Finalmente se concreta la visita de una de las mejores bandas del post rock actual…
Russian Circles- «Gnosis» (2022)
Sargent House, 2022
Gnosis en términos concretos significa conocimiento espiritual. Lo que nos dejan los de Chicago esta vez es la reflexión de que a menudo la energía puede llegar siempre que se quiera empapada de emoción. Aquí el trío suena al borde, pero muy melódico al mismo tiempo, una curiosa combinación de fuerzas que refleja la lucha interna del alma, lo que implica finalmente, conocimiento interno y pese a no tener letras que lo expliquen, nos lleva por un camino, una historia, algo nos quiere comunicar solo a través de un cúmulo de guitarras afiladas desfilando una tras otra encontrando su mensaje.
Con la inconfundible producción de Kurt Ballou (Converge), quien se hizo cargo de Guidance (2016) y Blood Year (2019) encontramos a Russian Circles en un 2022 de una forma bastante contundente en cuanto a poder, intensidad y los matices que Mike Sullivan (guitarra), Dave Turncrant (batería) y Brian Cook (bajo) sacan el uno del otro sigue siendo una fuerza incontenible a tener en cuenta. El álbum es tenso, pero trepidante- como el tercer capítulo de esta era de Russian Circles, Gnosis compite con sus predecesores como un álbum potente en un género algo saturado, aprovechando su ímpetu de reinvención. Desde la abrasiva apertura con «Tupilak», pasando por aquella máquina de riffs Meshuggianas de «Conduit», hasta los encuentros cercanos con el peso clásico de Sabbath, Candlemass. o Type O Negative entrelazados con el blackgaze de Deafheaven que nos dejan en la torrencial «Vlastimil».
Siempre un disco instrumental va a tener cierta desventaja de que solo musicalmente capte toda tu atención: es la meta más arriesgada que se propuso el post rock en general y solo algunas bandas han salido airosas. Cuando la banda ralentiza sus estados, se toman su tiempo, y no es por falta de creatividad. Dentro de las amplias líneas de guitarra y los acentos escalonados de hi-hat de la canción que da nombre al álbum se encuentran ideas que van y vienen con tanta creatividad que los cambios no se hacen notar de inmediato.
El clímax apasionado de la canción llega como despertar de una larga siesta durante un viaje por carretera, en un lugar completamente diferente. En contraste con esa odisea de ocho minutos, el breve interludio «Ó Braonáin» (probablemente haciendo referencia a un antiguo poema irlandés que se refiere a «lluvias de dolor… el aguijón del arrepentimiento… la pérdida de coraje» causada por la muerte de un ser querido) logra una resonancia comparable con una guitarra a la deriva a través del doom, para llegar a la bravura de «Betrayal» y rematar con la solidez de «Bloom», un dictado en estridencia y pulcras cuerdas de guitarra que llama a la calma después de la tormenta, a la reforestación, para un discazo que no deja de evocar a cada momento sensaciones de guerra, conflictos internos y, finalmente, de cálida paz.