Los Jaivas: siete mágicas piezas instrumentales de la legendaria banda chilena
Para algunos Los Jaivas es sinónimo de ritmo, celebración, para otros de patria y una banda que se identifica mucho con Chile. Y ambas opciones son muy ciertas, pero además Los Jaivas gozan de una rica instrumentalización a través de sus años, en que han salido del formato convencional de banda de rock, explorando otros ritmos latinoamericanos, experimentando en métricas y colocando la musicalidad por delante en muchos de sus temas enamorando además a los querendones del virtuosismo y del rock progresivo.
Si bien ya en los temas con coros y cantados tenemos partes instrumentales notables, esta vez queremos solamente celebrar algunos temas instrumentales de tomo y lomo. Siete piezas que son imprescindibles en su historia, donde pese a no cantar, nos evocan sensaciones y transmiten un espíritu musical y mágico increíble y nos demuestran una creatividad sonora espectacular, algo que pese a duras pérdidas y momentos difíciles, ha perdurado a través de los años.
Tarka y ocarina (El indio, 1975)
Un disco de canciones tan magistrales como «El indio» se guardó para el final esta proeza instrumental. Inspirados en «Las Diabladas», uno de los bailes más representativos del norte grande chileno, y que se identifica particularmente con la Fiesta de la Tirana (muchas veces hemos visto en sus shows estos característicos bailarines representados por ellos mismos incluso con disfraces de diablos y trajes multicolores que llevan con ritmo de baile la lucha entre el bien y el mal), pero acá Los Jaivas además dejan de manifiesto con el título esta rica instrumentalización incorporada, con estos instrumentos que engrandecieron mucho más su lenguaje musical. La canción consta de partes que suman más de 13 minutos, donde la intro suena altiplánica pero que se entrega a un rock estremecedor de guitarras para luego pasar a una sección progresiva de pianos y teclados, trutrucas y flautas impresionantes dejándonos todo un viaje de maestría musical y geografía ambientada voladora de cabeza.
Corre que te pillo (Aconcagua, 1982)
Un malambo argentino lleno de energía. Su nombre, muy bien puesto, nos mantiene atentos como si esta música nos estuviera persiguiendo a todo momento. Originalmente grabada con orquesta como Lado B en 1973 es regrabada para esta ocasión y extendiéndose hasta los casi diez minutos. Acá las percusiones de Gabriel Parra demuestran el porqué es uno de los mejores bateristas que ha tenido no solo Chile, sino que el mundo entero en esta época, pero también la sabiduría y entrega de aquellas jams de Claudio Parra y su hermano Eduardo en los teclados, la trompeta de Kako Bessot y la punzante guitarra de Mario Mutis que intercambia rol con Gato Alquinta en sus instrumentos habituales. Imborrable momento el de su interpretación en el festival de Viña’83. Para aplaudir de pie.
Los caminos que se abren (La ventana, 1973)
Mario Mutis lo dijo en algún momento: «Los caminos que se abren» surgió desde las primeras experimentaciones con sonidos de la banda, de su época más «hippie», pero más curiosa musicalmente hablando, desde donde palos, aire, cajas de fósforos y sonidos de la naturaleza hacían de ello todo uno para la composición artística. Este tema, con carácter de mantra, es uno de los mejores logrados instrumentalmente, parte del disco llamado La ventana (1973).
Chasqui (Mamalluca, 1999)
Fue importante para Los Jaivas volver a improvisar directamente con una sinfónica, tal como lo habían hecho en el Sueños de América (1974). Este tema, parte de “Mamalluca” de 1999, es una oda al Chasqui, el mensajero Inca del Valle del Elqui y donde la vanguardia sonora de vientos y percusiones es extraordinaria, parece ser sacada de uno de los sórdidos álbumes de John Zorn. Impresionante.
Takirari del puerto (Aconcagua, 1982)
Esta vez la banda insiste con la influencia de la música de las altiplanicies y todo su folclore, pero ahora dedicándosela a su puerto, la ciudad que los vio nacer, Valparaíso. Acá no tenemos a unos Jaivas muy progresivos ni extendidos, pero es una canción que tiene ritmo, rock y sangre por todas sus partes.
Danzas (Canción del sur, 1977)
Es una de las más sutiles dentro de las instrumentales. Esta canción no evoca más que belleza al nivel sublime al escucharla. Los elementos combinados de folclore latinoamericano con otros propios de la Araucanía de Chile más guitarras y sintetizadores tiene una especie de marcha muy onírica en su arranque hasta que la destreza al piano clásico de Claudio Parra se encuentra con la guitarra de «Gato», con un tono bastante sónico pero que no deja de ponerse al día con toda la magia que el tema pretende dejar. Acá Los Jaivas sólo reconfirmaban su enorme nivel de creatividad que ya preparaba cosas para las obras maestras venideras, aunque Canción del sur, en un tono más simple y siempre conectado con la naturaleza, es una propia obra maestra en sí.
Mañana cuando llegues (La vorágine, 1969-70)
Es verdad que no es totalmente instrumental, pero lo que se supone es «cantado» solo son unos delirantes gritos en un muy poco tiempo para un tema de más de 12 minutos, por lo cual lo decidimos incluir, además para darle la importancia y realce que se merecen a aquellas improvisaciones que realizaron cuando incluso no aparecía su primer disco, que por suerte fueron editadas como corresponde el año 2004, llamada «La vorágine». ‘Mañana cuando llegues’ abre con una hipnotizante armónica y una exquisita guitarra, como si se tratara de una de las mejores bandas sumergidas en ácido de la sicodelia brit sesentera. Uno de los mejores viajes a los que nos ha sometido esta emblemática banda nacional.
Por Patricio Avendaño R.