Otra oportunidad: 20 discos que no han recibido la atención suficiente (y se la merecen)
Discos que no son de culto. Discos que no son la mejor obra de sus creadores. Discos que pasaron desapercibidos en el vasto catálogo de artistas acostumbrados a la productividad y calidad. Discos que la prensa especializada y los fans no han tratado muy bien. Porque no han estado a la altura de lo que se espera de sus autores. Porque pertenecen a estilos musicales históricamente menospreciados. Porque tuvieron la mala suerte de suceder a un disco brillante. Por tantas razones.
Pero, como suele ocurrir, el tiempo ha sido el mejor amigo de algunos trabajos, y en perspectiva, sin duda que ya es hora de reivindicarlos y darles una nueva oportunidad. Porque, ante todo, son buenos discos. Porque, sin ser brillantes, albergan una buena colección de canciones, o representan un giro estilístico interesante de sus creadores, o son sorprendentemente coherentes y parejos de principio a fin. Los discos seleccionados a continuación, de manera absolutamente arbitraria, esconden más de alguna sorpresa, son derechamente buenos, o si es que los encontráramos en un cajón de ofertas de la disquería, deberíamos considerar seriamente adquirir. Son discos de la década pasada (2000-2009), que ya con suficiente agua corrida bajo el puente, exigen una nueva revisión.
Stone temple Pilots – Shangri La Dee Da (2001): grabado en el declive de la banda, previo a su primera separación. No fue demasiado bien recibido por la prensa, y es difícil encontrar un fan que lo sitúe entre los mejores de la discografía del grupo. Lo cierto es que Shangri La Dee Da es un gran disco, que muestra el sonido de marca registrada de Stone Temple Pilots: ese sonido que logra mezclar, como si fuera lo más natural del mundo, el hard rock más clásico y desprolijo y el sonido y la estética visual del David Bowie más glam, tal como empezaron a cultivar de forma magistral en el fundamental Tiny Music… Acá están presentes todos los elementos que hicieron que los Pilots se ganaran un lugar en la historia del rock.
Butthole Surfers – Weird Revolution (2001): una de las bandas de culto del rock alternativo estadounidense, no puede sacar un disco tan pop y casi bailable a momentos, como Weird Revolution. Tal vez esa lógica es la que ha llevado a que el último disco del combo de Paul Leary y Gibby Haynes, esté relegado a un rincón en las disquerías. Pero créannos, el track que le da el nombre al disco, y sobre todo el single “The Shame of Life”, hacen que todo valga la pena.
Radiohead – I Might Be Wrong (2001). Sorprende lo poco que este disco suele mencionarse cuando se habla de Radiohead. Puede ser que lo mostrado acá lo haga quedar por debajo de la creatividad y producción de sus discos de estudio, sin embargo, los temas están muy bien escogidos, suenan muy bien en vivo, incluso sin tantos arreglos de por medio. Este trabajo es una joya escondida en la trayectoria de los de Oxford, y cumple a cabalidad el objetivo de generarnos unas ganas irresistibles de ir a un concierto de Radiohead.
David Bowie – Heathen (2002). Heathen es de esos grandes discos que se pierden entre el extenso, y por momentos irregular, catálogo de su creador. Como ocurre con la mayoría de los artistas más vetustos que nunca pararon de sacar discos. Acá Bowie nos entrega la elegancia que caracterizó a casi todos sus lanzamientos de sus últimos 20 años de carrera, entre lúgubres atmósferas (“Sunday”) y guitarras de hard rock (I’ve Been Waiting for You). Pero tal vez toda la belleza de este disco se resume en “Slip Away”, de esas baladas que hacen de Bowie un artista completamente único, incluso para hacer pop rock. Heathen es una de las cuantas pruebas que muestran que la discografía de Bowie hay que revisarla completa, porque nos podemos estar perdiendo de algo importante. Cosa que no pueden decir la mayoría de los de su generación.
Deftones – Deftones (2003). El disco homónimo de Deftones, para muchos su trabajo menos destacado, es la prueba de que los de Sacramento no sacan discos malos. La vara de White Pony era irremontable, por lo que Chino Moreno y compañía difícilmente podían aspirar a superarlo, o siquiera igualarlo. Y, ciertamente, nunca lo hicieron. Pero Deftones es un disco con gran coherencia, en el que los de Sacramento inauguraron su opción, hasta ahora sin retorno, de hacer discos donde la atmósfera prevalece por sobre la canción.
Blur – Think Tank (2003). Un disco que tal vez nunca debió haberse hecho. Damon Albarn ya ha dicho que solo lo hizo por cumplir, ya con Graham Coxon totalmente desenfocado y fuera de la banda. Ante eso, podía esperarse lo peor, pero el talento de Albarn pudo más, y logró conducir el sonido de Blur hacia algo nuevo, más personal, y el abandono del “brit pop” que ya la banda venía haciendo hace dos discos, acá se radicalizó aún más. Think Tank es un gran disco, y solo dos argumentos bastan para no despreciarlo en absoluto: “Ambulance” y “Out of Time”.
Korn – Untouchables (2003). Fue el principio del declive de la popularidad de la banda, no así de su talento compositivo. Untouchables suele ser el primero de los discos menos-preciados por los fans de Korn, pero lo cierto es que debiese ser el último de los atesorados. Acá la banda hace gala de un desconocido despliegue de melodías y recursos electrónicos, mostrando el peak como vocalista de Jonathan Davis. Es el último gran disco de Korn.
Adrian Belew- Side One (2004). Adrian Belew siempre ha destacado más por su fundamental participación en parte de la discografía más destacada de King Crimson, y sus colaboraciones con un montón de otros artistas de primera línea. Pero Side One, el primero de una trilogía solista lanzada entre 2004 y 2006, es un disco que muestra todo el talento de Belew para hacer del rock progresivo algo entretenido, breve, que prescinde de cualquier ejercicio de dilación musical.
Fear Factory – Archetype (2004). Su predecesor fue un asalto a tus músculos y a tus oídos, por lo que el sonido de Archetype sonó con una transgresión muy irregular; pero no neguemos que nos entrega momentos grandes y beligerantes dentro de la carrera de Fear Factory. Escucha “Cyberwaste” y siente el incendio en tus oídos. Así como éste, ¡hay varios más!
A Perfect Circle – eMOTIVe (2004): Era difícil superar Mer de Noms y Thirteenth Step. También es cierto que un disco de covers no es muy seductor para los fanáticos más exigentes. Finalmente, también es cierto que para los fans de la cautivadora voz de M.J. Keenan, que el tipo se pusiera a experimentar con una voz más grave y “menos hermosa”, o que le cediera el micrófono al menos virtuoso Billy Howerdel, tampoco fue de gusto de muchos. Pero eMOTIVe es buen disco, las versiones son tremendamente arriesgadas, y si uno le da la oportunidad y se entrega a las emociones y atmósferas presentes en el disco, puede pasar un excelente rato con versiones como “Annihilation”, “(What So Funny ‘Bout) Peace, Love and Understanding”, o “Gimmie Gimmie Gimmie”. Por cierto, la versión en vivo de este disco que apareció en el box set “A Perfect Circle Live: Featuring Stone and Echo”, es increíble.
Álvaro Henríquez – Álvaro Henríquez (2004). No nos olvidemos de Chile, y el último aleteo de brillantez del líder de Los Tres. Aún hastiado por todo lo ocurrido con Los Tres, Pettinellis, y sus malogrados vínculos amorosos (al hombre las relaciones humanas no se le dan fácil), Henríquez lanzó el único disco solista a la fecha en su carrera, donde sin duda, se nota que Los Tres y Pettinellis no eran “solo él”, pero ciertamente, también demuestra que es el más talentoso de todos.
Army of Anyone – AOA (2006). El segundo intento de los hermanos De Leo por hacer música fuera de Stone Temple Pilots, sin el irremplazable Scott Weiland. Esta vez, unieron fuerzas con Richard Patrick de Filter, para editar un único disco que saca la tarea adelante, cuenta con un par de canciones con vocación de hit, y el resto no destiñe en absoluto. El disco es lo suficientemente bueno como para quedar con ganas de un sucesor, del que hasta la fecha no hay luces.
Trivium – The Crusade (2006). Los metaleros de Florida se descarrilaron con este revoltijo. Logran salir del fango y entregan himnos de peso, además de conseguir gran continuidad entre los temas y coherencia en el sonido. A pesar de que las canciones suenan muy diferentes entre sí, consiguen mantener una dinámica y una línea. No importa que “Ignition”, “To the Rats” o “Contempt Breeds Contamination” suenen muy metal sueco, encajan perfectamente al lado de canciones mucho más thrashers como “Entrance of the Conflagration” o “Unrepentant”.
Melvins – (A) Senile Animal (2006): los de Seattle son una banda de ética indie a toda prueba, siempre de nicho y nunca masivos. Por esto, ni siquiera se dan la molestia de promocionar demasiado sus discos, y les importa bien poco si éstos no son de gusto masivo, si son coherentes o no, si a veces se pasan de revoluciones con la experimentación, o si, por el contrario, el resultado da por casualidad un disco brillante. Les importa realmente un cuerno. (A) Senile Animal es una colección brillante de canciones que debiese gustar tanto a fanáticos más acérrimos, como a quienes siguen la carrera de Osborne, Crover y compañía con más distancia. Un disco que a dos baterías y con la crudeza de siempre, despacha una joya tras otra.
Black Rebel Motorcycle Club – Baby 81 (2007). Vino después de Howl, para muchos, el mejor disco de Black Rebel Motorcycle Club, y sin duda, el más original, apegándose a la Americana, y dejando de lado por un rato la fuerte herencia de The Jesus and Mary Chain que hasta la fecha los perseguía. Por eso, el retorno a su sonido más clásico con Baby 81 no fue muy bien tratado por la prensa. Pero a no perderse: es un gran disco, por una simple razón: el cuento ya es conocido, pero es un buen cuento. Ah, y por “American X”.
Puscifer – V Is for Vagina (2007). Constantemente resistido por los fans religiosos de Tool, y específicamente de M.J. Keenan. El primer experimento solista del venerado vocalista se aleja de todo lo realizado anteriormente, y con alevosía, quema todos los puentes. Se despoja de la grandilocuencia de su hermosa voz, del aura de misticismo y crítica social encriptada de Tool, y de las atrapantes melodías de A Perfect Circle, para enrollarse en una propuesta electrónica, arriesgada y con poca estructura, algo monótono a ratos, pero con buenos momentos. Se agradece la salida de la zona de confort.
Los Bunkers – Barrio Estación (2008): Los Bunkers son una banda poco querida por la fanaticada más tradicional del rock en Chile y, pese a que fueron los que más logros palpables consiguieron, sigue estando en discusión si fueron o no la mejor banda de rock de nuestra tierra en la década pasada, o si alguna vez siquiera han sido relevantes. No entraremos en ese apasionado debate, pero sí podemos aportar con un antecedente: Barrio Estación es una joya escondida del grupo, y para quienes encuentren que La culpa o Canción de lejos son discos mediocres y faltos de propuesta, Barrio Estación puede ser un gran argumento para convencerles. Un disco coherente, con matices, con momentos bien pop que conviven con otros más ambiciosos. “Coma”, la que abre el disco, y la terna “El mismo lugar”, “Tarde” y “Abril”, que en conjunto lo cierran, dejan la sensación de que el grupo, cuando se lo propone, está para hacer grandes cosas.
Mike Patton – A Perfect Place (2008): Mike Patton se ha ganado, con bastante razón, el mal cartel de ser un tipo capaz de lanzar un disco con cualquier ruido corporal, y su religiosa fanaticada se lo celebrará. Sus dos primeras incursiones como solista, más la mayoría de los lanzamientos con Fantomas, contribuyeron con fuerza en la construcción de ese perfil. Es por eso que cualquier nuevo intento en solitario, fuera de sus bandas más conocidas, siempre será recibido con escepticismo, o con el desdén suficiente para ni siquiera darle una oportunidad. Bueno amigos, A Perfect Place, la banda sonora del cortometraje del mismo nombre lanzado en 2008, es para llevarse una grata sorpresa. Fuerte influencia del swing de los años 40, así como también de la música de compositores como Angelo Badalamenti, hacen de este breve disco una exquisita joya donde el vocalista hace gala de su buen gusto, y de su talento como compositor y multi instrumentista.
Killswitch Engage – Killswitch Engage (2009). Es curioso, porque este álbum tiene ejecuciones impecables a pesar de ser un intento más oscuro y que se mezcla, de manera extraña y no tan fácil de desentrañar, con una melancolía que corona una obra maciza, a pesar de su presentación enmarañada. De todas maneras merece otra chance.
Alice in Chains – Black Gives Way to Blue (2009): hay bandas que deben cargar para siempre con el peso de haber tenido en su pasado un vocalista gravitante e irrepetiblemente talentoso. Incluso luego de su muerte. Es por esto que aún existen fanáticos que no le dan la oportunidad a Black Gives Way to Blue, el disco de retorno de Alice in Chains luego de la muerte de Layne Staley. No hay que perderse: es un excelente disco, de principio a fin, hecho con honestidad y sin deseos de pasar por encima del legado del fallecido vocalista. Es cierto que William Duvall jamás le hará el peso, pero el tipo hace su trabajo sin mayores pretensiones, y eso se agradece. Alice in Chains demostró con este disco que hay vida después de Layne Staley, y canciones como “All Secrets Known”, “Check My Brain”, “A Looking in View” y la que cierra el disco, “Black Gives Way to Blue”, hicieron que el retorno discográfico de Alice in Chains sin Staley fuera incluso superior que otros que volvieron con alineación completa como Soundgarden, o incluso que los últimos discos de los intocables Pearl Jam.
Por Macarena Polanco / Felipe Godoy