invierno, es una de las primeras canciones que compuso Charly en su adolescencia y que formó parte de los primeros ensayos de Sui Generis, aunque nunca se llegó a grabar oficialmente. Su único registro data de 1995, cuando Charly la rescató del olvido y la incluyó en el álbum en vivo Estaba en llamas cuando me acosté, con la firma de Casandra Lange. Tuvieron que pasar más de 50 años para que este tema recibiera el tratamiento que merecía en el estudio y que, con un bandoneón bien tanguero, nos trae a Piazolla a la memoria y nos recalca la gran influencia del tango en la música de Charly. —Te esperaré de pie cuando el frío te traiga aquí—. Un tema verdaderamente hermoso. La voz de Charly parece arrastrarse por encima de una caja de ritmos que la sitúa en un contexto completamente atemporal.
Autofemicidio es probablemente uno de los mejores temas del disco. Una canción muy Charly en su peak de locura donde critica el egoísmo y la superficialidad de aquellos que buscan atención a cualquier costo. —Hay gente que se suicida. Un acto muy egoísta. Para salir en la tele—. Con los coros de Monday Monday de The Mamas and The Papas por debajo que hacen que sea un tema lleno de contrastes e intensidad —La grieta entre los humanos se hace cada vez más grande. Los chicos quieren ser chicas. Las chicas quieren ser grande—. La esencia de Carlos Alberto inunda cada rincón de esta canción. De la misma forma que inunda al tema que cierra el lado A, América, con Pedro Aznar como copiloto. Que nos recuerda al clásico “Im Afraid Of Americans” de David Bowie. Tiene una base de piano oscura y psicodélica con tintes a las teclas de In A Gadda Da Vida de Iron Butterflyn y que suena a una antesala del tercer capítulo del proyecto Tango. —Tengo miedo de América. Tengo miedo de Dios—. Es el tema más limpio de La Lógica del Escorpión, donde podemos entender y escuchar a la perfección la voz de Charly. Porque hay que converger en que cuesta en un principio seguirle el hilo vocal. Y no es que haya perdido la voz con el paso de los años, por no haberla cuidado o por el exceso de alcohol o cocaína, es porque Charly le dio su voz a los demás. Los demás somos nosotros.
El lado B del disco lo arranca Juan Represion y las lágrimas brotan de forma automática. Un clásico de Sui Generis grabado en 1974 y que solo Charly García podia volver a grabar y hacer una versión aún mejor —siendo ahora él la voz líder porque originalmente lo era Nito Mestre—. Rosario Ortega lo acompaña en los coros añadiendo una nueva dimensión a esta hermosa versión que nos teletransporta a eso que sentimos cuando escuchamos por primera vez “Los Dinosaurios”. Un verdadero regalo. Un impacto emotivo —Esta es la historia de un hombre que quiso ser sobrehumano. Y la realidad entonces se le escapó de las manos—. En Estrellas Al Caer Charly recicla melodías y vuelve sobre la armonía de Chipi Chipi, rememorando los años 60, celebrando la fantasía y la ilusión. Nunca es tarde para soñar, nos dice. — Si puedes recoger estrellas al caer. Verás que es imposible, verás que es imposible perder—. Es maravilloso ver como Charly deja la vida en cada canción de este disco.
Y si con Juan Represion nos cayeron lágrimas, con La Pelicana y el Androide nos llueve. La canción compuesta por Luis Alberto Spinetta en 1984, como parte de uno de los proyectos más ambiciosos de la música argentina que debía culminar con un disco espalda contra espalda con García y que finalmente, luego de que literalmente se consumieran entre llamas, incluyó en su disco Privé de 1986, nos entrega un momento de ensoñación. A diferencia de la versión original, la lectura de Charly es un saludo al pasado, un eco de aquel tiempo distante. Comienza con un sitar increíble como en “No Me Verán en el Subte” conservando algo de la percusión maquinal de la era Clics Modernos. La voz de Spinetta nos llega como si nos cantara desde el más allá, desde otra dimensión —Una pelicana son su ala partida se echó a volar—. Imposible no emocionarse. Su voz, rescatada por Charly a la manera de McCartney completando aquel esqueleto inconcluso de Lennon llamado Now and then, atraviesa nuestra alma y nos enciende de amor. —Nunca te alejes de tu amor. Aunque lo ignores, él solo es un androide—.
Watching The Wheels, versión en castellano del tema de John Lennon y que funciona como intro para la narración de la fábula de la rana y el escorpión —un desborde de emoción—, es el punto más alto de este disco. Sin lugar a dudas. No existe ninguna canción de John Lennon traducida al español en el mundo que haya sido aprobada por la familia Lennon. Esta es la primera y probablemente la única vez que pase. Y esto se logró porque se enteraron de casualidad a través de amigos en común —no por las compañías porque están automatizadas para decir que no— y llamaron para pedir específicamente que este tema fuera aprobado. —Dicen que estoy loco, haga lo que haga. Y me dan cantidad de consejos, buenos para nada—. Una caricia al alma amparado por la fuerza de los escorpiones y John Lennon. — Me gusta mucho estar acá—nos dice. Y es imposible contener las lágrimas porque pensamos en el momento en que deje de estar y nos destroza. Y cuando menos lo esperamos, después de mover cada una de las fibras más profundas de nuestra alma, nos lanza un cover de los Byrds con Rock N’ Roll Star de la mano de Fito Páez. Y que esta sea posiblemente la última canción de su discografía le da un significado especial. Una vez más, la intertextualidad, a este punto parte de la evidente autobiografía que hizo Charly, se hace presente. —Si quieres ser una estrella de rock, escúchame bien lo que te digo yo—. La lógica de este álbum es que no tiene lógica, al igual que el escorpión. Charly saca este álbum porque esta en su esencia, porque es un “Rock N’ Roll Star«. —No te olvides jamás, sos un Rock N’ Roll Star—. Gracias por volver Charly, aunque me equivoco. Charly no ha vuelto porque no creo que se haya ido nunca.
Bebamos por el carácter.