«Load»: la carga que le cambió la cara a Metallica
Elektra, 1996
En 1996 Metallica editaba uno de sus más controversiales discos, ese que rasgó las vestiduras de los más fanáticos de la banda, acostumbrados a ver a sus ídolos de jeans y pelo largo y fieles a una banda metalera sin apellidos, incluso hasta la bisagra que resultó ser el disco negro.
Pero, ¿qué implicó este nuevo cambio? Primero la banda decidía cambiar su icónico logo por uno menos metalero si se quiere, las épicas portadas dieron paso a un arte digno de galería europea, según Andrés Serrano, su creador, lo que vemos en la caratula de Load era una mezcla de semen y sangre. Hasta ahí el tema visual ya condicionaba la nueva era de Metallica, pero quizá lo que más chocó e incitó al odio era el cambio estético de la banda, cortes de pelo, peinados de laca y trajes que adornaban el librillo del disco. No sabíamos si era Metallica los que estaban dentro de él, o intentaban parecer una banda glam o alternativa propia del síndrome musical de los 90’s. ¿Alguien pensó en Depeche Mode? Puede ser, de hecho el artista a cargo de las fotos al interior del disco fue Anton Corbijn, quien ya había trabajado con los citados Depeche y U2.
Sin embargo al digitar play por esos días en nuestro equipo de música, sea CD o cassette, lo que escuchábamos se alejaba bastante de lo que conocíamos del metal de Hetfield y compañía; primero conocimos el single Until It Sleeps, le siguieron, Hero of the Day, Mama Said y King Nothing, de las que solo ésta última y algo de Until It Sleeps tenían algunos elementos que ya habíamos escuchado en discos anteriores de la banda. ¿Y El resto del álbum? Muy influenciado por lo que hacía Alice in Chains, un referente que obligó a Metallica a mantener algunas estructuras que podríamos etiquetarlas como rock, ¿Acaso The House Jack Built no tiene clara influencia de los de Seattle? 2 x 4 es un medio tiempo con riffs bien sabbáthicos que en vivo se defendía muy bien, como así también Ain’t My Bitch, el track que abría el disco y del que James Hetfield se colgaba en las actuaciones en vivo para afirmar el presente de Metallica. «We don’t give a shit” vociferaba, en busca de acallar las malas críticas de la época, acá había sonido duro, pero ya no estaban los complejos cambios de ritmos y las minutadas de denso metal escuchado en su época de gloria.
Bleeding Me y Mama Said, dos baladas de corte más blusero y country, ¿acá podríamos objetarle algo a la banda? Quizá no, desde The Unforgiven y Nothing Else Matters se advertía que canciones con este tono podrían ser más frecuentes, la primera muy tocada hasta 2000 (una de las preferidas de Hetfield), por su parte, Mama Said, canción de índole muy personal donde Hetfield describe el sentimiento de amor y abandono que siente por la pérdida de su madre. The Outlaw Torn extendía el lado experimental y oscuro de la banda, otra de las favoritas de ellos mismos, que incluso tuvo cabida en S&M, el disco que Metallica editara con la sinfónica de San Francisco en 1999. Wasting My Hate es otro de los puñetazos de Load, donde la etiqueta hard rock a lo Metallica se acuñaría para comprender sus composiciones. El resto de canciones resultan demasiado desenfocadas de la fórmula Metallica; Cure, Ronnie o Poor Twisted Me son experimentos que la banda dejó allá en 1996, sin tocarlas jamás en vivo, menos mal.
¿Qué buscaba Metallica al darle la espalda al heavy metal? Ese nicho, donde creció, se desarrolló y maduró, quizá lo mismo que le quitó; el hambre por ser innovadores como en 1991, o descaradamente punzantes como en 1984. Después del éxito del álbum negro y los tres años de gira del mismo, qué podía hacer el grupo de Ulrich, un disco negro II, tal vez. Es cierto, que el éxito y la fama mermaron por muchos años lo que ofreció Metallica compositivamente, pero es de los pocos grupos que hizo y siguió una de las reglas primordiales del heavy metal (al contrario de lo que se piensa por su radical cambio). Ir contra la corriente y que te importe un carajo el resto, totalitaria doctrina metalera, que bien supo aplicar su banda más insigne, incluso en su más álgido momento.
Por Nelson Silva A.