«Steal This Album!», el demoledor disco de «descartes» de System of a Down
American Recordings / Columbia, 2002
La corta pero asombrosa discografía de SOAD goza de tanta calidad que sus discos «menores» a veces tienden ser eclipsados por sus grandezas: el debut, la dupleta «Hypnotize»/Mezmerize» y por supuesto, «Toxicity», pero no mucho se ha hablado de esta colección de demos, rarezas y descartes que se reunieron de forma notable en «Steal This Album!», un disco mucho más conciso de lo que parece, quizá no tanto como «disco» propiamente tal, pero sí vaya como brilla en cada canción individualmente, pues tenemos grandísimas canciones, que suena como muy loco que hayan sido «segregadas» de sus álbumes en la primera etapa. Cuando se filtraron por MP3 estas canciones bajo el nombre de «Toxicity II» hubo una especie de locura por sus fans generalizada en Internet, lo cual llevó a la banda finalmente a trabajarlas, pulirlas y junto a Rick Rubin y Daron Malakian dar forma de disco a canciones que sí o sí merecían cobrar vida.
La gracia del álbum que casi no tiene portada alguna y que te incita a robártelo de la tienda disquera como su nombre lo dice (de hecho, habla mucho del momento en boga que se vivía en 2002 con la copia de CDs pirata imperante como lo muestra ese característico CD blanco de su carátula) es que se puede disfrutar rápidamente como una línea continua de canciones con grandes armonías y poder en las guitarras. Tenemos cosas poderosas en la entrada, la apabullante «Innervision», con una intro tan power como emocionante y merecidamente single principal. Inmensa! La sintonía con este halo patriótico armenio que está tan incrustado en su ADN en System llegaba con «I-E-A-I-A-I-O» (vaya como esta cosa oriental le queda muy bien a Serj Tankian vocalmente, lo cual ha desarrollado en sus incursiones en solitario impecablemente). El tema es tan adictivo en su coro como poderoso en la ejecución, pero también temas estructurados a lo loco, de corta duración, como lo es ’36’, aquella gema llena de desvarío solventada en las percusiones y que pega excelente con esa esplendorosa línea de bajo de Shavo Odadjian en ‘Pictures’, donde la locura sigue con un redoble de batería, y con estas esquizofrénicas salidas de libreto en todo momento de la banda, esta vez repitiendo cual enfermo mental «tengo imágenes en mi mente!». La pegada inmensa sigue con la aplastante presencia riffera de ‘Highway Song’. En esta parte el disco no te da tregua, va a mil caballos de fuerza y tú estás dispuesto a ponerle más nitro al asunto.
Pero no todo es potencia y locuras, el disco, pese a lo rápido que pasa nos entrega momentos de amplia cordura, introspectiva y reflexión. ‘ADD’ es probable que sea una de las canciones más oscuras y deprimentes que jamás haya escrito la banda. Sin embargo, es tan impresionantemente melancólica al mismo tiempo que te sacude: «Hemos peleado tus guerras con todos nuestros corazones, Nos dejaste con solo partes del cuerpo, Tomaste nuestras voluntades con la verdad que robaste/Ofrecemos oraciones por tu alma largamente perdida»), la pena y melancolía se transforma en rabia detestable ante el gobierno y las guerras, dejándonos- otra vez- una de las mejores canciones antibélicas que podríamos escucharles, quizá tanto como la misma ‘Boom’, otro emblema del disco y dardo en el culo a los políticos y generadores de guerras «convenientes», esta vez, el apoyo audiovisual en ese brillante video grabado con manifestantes de todas partes del mundo, llegó de la mano de uno que está totalmente dispuesto a la protesta en este sentido: el cineasta Michael Moore, activista denunciante y creador de grandes documentales al respecto.
Es alucinante por su parte ‘Mr. Jack’, que es una canción que perfectamente pudo haber sido single, es la que menos «payaseo» tiene, profunda y bien hecha. Su clímax condice como la abordan, determinante. ‘Egobrain’ llega con una intensidad cala huesos y siguen los puntos altos incluso en los que se piensan bajos: ‘Fuck the System’ es una canción al borde de lo tonta de simple, pero escuchándola bien, no puedes evitar quedar maravillado ante las extrañas piezas que han logrado unir. La versatilidad vocal de Tankian, como luchando con él mismo, desdoblándose y logrando el propósito en una canción.
Desde la demoledora intro con ‘Chic’N’ Stu’ hasta la conmovedora ‘Roulette’ y el poderoso cierre con ‘Streamline’. SOAD la hizo con todos estos temas «descartes», creando algo tan poderoso quizá como lo que hizo Led Zeppelin con «Physsical Graffiti» en 1975, eso de guardar canciones brillantes para un momento preciso. El álbum, pasando los años, ya más de 15 (en que hemos echado mucho de menos algo nuevo, por cierto) sigue creciendo enormemente y da gusto repasarlo una y otra vez.
Por Patricio Avendaño R.