“Reload”: Metallica y el momento de reivindicar a la recarga
Elektra, 1997
Menospreciado, basureado, pateado en el suelo. Para muchos fanáticos del género es la mayor traición en la historia del heavy metal; aunque suene ridículo a estas alturas, en ese momento este disco caló como piedrazo en la cabeza en los seguidores de este estilo.
En algún momento Metallica tuvo en sus manos todos los ases ganadores del maso. No fue por suerte, supieron conjugar los elementos, supieron escribir muy buenas letras, crearon riffs maestros, jugaron con la velocidad de la batería a un nivel altísimo. Pero llegaron los 90’s: MTV se tomó la batuta de la difusión musical y, quizás, los 4 jinetes cayeron rendidos ante el encanto de la masividad. De ahí es donde se concibe “Reload”.
El álbum parte con la pegadiza “Fuel”, canción muy al estilo Bob Rock, y que contiene su buen par de guitarras fuertes; apreciamos a Kirk muy metido en su trabajo (todavía). La voz de James se nota complaciente y es ahí cuando se extrañan, por ejemplo, temas como ‘No Remorse’. ‘The Memory Remains’ es un tema mucho mejor producido, aunque en mi mente resuena más el videoclip que el tema. Canción hecha para la radio, para jugar y cobrar, incluyendo el nanana-nanana de Marianne Faithful a manera de ¿homenaje?. El tema es lo que más trascendió del disco. “Devil’s Dance” es más interesante, más compleja; el bajo del pobre Newsted fluye muy bien. La guitarra rítmica de James en este tema es visceral, de lo mejor, como volviendo por un ratito a sus años de máximo guitarrista, que hacia lo que quería con el público al son de su elemento estrella.
Para qué hablar de “The Unforgiven II”. Como secuela es digerible pero se nota que quisieron ver qué pasaba si mezclaban agua con aceite. La original es una canción demasiado perfecta, demasiado bien hecha, pero esta segunda parte no es basura, para nada. Y las críticas a la voz de Hetfield en esta canción me parecen de sobra. “Better Than You” no promete nada al principio, pero así mismo es como sorprende. El riff es genial a pesar que la canción evoca a una fiesta juvenil; luego vienen un par de temas en los que no me detengo porque no pasa nada con ellos, hasta que llego a “Where the Wild Things Are”, donde la protagonista es la voz de James, en un tono distinto al habitual, pero que se confunde perfecto con el sonido etéreo del tema. Hammett está algo flojo y a aunque la canción es larga, es escuchable y no se hace eterna. “Prince Charming” es un buenísimo tema, muy rítmico, dinámico. Tiene mucha vida, tiene un toque setentero, en algunos pasajes, pero es harto mejor que varias piezas del disco.
“Low Man’s Lirycs” es otra apuesta. En un primer momento me sonó a que, definitivamente, estos jinetes no sabían que rumbo tomar en esta nueva era del rock pesado. Hay una propuesta de violín que busca ser original pero en verdad no pasa de eso. ¿Cuando habríamos pensado que Metallica usaría el violín en un tema? Si no lo sabes utilizar, y el productor tampoco, no lo hagas. “Attitude” parte con un riff full, pero pierde justamente la actitud hacia el final. James no está bien vocalmente y las guitarras se van frenando.
El disco en general tiene un trabajo de cuerdas adecuado, pero lejos del salvajismo que Metallica implantó en los 80; quizás la sorpresa que les produjo el buen recibimiento del Black Album (disco que me encanta a todo esto, pueden lincharme los más hard) los hizo seguir por la misma línea, alejándose de ciertos códigos del heavy metal y acercándose a otros músicos, que los tenían como referentes, pero que exploraron otros matices.
El “Reload” es un disco autocomplaciente. Se hizo sin reflexión a nada, se hizo como una segunda parte del disco anterior y como siempre pasa, las segundas partes no suelen ser tan buenas como las primeras. Pero luego de haberlo escuchado mucho hoy se percibe un poco mejor, hay más detalles que permiten explicar su creación. Sin dejarse llevar por fanatismos, pero es un disco que debía existir, que debía ser sacado para ser pisoteado, odiado por la crítica, para luego ser entendido, años después, como parte de una evolución de una tremenda banda.