Hace poco tuvimos la oportunidad de conversar con los autores de "200 Discos de Rock…
«Se remata el siglo»: Los Tres y el nostálgico gusto por un clásico del rock chileno
Sony Music, 1993
En un ya lejano 1991 la banda oriunda de Concepción Los Tres lograron dejar impreso en la memoria colectiva chilena un novedoso sonido (paradojalmente con muchas influencias del sonido antiguo) en su primera placa homónima con un notable éxito. En ese entonces la banda de Álvaro Henríquez y Titae Lindl se constituía con su formación original, Francisco Molina en baterías y un joven y ya muy diestro Ángel Parra en la guitarra líder. El grupo consolida su sonido con muchos aires a rockabilly, jazz, blues y boleros. Pero su sonido no se terminaba ahí.
En el año 1993 la banda pasa de un sello local como lo fue Alerce Records a la multinacional Sony, quienes quedaron como dueños del contrato de los penquistas. A manera de tratar de internacionalizar el sonido de la banda el nuevo disco buscó (tal vez más por parte del sello que de la propia banda) un sonido mucho más rudo y rockero que la anterior placa, tratando de emular las tendencias de las bandas jóvenes del momento como lo fue toda la movida grunge de Estados Unidos, tratando temáticas que en general rayan en la apatía y desilusión con respecto a la realidad. Se remata el siglo ve la luz en 1993, y sin dejar de reconocer que a juicio de Henríquez y compañía es el disco con el que menos satisfechos se sienten, nos dejó canciones de gran calidad musical que quedarán para siempre en el memorial del rock chileno.
La placa arranca con la potente ‘No sabes qué desperdicio tengo en el alma’ (primer single del disco), con un riff absolutamente reconocible. Inmediatamente deja ver que este disco es completamente diferente al sonido anterior. La guitarra de Ángel Parra inmediatamente va adornando la intro con piruetas y solos casi a lo Van Halen. Henríquez por su parte sarcástico como de costumbre nos habla de un sentimiento de absoluto vacío y desilusión “Dime que la vida es fácil, dime que el amor es oro, dime que no hay nada que hacer… No sabes qué desperdicio tengo en el alma”. Mientras el ensamble Molina-Lindl dan una base sólida de rock al tema.
‘Se remata el siglo I y II’ nos muestran un tono un poco más cercano al rockabilly y al funk. Francisco Molina hace alarde en la batería con fraseos potentes y versátiles, Titae Lindl por su parte aplica a un bajo mucho más ligado al funk con un sonido muy patente. Por su parte Henríquez continúa sarcástico hablando de cómo todo se remata (putas, héroes, historia, fuerzas armadas) como prediciendo la poca seriedad y confianza en las instituciones que hasta el día de hoy sentimos. El rock and roll-blues no está ausente en este disco, ‘Soñé que estabas justo sobre mí’ nos muestra una cara mucho más cercana a la música de New Orleans, con un riff absolutamente blusero y un solo de guitarra descollante por parte de Ángel Parra. Una retorcida lírica que al parecer está dedicada a un abusador.
‘Follaje en el invernadero’ nos muestra un sonido mucho más amable. Un instrumental exquisito con un sonido mucho más cercano a su placa anterior y la vuelta al contrabajo por parte de Titae. La batería y percusiones del tema son una joya con un sonido matizado, liviano y potente a la vez que hace hoy extrañar al excelente baterista Francisco Molina.
‘El aval’ nos trae de vuelta el rockabilly recordándonos el sonido de temas anteriores como ‘Sudapara’. Una movida y alegre canción que marcó el verano del 93 pero que no deja de ser sarcástica, críptica y apática “Mi aval murió en un galpón cegado por el ruido de su reloj, su familia está más bien feliz, dejó toda su ropa en el jardín”. ‘Gato por liebre’ en la misma senda nos deja una excelente composición, de ritmo potente y acelerado en donde guitarras y bajo van matizando la sarcástica lírica. La batería nuevamente es destacable dentro del tema, sólida y marcando algunos des tiempos, culminando todo con un solo intermitente entre Henríquez y Parra. Líricamente tal como lo indica el título escuchamos con una sensación de vivir estafado e inmerso en los placeres oscuros “Anfetaminas molidas tamaño irreal, las mismas diez lucas, la caña infernal, una vez en la cama vergüenza total”.
‘Piratas’ se da como una clarísima crítica a los sellos discográficos y al trato que tienen con los artistas. Por otra parte, ‘Feliz de perder’ nos trae otro tema de un corte mucho más rockero y cercano al grunge de Seattle imperante por esos años. El tema es potentísimo y expresa la comodidad (¿o incomodidad?) de sentirse no protagonista y perdedor. “Nunca seré segundo, primero por omisión. Nunca seré la cara, el asiento de atrás me acomoda más de lo que crees”. El sonido es más calmo en los versos y con coros mucho más potentes y pesados. El sólo de guitarra de Ángel Parra es simplemente avasallador, haciendo gala de su pericia, paseándose por el mástil y con un sonido a wha-wha y trémolo que vuela la cabeza, destacable sin duda alguna. En su versión original el disco incluyó el tema ‘Por qué no viniste’ otra vez en la línea del rock apegado a la movida grunge y por otro lado el cover de B.B. King ‘The Thrill Is Gone’. Una verdadera lástima que no se siguiera considerando para futuras ediciones.
‘El sueño de la hora más oscura’ nos trae una balada con una sensación de melancolía profunda. “Llueven pétalos negros en la ciudad, mojan lo más seco de mi soledad, se apagó tu luz para mí y la mía para ti” nos canta Henríquez inmerso en sonido a maderas, acústico acompañado de un cuarteto de cuerdas. Un final hermoso para un disco controversial.
Se remata el siglo puede sonar hoy como uno de los discos menos destacables de la carrera de Los Tres, quienes finalmente fueron re evolucionando su sonido y volviendo a sus coqueteos con el blues, el rockabilly y el jazz. Pero finalmente es una pieza que cuadra todo dentro su discografía, llena de rabia y potencia, producido por el histórico Mario Breuer, muy noventero, y que innegablemente les ayudó a crecer como banda y demostrar que también podían hacer un disco más rockero sin perder la esencia y excelente técnica del cuarteto. «Se remata el siglo» nos dejó un puñado de excelentes canciones que hasta el día de hoy nos resuenan, una y otra vez.
Por Álvaro Guajardo