Stryper en Chile: Predicando la palabra del heavy metal
Desde el verano se estaba hablando muy bien de este cartel, que prometía como un mini festival de rock cristiano. Las entradas tuvieron mejor acogida de lo pronosticado y fue movido de la locación original, el Teatro La Cúpula, al Caupolicán —cosa que se condijo llegada la hora, con toda la platea cerrada y rasguñando apenas la cancha llena. También parte de la parrilla sufrió modificaciones de último momento, sacando la banda que abriría —los estadounidenses Tourniquet, parchados por los nacionales Exxocet.
Y de menos a más, con repetidos problemas en el micrófono al inicio, salieron los suecos de Narnia a comerse el escenario a eso de las 20:00 en punto. Con un set de catorce canciones, que bordeó la hora y cuarto de duración, el vocalista Christian Liljegren fue la estrella indiscutida. Un despliegue de carisma que no le importaba estarle cantando a 500 personas, o 5.000; él estaba bien metido en lo suyo intercalando material. Tiempo de alabanza entre canciones, loas para el público que se le entregó de brazos abiertos, hasta para dejar de lado la chaqueta lucida en el grueso del show; y darle lugar a una camiseta de la selección chilena —con el número 7 de Alexis Sánchez. Una audiencia que no decayó ante los debutantes en suelo nacional, pero que la última parte fue la que retumbó con fuerza: Long Live the King, Inner Sanctum, The Witch and the Lion y Living Water.
Ahora bien, el plato fuerte demoró casi una década en regresar —tras su única visita en agosto de 2010, en un concierto flojo y al debe. Para aquella primera incursión, se apuntó al baterista de malestar físico; por lo que todo se resumió a escasos 75 minutos de presentación —sin contar que promocionaron, muy por sobre la fecha, un disco de covers que le quitó la posición a varios ineludibles que no aparecieron. Volviendo a 2019, la gira lleva por nombre HISTORY Tour; englobando lo mejor de su carrera. Pero manteniéndonos siempre en ascuas, en varias declaraciones informando que el segmento sudamericano tendría modificaciones —con respecto a lo que venían haciendo, desde mayo, en Estados Unidos.
Y ya a las 21:55 se apagaron las luces, entraron regalando Biblias al público y arrancaron con la demoledora Soldiers Under Command. Con sonido y puesta en escena impecable, el bonachón Michael Sweet ofició de maestro de ceremonias; secundado de su hermano Robert en las baquetas, como siempre mostrándose de perfil, y Oz Fox en guitarra —del que se dudó su presencia debido a delicados estados de salud. Y pese a que las sandías caladas estaban a la orden del día, daba la sensación de ir de más a menos. Ya sea el doblete de 1986 con Calling on You y Free, las pesadas More Than a Man y All for One; o el guiño, quizás innecesario, a la antigua banda del hace poco encargado de las cuatro cuerdas —Perry Richardson, ex-FireHouse, con la desempolvada All She Wrote.
Lo mejor, o lo que no se había visto, lo trajo la segunda parte: la balada multi platino Honestly —que créase o no, fue la ausente clave de la vez anterior. Como así una In God We Trust en bajas revoluciones, seguida de cerca por Always There for You —pincelando bien la cosecha 1988. En lo que concierne al material de reciente publicación, sacó la cara Sorry y Yahweh; para ir cerrando el círculo con otro clásico de antaño: Sing-Along Song. Volvieron para el bis de la mano de otra nueva, The Valley, y cómo no con la marca de fábrica To Hell With the Devil.
Escuálida hora con veinte minutos, ganándole apenas por una nariz al número de apertura —diferencia que debió ser holgadísima. Porque cuando uno oye HISTORY Tour, piensa en la abultada carrera de los otrora abejorros, que con facilidad pudo doblar el tiempo bajo los reflectores —con mucho material sólido y de excelente factura, post reunión de 2003, que hasta la fecha suma seis placas de material propio. O echando mano a lo antiguo más allá de lo típico, que saben que la gente está esperando; por ejemplo Lady, éxito incluso subvalorado, que el vocalista deslizó como uno de los temas que iban a estar presentes. A fin de cuentas fue mucha Biblia y poca acción.
Fotos: Cristian Calderón