Los extremos de la locura de Syd Barrett: El día que Pink Floyd perdió a su Diamante Loco
Triste y desastroso. Esas fueron las palabras que usaron Waters, Gilmour y Wright principalmente para recordar el final de su relación con Syd Barrett. Relación de cercanía física en la banda, porque la verdad el fantasma-tanto en vida como en muerte- del genio loco ha estado latente en cada generación y disco de Pink Floyd, hay que decirlo.
Son contados los libros y documentales que coinciden con ello. Uno de los más interesantes «The Pink Floyd & Syd Barrett Story», donde Waters principalmente cuenta los episodios en que Syd se empezaba a portar de una forma muy extraña, dejando de tocar en los shows en vivo, permaneciendo inmóvil en sus presentaciones en TV (cuando era el momento de grabar solamente porque en los ensayos lo hacía), o desafinando todas las cuerdas de su guitarra y quedándose mirando al vacío frente al público, causando el estupor de todos o llegando trasvestido y proponiendo ideas bizarras para esa etapa como «contratar dos mujeres saxofonistas para la banda».
Una y otra vez la banda trató de acoplarse o más bien entender qué era lo que le pasaba y Waters algún día acudió a una premisa que tenían como grupo ante las situaciones difíciles: «Si se presentaba algún problema en la banda, simplemente decidíamos ignorarlo y hasta ese momento todo había salido bien así, y cuando llegó el momento en que el problema era uno de nuestros integrantes, aplicamos la misma regla y así fue como no lo pasamos a recoger más antes de los ensayos y shows». Fue el principio del fin.
Las composiciones decidoras que se transformarían en los indicios de sus trabajos como solista donde la locura ya estaba más o menos consumada: «Jugband Blues» o «Vegetable Man» donde hablaba de sí mismo y esta alienación que estaba sintiendo y de la cada vez más profunda idea de que no debía pertenecer a un grupo tan expuesto como lo estaba siendo Pink Floyd en aquel entonces. Lo de «no estar ahí» se replica en varias de ellas y más aún en el debut solista «The Madcap Laughs».
Los intentos del entorno Pink Floyd por «salvarlo» fueron cuantiosos, muchas veces fue llevado a terapia con psiquiatras. «Llego hasta la puerta del doctor pero nunca la cruzó» comenta Waters, en tanto Mason afirma que no sabían como tomarlo, eran situaciones desencontradas, lisa y llanamente lo estaban perdiendo: «quizá era una mezcla extraña de enojo que no me hacía sentir compasión por él» comentaba el batero histórico.
David Gilmour y su aparición llega justo en estos momentos, quien era un viejo conocido de Barret y que se dejó que integrara la banda como una suerte de salvación, para que Syd se sintiera más cómodo, pero Gilmour, lejos de jugar el papel de usurpador, se sintió mal y muy extraño por las circunstancias. Gilmour se quedó en Pink Floyd, pero siguió acompañando a Barrett en su «viaje» produciendo incluso su primer disco en solitario.
En enero de 1968 finalmente Barrett abandona la banda arrendando un apartamento en Earls Court, el mítico lugar para desatar sus locuras y sus composiciones en solitario. Pintando el piso de madera con polvo y todo, sin barrer antes, en esa etapa ya carecía de todo tipo de motivación y ni siquiera por su mente se le pasaba en algún momento extrañar a sus compañeros o arrepentirse de sus actos. Actuaba con una aceptación total por la situación. Un día de esos y de su adicción al Mandrax (un fármaco sedante-hipnótico) lo encontraron vomitando espuma por la boca. Sus compañeros de su nueva banda tuvieron que ayudarlo (Peter Jenner y Malcom Jones, que tuvieron paciencia de santos con el loco diamante en ese período).
Pink Floyd hizo oficial su salida en abril de ese año, y quedó devastado y no solo por la pérdida de su amigo y compañero, del genio compositor, porque él fue quien hacía prácticamente todas las canciones con esa facilidad innata que tenía. Luego vino un oscuro período en que la banda experimentó y le costó bastante retomar el rumbo sin él y cuestionarse incluso el hecho de seguir, hasta que finalmente y tras algunos discos que cobran el carácter de culto lograron el destello estelar con «The Dark Side of the Moon» y luego de ello, la historia es más bien conocida. La escalera del triunfo y los grandes estadios los aguardaban. Eso sí, la huella de Barrett, su enfermedad, su marca y su estilo impresos en Pink Floyd quizá ha hecho que la banda haya sido tan grande como la conocemos hoy en día.