Magma: Un culto y un desafío

Magma: Un culto y un desafío

Este debe ser uno de los reviews más complicados de escribir. No solo por la particular concepción de la música que tiene Magma, sino por la cantidad de sensaciones que la banda es capaz de implantar en cualquiera que asista a uno de sus shows. Depende mucho de la capacidad sensitiva de cada cual el resultado final de esta experiencia, la cual se basa en la huida de la banda, de un planeta Tierra en estado terminal, a un nuevo hogar, Kobaïa.

El teatro Nescafé de las Artes concitó la atención de un público muy heterogéneo y que repletó el recinto para disfrutar de un espectáculo en el que se dio repaso a mucho del material de sus álbumes más conocidos. La cita partió puntual, con gritos y aplausos cuando la banda tomó posesión del escenario. Todos sabíamos que esta reunión nos dejaría algo incomparable como experiencia y ya queríamos iniciar el viaje junto a ellos. Todos los ojos buscaban a Christian Vander quien, sin perder tiempo, tomó las riendas del inicio con sus golpes inaugurales y “Ëmëhntëhtt-Ré”. Esta especie de cántico que entona Hervé Aknin, alternado con Stella Vander e Isabelle Feuillebois, encaminan este verdadero ritual que se sostuvo sobre armonías y ritmos que generaron una tensión constante. Vander agitaba la cabeza y demostraba el fervor por su música luciendo su destreza intacta en la batería, dosificando la fuerza. Esto se trataba de sensaciones, de comunicación sensorial a través de la música y, frente a esta propuesta, el factor sorpresa iba a ser contante y eso mismo es lo que los hace tan llamativos. Gran momento fue cuando Christian tomó el micrófono y recitó sus versos en Kobaïano, los que Hervé replicó como si se tratase de una misa. Los 45 minutos no se sintieron, porque el viaje en curvas derivó en distintos estilos y ritmos, en tensiones y vibraciones que calaron hondo en los casi mil asistentes que llegaron a esta cita de lujo con la vanguardia.

Más ligada a la épica fue el encuentro con “Theusz Hamtaahk”, la que propuso una rica variedad instrumental, más cambios de ritmos y más dinámica entre las voces. En estas dos composiciones escuchamos la esencia del sonido Zeuhl en su máxima expresión. Punto aparte era la reacción del público, uno que siempre estuvo completamente atento, absorto ante la experiencia y que dejó de lado los celulares, habituales y desagradables cuando los shows no son lo esperado, pero anoche prácticamente no existieron y fueron reemplazados por aplausos de pie y ovaciones de verdadera admiración. En Chile existe un culto profundo por Magma y en varios pasajes del show, el éxtasis se dejó sentir espontáneamente.

Todavía quedaba energía, la que estalló con los acordes de “Kobaïa”, una de la que mejor ejemplifica el concepto de Magma. Una placentera mezcla de rock progresivo con jazz rock que dejó su sello impuesto y sacó verdaderos vítores. Si bien las luces se apagaron, el público quería más y no estaba dispuesto a irse, por lo que Christian tomó el centro del escenario y el micrófono para una despedida por lo alto con “Ehn Deiss”, un ejercicio distinto, recitado, suave, un cántico impecable y una instrumentación emotiva y de mucho sentimiento. La despedida fue sencilla, ellos estaban felices y diría hasta sorprendidos por la reacción y afecto de los asistentes. Incluso, nos catalogaron como el mejor público del mundo.
Así finalizaron dos horas de show que se fueron volando gracias un viaje místico repleto de intercambio de versos, duetos al unísono, el desenfreno kinésico de los músicos, las luces que hicieron un vaivén de colores constante, el bajo lleno de vigor, la tensión, la estructura musical dispuesta para responder a la psicodelia y el drama, el vibráfono y el órgano, uno a cada lado del escenario, la batería con columnas de platillos y un sonido suelto para ser jazz pero, a la vez, sólido para cuando había que virar hacia el rock. Y qué decir de las voces, casi sacerdotales, de Hervé Aknin e Isabelle Feuillebois, junto a la voz consagrada de Stella Vander, las que se ensamblaron perfectamente a un impecable sonido.

Anoche gozamos de una de las propuestas menos convencionales que nos haya presentado el calendario de shows en 2017. Magma nos retó a descubrir su naturaleza, la que va más allá de los límites del rock y el género progresivo. Christian Vander y su extraordinario proyecto lideraron el tránsito por terrenos musicales para oídos exigentes y el desafío era que cada cual le diera su significancia, según los acordes y estilos que iban pasando por el escenario. El que aceptó vivir el reto que es Magma gozó de un show que no tiene comparación, profundo, sonoro, intenso y muy sensorial.

Por Macarena Polanco G.

Foto: Stgo. Fusión

Macarena Polanco

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *