Patti Smith en Chile: Punk, sentido y razón
Resulta tan llamativo como entendible el nexo de Patti Smith con Chile, a pesar de la larga de su debut en estos parajes. Escritora y lectora por antonomasia, la destacada cantautora estadounidense reconoce la influencia de Nicanor Parra como fundamental en su carrera literaria, así como Roberto Bolaño se convirtió hace rato en un nombre de cabecera. Al mismo tiempo, Smith terminó por redefinir la figura del auténtico ‘rockstar’ gracias a su compromiso con la gente común y las causas sociales que mueven al mundo, por lo que su visita a nuestro país, en el marco de la crisis social que lleva un mes, disipó toda señal de coincidencia. Obvio, las coincidencias no existen y para la ‘madrina del Punk’, las revoluciones sociales responden a un sentido plenamente humanitario, como ha sido desde el amanecer de los tiempos.
Complicado para nosotros definir exactamente lo que vivimos anoche en un abarrotado Caupolicán, porque el alcance logrado por una artista como Patti Smith trasciende todo lo que se pueda abarcar, aunque sin transar su compromiso con los postergados, los que se rompen la espalda a diario, los que viven apartados pero vieron en una obra de la talla de «Horses» (1975) un espejo para quienes sabían que las verdaderas estrellas de Rock no necesitan recurrir a la parafernalia para encandilarte. Su sola presencia basta, al igual que su identidad artística, con la poesía y la honestidad caminando juntas de la mano.
La apertura por parte de la artista nacional Colombina Parra ejerció como preámbulo idóneo para un encuentro histórico en todas sus líneas. Una propuesta arraigada en el folklore, con el Rock, la música indie y el jazz como elementos esenciales en la construcción de un sonido que extiende su halo sin necesidad de artificios, reforzado con una puesta en escena donde la nula iluminación derivó progresivamente en un juego de sobriedad y matiz en medio de la penumbra. Y es que para la histórica integrante de Los Ex, la diferencia puede ser un espectáculo cuando se trata de proyectar una identidad hasta más allá del horizonte oceánico, siempre entablando el necesario contacto con la realidad.
Un recinto colmado pasadas las 21 horas, escenario perfecto para que una sonriente Patti Smith, al frente de su banda, saliera al escenario y, en poco menos de 30», se dejaran caer los primeros acordes de la clásica «Dancing Barefoot», con el público entregándose sin pensarlo dos veces y la música tomando el rol protagónico sin perder noción de lo que ocurre actualmente en nuestro país. Por supuesto, con la siguiente «Redondo Beach» el Caupolicán se vendría abajo, no podía ser de otra forma si el 2do track del supremo «Horses» es un pasaje obligado en sus presentaciones por la onda que transmite y su vibra terapéutica. Eso y mucho más genera Patti Smith como cantante, intérprete, poetiza, mensajera y todo lo que se te ocurra. Y con el respaldo de una banda donde descuella el guitarrista y cantante Lenny Kaye -colaborador de de la cantautora nacida en Chicago desde sus inicios en la música, allá en 1974-, no hay pero que valga.
La hermandad con que «Ghost Dance» y «My Blakean Year» aparecen imponentes, se muestra y siente de verdad. Aquí no hay trucos ni metáforas rebuscadas, Patti va al grano, siempre con buen gusto cuando debe ser. Te puede seducir o incomodar, pero cualquiera que sepa quién es ella asume de entrada que no hay careta en su discurso. Todo lo contrario; puede que «Beds Are Burning» —el hit/single ochentero de los australianos Midnight Oil—no sea de su autoría, pero cuando entiendes el trasfondo de su mensaje, puedes darle un empuje más combativo. Salvar el planeta y los elementos que la componen es la consigna en estos tiempos en que los efectos del calentamiento global ya son visibles y perceptibles para una humanidad que recién se da cuenta de su indolencia.
La emoción que fluye en «Beneath The Southern Cross» te deja K.O. a nivel anímico gracias a esos arreglos acústicos que, en vivo, adquieren una fuerza titánica. Y esa misma emoción termina por estallar en «Free Money» y su dedicatoria a quienes tuvieron que pagar un alto precio por su libertad. Bien de aquello lo saben los manifestantes que sufrieron lesiones y pérdidas oculares por los perdigones que disparan alevosamente los carabineros en cada marcha a lo largo del país. ¿Ven que Patti Smith es de verdad? El punk en toda su esencia, como tiene que ser desde la médula hasta la dermis. ¿Rock n’ Roll? Eso no se cuestiona, lo vemos ahí en actitud de protesta y apuntando al verdadero enemigo.
En medio del set, hubo tiempo para que Patti se retirara por un instante a descansar mientras su banda se despachaba una tremenda versión de «I’m Free» de The Rolling Stones, intercalada con «Walk On The Wild Side» del eterno Lou Reed. Cuánta categoría la de Lenny Kaye, pieza fundamental en la carrera de Patti desde hace más de cuatro décadas y poseedor de un liderazgo sin parangón. Mientras, el combo integrado por el bajista y tecladista Tony Shanahan, el baterista Jay Dee Daughtery y el guitarrista Jackson Smith —este último, hijo de Patti—quien despliega toda su clase, con el propio Kaye oficiando como ‘director’ y denotando cuán compacta puede ser la música cuando ejerce como canal para un mensaje con alcance universal.
Versionar a Neil Young es una cosa, apropiarse de un himno como «After The Gold Rush» y darle un baño refrescante de amor y emoción —y sin perder la esencia de la original-—es otra. Con Jackson al piano, Patti se dirige al público con la calidez vocal de su sello inconfundible y cuando la música acaricia lo más profundo de tu alma, ninguna etiqueta corre. Cuán elevado puede resultar esta experiencia de la que nadie puede excluirse, mucho menos en estos tiempos turbulentos. Y lo poco que se puede decir respecto a «Because The Night» es que cuando se trata procrear éxitos ‘oreja’ sin transar sus ideales, en vivo equivale a la catarsis en todo su significado.
Llegando al final del show, la línea «Jesus died for somebody’s sins but not mine» con que «Gloria» transforma el Caupolicán en un océano cuyas olas reaccionan al enojo de la Madre Naturaleza, como la propia Patti lo remarca en varios pasajes. Soberbio, épico, relámpagos de fervor y temple con la esperanza flameando en medio de la duda. «People Have The Power»… qué se puede decir cuando el título dice todo y más, como lo asumimos tanto los fans como los curiosos. La gente tiene el poder y puede hacer cosas impensadas cuando hay unión, mientras el forado que provoca la icónica «My Generation» de The Who se convierte en vestigio inmediato de una lucha que no tendrá final.
Quizás se trate de la 1ra y última vez en esta faja de tierra larga y angosta, debido a la edad y los costos que implica bajar de un hemisferio a otro. Pero lo de anoche podemos resumirlo en una cátedra de purificación y resistencia, con los gritos y consignas del público recordándonos que no se trataba sólo de una visita histórica, sino también de un encuentro con nosotros mismos, con la razón de nuestra lucha y el sentido de avanzar sin ceder ante las limosnas que ofrece la dictadura de Sebastián Piñera. Despertó un país y ahí estaba Patti Smith para incentivarnos al cambio como estilo de vida, siempre a favor de la gente común y uno mismo. Punk, sentido y razón, elementos necesarios para seguir en la 1ra línea hasta que valga la pena.
Por Claudio Miranda
Fotos: Cristian Calderón