Slash ft. Myles Kennedy and the Conspirators en Chile: Viviendo el sueño
Una consolidada carrera ha hecho de Slash uno de los mejores guitarristas que vio nacer la última parte del siglo XX. Aunque por mucho tiempo estuvo alejado de la banda que lo lanzó a la fama, trabajó para hacerse un nombre por sí solo, transformándose en el ser completamente seductor que es hoy sobre el escenario, usando como herramienta su maestría aplicada a las cuerdas. De esto fuimos testigos, otra vez, en el show que presentó junto a Myles Kennedy and The Conspirators, como parte de la promoción de su último trabajo «Living the Dream».
Cuando faltaba casi una hora para el show, el Teatro Caupolicán ya estaba al 80% de su capacidad, buena afluencia que pudo apreciar el teloneo corto pero efectivo de Cler Canifru, una de las mejores sesionistas de nuestra escena y que acaba de estrenar su producción «Agenesis». A pesar de los pocos minutos que tuvo, logró la completa atención del público, que no dudó en aplaudirla y levantarle el pulgar a su presentación.
Y tras la chilena, portando su inconfundible sombrero y su Gibson, Slash dio el vamos a un show que estaría plagado de riffs y punteos propios de un héroe de la de la guitarra. La rockera «The call of the wild» dio el vamos a la velada, la que estaría cargada de optimismo, de buena onda, con un ánimo siempre en alto. «Standing in the sun», «Back from Cali» y «Boulevard of broken hearts» aceitaron el inicio con estructuras cargadas al rock clásico y con espacios para el lucimiento del guitarrista nacido en Londres. Más avanzada la noche, el bajista, Todd Kerns cantó «We’re all gonna die» y «Doctor Alibi» con toda la fuerza de un rockero de cepa, para luego llegar a «Wicked Stone» y vivir otro momento sublime: dentro del tema, Slash se despachó un riff de varios minutos, mientras sus colegas le hacían el apoyo sosteniendo la base rítmica. Los ojos, las cámaras, el centro del escenario eran para quien forjó el gusto musical de toda una generación ’80-’90, y que se dio cita en el teatro para aplaudir, por más de 1 minuto, tal demostración de vigencia y solidez. Fue uno de los pocos instantes «egocéntricos» de la jornada. La banda tiene un fiato logrado.
El momento fanservice de la velada llegó con «Nightrain», el cariñito que le hizo Slash a los fans de Guns N’ Roses; aunque llevábamos mucho rato disfrutando un gran espectáculo, faltaba el bocado del pasado y, aunque fue solo una degustación, se disfrutó a mil. «Starlight», otra evidencia de la facilidad con la que el guitarrista puede crear hits, «You’re a lie», «Avalon» y «Anastasia» dieron por concluida una noche de calidad en versión rock. Esto se debe a la prolijidad sonora que ha logrado The Conspirators, quienes fueron un soporte muy profesional, con precisión única y compenetrados con Slash y Myles Kennedy; este último, dejó claro por qué es una de las voces de mayor reputación de esta década y por qué la gente lo quiere y respeta. Varios gritos desde la cancha, invocando a Alter Bridge, así lo sugieren.
No hubo pausas. Solo destreza y momentos álgidos, nunca se estuvo abajo. La gente se retiró contenta, aunque no faltaron las caras largas por la casi nula referencia a Guns N’ Roses. Si en el show de 2015, esta misma formación aupó la noche con 7 temas de los autores de «Appetite for Destruction» en el setlist, en esta ocasión no fue necesario sacar del sombrero las pistolas que dan cuenta del pasado de Slash. Eso sí, hay que reconocer un dejo de disgusto al no haber podido escuchar uno de los mejores riff de la historia del rock (el de «Sweet Child O’ Mine»), imperdonable para el fan que fue a ver al guitarrista solo por su glorioso pasado, sin embargo, Saul Hudson ostenta un creativo presente con este proyecto alterno, el que le permite tocar relajado y con la seguridad de más de treinta años de carrera. Slash no volvió a la jungla santiaguina, vino a vivir el sueño, acorazado con su eterna melena y, lo más importante, con el poder insoslayable de su guitarra.