Slayer en Santiago Gets Louder 2019: Una devastadora despedida (Primera Parte)
La historia del metal ha sabido reconocer a sus líderes consecuentemente y desde hace un buen tiempo que el podio de honor de ellos tiene un trono bien guardado para Slayer. Cuando supimos de su anuncio de despedida, varios quedamos helados, porque si bien ya es demasiado grande su trayectoria y suele quedar duda si hay más por esperar de ellos después de tantas cosas grandiosas (en más de 35 años) hay leyendas que desde los 70 siguen en pie firme (o al menos no tan firmes pero en giras) como es el caso de Kiss, AC/DC, Scorpions o los mismísimos The Who y The Rolling Stones.
Este «retiro» solo el futuro nos dirá si es del todo cierto o no, pero claramente hay un cansancio, algo que queda evidenciado en ciertas declaraciones de sus líderes, tal vez por las-a veces- difíciles relaciones personales entre ellos o por estar mucho tiempo con una marca a fuego y sangre en un estilo que nunca caducó ni realizó giros drásticos en su sonido. Tal vez los egos de Tom y Kerry, tal vez la pérdida del esencial Hanneman o la salida de Lombardo, nunca lo han dejado muy claro. La banda, por cierto, sigue siendo una máquina demoledora de riffs y actitud en vivo, y anoche, en esta primera despedida, lo pudimos constatar.
En el set de Slayer no hay mayores sorpresas: desde el siniestro arranque con «Repentless», un Bicentenario repleto estuvo dispuesto a saltar y moshear. Si bien en Anthrax ciertos espacios estaban vacíos, el renombre de Slayer dejaba todo claro: eran los reyes de la fiesta y la convocatoria. Rápidamente empezaron a sucederse clásicos y un repaso bien correcto de su discografía: «Evil Has No Boundaries» del debutazo «Show No Mercy», «World Painted Blood», la inconmensurable «Postmortem» o «Hate Worldwide» ya empezaban a desatar estos distintos remolinos humanos que se vieron en la panorámica del estadio, el intenso mosh desde varios sectores. Con la energía de Gary Holt, la rudeza de Kerry King y Tom Araya al frente con algo de melancolía en el semblante todo el concierto, pero nunca dejando la marca de su actitud y agresiva voz vigente, y esta vez más que nunca. El trabajo de Bostaph es claro y concentrado, pues en Slayer la batería y rapidez siempre ha sido un factor fundamental.
Tom no dedicó muchas palabras al público, más bien se dedicó a hacer lo que mejor sabe: «Mandatory Suicide», «Chemical Warfare» o la infaltable «Seassons in the Abyss» nos dejaban claros indicios de la cantidad de tracks demoledores e históricos se repasaban, al ritmo de la energía impresionante de una cancha que sudó, gozó y mosheó como nunca. La verdad es que no hay sentimiento de defraude con Slayer, casi nunca, siempre se las han arreglado para dejarnos totalmente superados con su dosis de energía y metal visceral.
Hubo momentos de tristeza de parte de Tom, algo que sucedió en la gira en general, pero nos atrevemos a decir que acá en Chile fue especial, fueron varios minutos los que se quedó mirando el público, y como que daban ganas de saber qué es lo que pasaba por la cabeza en ese momento de tamaño master: «¿Será realmente nuestra última gira?» «¿Estoy llegando al final de mi carrera?». Tal vez Araya se tiene algo más guardado bajo la manga, pero su cara denotaba algo que se transmitía muy emocionante y generalizado.
Antes de aquello y de gritar un estremecedor «¡Viva Chile, Mierdaaaaa!», el final del show reunió -era que no- un puñado magistral de temas como «South of Heaven», «Raining Blood» (qué gran tema para ver en vivo), «Angel of Death» o «Dead Skin Mask» coreado a todo pulmón por un estadio al reviente de gente, lo cual encuadró mucho mejor esta especial jornada.
Ese final dejó con la piel de gallina, ni la banda ni el público -estamos seguros- querían que esto pasara. Y es totalmente global el sentimiento, en cada parada de la gira alrededor del mundo ha pasado lo mismo, y es que Slayer está tan incrustado en el corazón del metalero mundialmente que es imposible no haberse quedado con sentimientos muy encontrados con esta triste despedida. Su show final será en Viña este próximo martes y ahí estaremos, aunque desde Santiago no nos queda más que decir: ¡Gracias por tanto metal y buenos momentos, Slayer!
Por Patricio Avendaño R.
Fotos: Jerrol Salas