Slipknot en Knotfest Chile: Con la misma sangre, actitud, brutalidad, máscaras y overoles
Como si se tratara de tu mejor amigo la fanaticada chilena le cantaba el «cumpleaños feliz» no a un integrante de la banda, ni tampoco al nacimiento de la banda en sí misma, sino al que es considerado un álbum esencial en la historia del metal alternativo (y quizá transversal al «alternativo» o «nu», «death», «heavy», «black» o lo que sea), pues el homónimo de Slipknot trajo tantos elementos que renovaron la escena en base a sangre, vísceras, brutalidad, donde el thrash y death jugueteaba como un niño con samplers, tornamesas, rapeos guturales, guiños al cine, películas de terror y las más y mejores percusiones técnicas y tribales al mismo tiempo. Esta celebración fue la que sacudió al parque Estadio Nacional coronando un Knotfest nunca exento de polémica, tanto a nivel nacional como internacional. Quizá es que el ADN de Slipknot se impregna siempre de todo eso. Pero de que siempre son los más que dignos jefes de la fiesta, lo son.
En la cancha el show fue muy distinto a lo que habíamos visto: un verdadero ritual de densidad, peso y un espíritu underground ante todo. La marca de los enmascarados de Iowa, 25 años después, con dos bajas profundas que dieron vida a este álbum (Joey Jordison y Paul Gray) pero que en garra y espíritu estaban ahí presentes en una verdadera noche de locura y desbordes.
Corey estaba fino, estaba muy bien, y lo decimos en serio. Le gusta mucho «probar» su español con nosotros, lo cual ponía la cuota de relajo en el show, prometiendo que lo «mejoraría» para la próxima. Toda la banda parecía fresca, concentrada y emocionada por hacer esto, un ejercicio absolutamente impresionante, pues cuando veías este despliegue de poder prácticamente era algo real y tangente que los relojes se habían regresado a 1999 y a ese nivel de entrega que apabulló la escena en esos días. El concierto duró solo 80 minutos y por supuesto que hay opiniones divididas acerca si este concierto debió ser un concierto normal de Slipknot de más de una hora y media de cualquier día, pero para muchos eso no importó.
Además de las favoritas de los fans como «Wait and Bleed», «Spit It Out» y «(sic)», la lista de canciones incluía «No Life», «Only One» y «Scissors», que la banda de los nueve enmascarados no había tocado en una gira en más de una década. Dicho esto es que el show propagaba la intensidad incansable de Eloy Casagrande, la percusión mortífera y animal de Clawn o ese inmenso tándem de guitarras del infierno que componen Mick Thomson y Jim Root. Sin contar que el aporte histórico de Sid Wilson en los samplers ha sido vital para la banda y se ha transformado en un DJ referente en el metal, a quien no le importó mucho haber caído al hospital por una explosión en la cara hace unas semanas y decidió continuar con la gira.
Es probable que anoche hayamos vivido el más inolvidable de los conciertos de Slipknot en nuestros suelos. Y por la sangre, sudor, lágrimas, brutalidad y entrega por lo menos se ha quedado con un gran lugar en nuestros corazones.