“La ventana”: la emergencia de Los Jaivas en tiempos de agitación y comunión
IRT, 1973
La Unidad Popular fue el espacio de unos de los momentos más álgidos de la historia cultural chilena. Escenario propicio para el desarrollo de géneros musicales que se consolidaban luego de más de una década desde su fundación, a la vez que un ambiente social polarizado y tendiente a los prejuicios. Es 1972 y situados en el medio de esta efervescencia están Los Jaivas, un grupo originado en Viña del Mar, lo suficientemente reconocido en el ambiente psicodélico, pero unos completos anónimos a nivel nacional.
“¡Seamos amigos, seamos hermanos!” cantan en ‘Los caminos que se abren’, la primera canción de su segundo álbum titulado de manera homónima, pero conocido popularmente como La ventana. Y es que, para mayo del 71, la banda era presa de una doble consternación. Si en la interna el grupo constituía un sector de la población vilipendiado y maltratado por prensa, militantes y militares -los hippies-, a nivel social el clima de agitación y de peligro que orbitaba en torno al gobierno de Salvador Allende acrecentaba cada vez más los rumores de un golpe de Estado a su gestión.
Con un Lado A y un Lado B diferentes en su concepto, La ventana inscribe a Los Jaivas en el corazón de la música popular chilena y esto no es una aseveración que tome cuerpo entendida desde la dimensión que otorga el paso del tiempo, sino que, efectivamente, los puso en lo más alto de elite musical en su tiempo presente, especialmente por la tercera canción del vinilo: Todos juntos.
Si según los rankings radiales es innegable que la canción chilena del año 1971 fue ‘Y volveré’ de Los Ángeles Negros, ‘Todos juntos’ lo fue en 1972. Semanas en la cúspide de los singles más pedidos en la radio y más vendidos en el comercio especializado, a la vez que repetida incesantemente en revistas como El Musiquero, con la letra y los acordes para aprender la canción en guitarra. ‘Todos juntos’ fue un himno y un éxito instantáneo, que sitúo a la banda como celebridades juveniles y la punta visible de un iceberg enorme conformado por agrupaciones rockeras de todos los estilos (psicodélicas como Aguaturbia, progresivas como Embrujo, folk como Congregación y pop como Frutos del País), que sintetizaba el hit de la temporada a cargo de los viñamarinos. Curiosamente, ‘Todos juntos’ no fue pensada como la Cara A del single, sino como la canción que completaría al sencillo ‘Ayer caché’. Era abril de 1972, y como otras canciones del repertorio nacional (‘Los momentos de Blops’, por ejemplo) la canción inesperada fue la que alcanzó notoriedad.
Su éxito no es casual. A medio andar entre la textura folklórica de Violeta Parra (es exactamente un joropo) y la sonoridad ácida que emparentaba la guitarra de Gato Alquinta con la de Santana, estrella mundial en aquel momento, además de su fórmula innovadora y efectiva, la letra podía leerse como un mensaje apaciguador frente al inquietante clima social de un país que dejaba de mirarse a los ojos.
Las otras dos canciones que integraron el lado A fueron ‘Mira niñita’ y ‘La quebrá del ají’. La primera, una balada lisérgica, de letra sensible y poética que ilustra las visiones de Gato frente a la costa una noche de los primeros años 70 y que, sin mayor presencia en los rankings, emergió como el segundo gran clásico del grupo. Una pieza tierna que crece tímidamente hasta hacer estallar la batería en 6/8 de Gabriel Parra y la guitarra incendiaria de Gato que a su vez grita “tu pelito y tus ojos de miel”. Si ‘Todos juntos’ miraba a su alrededor, ‘Mira niñita’ es el himno íntimo indiscutido de su generación. ‘La quebrá del ají’, en cambio, es la pieza lúdica que cierra esta cara. Una propuesta narrativa imaginativa, sobre nuestro país profundo y su desconcierto. En la canción, sin decirlo, están las marchas, las pinturas, las banderas, los enfrentamientos, las colas y las cacerolas.
El Lado B, en cambio, sólo tiene tres canciones. Una breve introducción llamada ‘Ciclo vital’ y dos obras que develan la faceta que les diera un nombre en los festivales de música de vanguardia en la V Región: ‘Los caminos que se abren’ y ‘Pasillo de cóndor’, que juntas se extienden hasta los 19 minutos de duración. Si Congreso y Blops vieron en la Nueva Canción Chilena el modelo inspirador para concretar su propuesta de rock mestizo, Los Jaivas nunca fueron cercanos a este círculo, por lo que el resultado de su concepto responde más bien a su afán experimental, que los llevó a utilizar instrumentos eléctricos, folclóricos y autóctonos, sobre todo en sus primeros años. El Lado B de La ventana, es testimonio de ese espíritu.
Si los hippies chilenos ya eran un blanco de críticas del adultocentrísmo pacato de la prensa local (de izquierda y de derecha), con el éxito de Los Jaivas los medios encontrarían un objetivo con rostro, lo suficientemente reconocidos para sacar punta a su moral. Así, sólo un mes después del lanzamiento del disco las portadas de los diarios hacían gárgaras con las aventuras indecorosas de un grupo de jóvenes que celebraba fiestas entre desnudos y mariguana, por supuesto, terminando en la comisaría.
Pasarían años y La ventana vería muchas alteraciones en sus reediciones. Las más recordadas, la incorporación de canciones como ‘Indio hermano’, ‘Ayer caché’, ‘Corre que te pillo’ y ‘Cuero y piel’. Sin embargo, su modificación más simbólica es la de su portada y nombre en 1975. La ventana blanca que mira al día, con pájaros coloridos volando frente a ella, fue reemplaza luego del golpe por una ventana sin aves, con un niño mirando desde dentro la oscuridad de la noche y con un nuevo título que no podía ser otro: Todos juntos.
Por Cristofer Rodríguez