Rammstein: “Rammstein” (2019)
Universal, 2019
Cuando las bandas deciden un largo silencio discográfico, llega un momento en que su ausencia se extraña de verdad. Con esto de la globalización y la penetración de las redes sociales, no es tan difícil pedir un disco al ciberespacio, y si se forma un movimiento, las bandas suelen poner atención. No sabemos si este es el caso de Rammstein, pero sí sabemos que diez años de espera para poder escuchar algo nuevo, es demasiado. El año pasado dieron luces de que iban a volver y las expectativas empezaron a crecer, porque la legión de fans que los aclama en el mundo entero no se puede dejar a la deriva. Pero podemos estar tranquilos, el retorno ya es real y es satisfactorio comprobar que las guitarras no han perdido fuerza, el mismo registro y potencia que les han caracterizado durante toda su carrera se impregnan totalmente en «Rammstein». Al final, resultó positivo el paso al costado de Jacob Hellner en la producción, para que fuera Olsen Involtini el acompañante de la banda en la labor de esculpir este sonido.
El disco posee, de manera muy marcada, un tobogán emocional en sus primeros cuatro temas, para luego ofrecernos una alternativa más pausada en los siguientes cuatro, retomando la velocidad en los dos finales. «Deutschland», por su fuerza y enganche, es una pieza de alto tonelaje y crítica directa a su país, mientras que «Radio» ejemplifica la diversidad del nuevo enfoque, con teclados melodiosos y cargados de misterio, al mejor estilo Kraftwerk. «Zeig Dich» destaca por sus originales coros, dignos de Carmina Burana, en contraposición al tema en sí, el que se vuelve muy agudo en sus guitarras cargadas de distorsión; además, tiene un vibrante rasgueo y un sonido de bajo muy bien logrado. «Ausländer» y «Sex» nos dan una pausa pero mantienen el excelente trabajo de la batería.
«Puppe» inicia el segmento más lento, donde se propone una escucha más profunda y con matices enriquecidos. Till se rompe en el estribillo relatando una letra bastante tétrica. Buen trabajo ahí.
«Diamant» es minimalista y le faltaron algunos matices, pero salta a un momento impactante como es «Weit Weg», y ese aire fantástico a los teclados de «Perfect Strangers» (qué gran trabajo de Flake), los que redondean una propuesta notable, con un sonido al estilo de «Rosenrot». «Tattoo» es old school para nostálgicos, tiene ímpetu, trata de recuperar revoluciones para cerrar fuerte y nos envía a la etapa «Sehnsucht» desde el punto de vista instrumental. El álbum cierra con «Hallomann», la cual es una maravilla. Estructura misteriosa, fría, con una letra salvaje que grafica a los mejores Rammstein, a los de ayer y que hoy le sacan brillo a su historia, porque solo ellos pueden embellecer lo aterrador.
Y su portada minimalista también nos sugiere un recomienzo, pero mantenido la esencia. Un sencillo fósforo sobre un fondo blanco ¿significará que el fuego ya no será el protagonista?. Siempre hemos identificado a la banda por este elemento y quizás eso ha distraído el escuchar la música. Si el fósforo está apagado, probablemente no quieran que nos focalicemos en lo que antes los volvió famosos. O bien, significa que debemos estar preparados para cuando vuelvan a encender la mecha en sus monumentales conciertos. Y que el disco lleve el nombre de la banda, como muchas lo hacen cuando lanzan su disco debut, también sugiere un refresh.
Quizás, el único inconveniente es que algunas canciones desentonan en este intento de sonar variado. Pero si vas con total disposición a escuchar, el disco pasa la prueba absolutamente, porque Rammstein ha vuelto con hambre. Da mucha alegría cuando una banda, tras años de silencio, logra una obra de buen nivel. Recordemos que lo complicado no es llegar a la cúspide sino mantenerse en ella y los alemanes, con este nuevo trabajo, vuelven a demostrar porque siguen inspirando a tantos.