The Raconteurs en Chile: Rock ‘n’ roll, necesidad para días rebeldes
Los tipos como Jack White se pueden jactar de tener un currículum que trasciende fronteras sin transar su integridad. Con The Raconteurs, la banda que formó al mismo tiempo que sus días con The White Stripes empezaban a contarse, la idea de exponer los valores del Blues y el Rock de los 60/70 con una pizca de creatividad que lo hace invaluable, amplifica su encanto demoledor en vivo, como pudimos apreciar anoche en el Teatro Coliseo de la capital. Un local abarrotado contra todo pronóstico, tomando en cuenta los acontecimientos que vive nuestro país y que es menester hacer hincapié como medio.
El lanzamiento del aclamado “Help Me Stranger”, la tercera placa de los de Michigan y la primera en poco más de una década, bastó para justificar y darle razón a quienes esperaban una visita por estos terruños. Y pese a todo, el rock n’ roll impuso su lógica, al punto de encender la noche santiaguina en base a aquello que nos permite mover el cuerpo de manera inmediata. Por otro lado, referirnos a The Raconteurs como “la banda de…” es una opinión ciega si no se toma en cuenta el despliegue con que la música desata su poder de seducción y la vehemencia con que cada riff nos hace caer rendidos sin espacio a las objeciones.
¿Qué se le puede criticar a “Bored and Level” como apertura? Salvo el rebote que a ratos se hacía molesto, nada. Porque la cátedra de Hard Rock al hueso con que The Raconteurs arranca su espectáculo provoca un efecto terapéutico que puede curar todo mal y angustia existente y por haber. En apariencia, Jack White es el protagonista y lo hace saber con el desplante de su firma y el sello sonoro con que su maestría en las seis cuerdas echa fuego y encandila hasta al más escéptico. Pero la presencia del guitarrista y cantante Brendan Benson, el baterista Patrick Keeler y el bajista Jack Lawrence, termina por completar un cuadro que redefine principios y se levanta como una estampa a prueba de todo. Como músico invitado, el instrumentista Dean Fertita, un viejo amigo de la banda –y sobretodo, del propio White- que, además de su impresionante currículum, cumple tareas similares en Queens of the Stone Age y hasta se dio el lujo de plasmar su aporte en el “Post-Pop Depression” del icónico Iggy Pop. Casi nada.
“Level”, “Old Enough”, “Now That You’re Gone” y “Don’t Bother Me” continúan una tras otra, casi sin pausas. Pocas palabras, que la música hable y extienda sus dominios hasta donde pocos se atreven. A veces Led Zeppelin, otras Neil Young y, en los momentos más íntimos, Elton John. Con White al piano y la voz, “You Don’t Understand Me” baja las revoluciones, pero la emoción adquiere dimensiones capaces de despedazar hasta la piedra más dura, hasta que “Top Yourself” –pegada a ésta, la inmortal “Gloria” de los legendarios Them y que tanto The Doors como Patti Smith terminaran por hacer suya a puro forcejeo- nos devuelve a ese sonido country-blues con que echa abajo la nostalgia y el Rock hace de su sencillez una virtud impagable. ¿Un viaje en el tiempo o un regreso necesario a las raíces? De lo que usted quiera cuando se deja la sangre en cada riff, en cada golpe.
En pasajes como “Broken Boy Soldier” y “The Switch and the Spur”, reparamos en la autenticidad con que The Raconteurs proyecta su estilo en vivo como lo hace en el estudio. Ver a White y Benson compartiendo labores en voces y guitarras, a veces con el primero rompiéndola en el piano y el segundo tomando su puesto en el espectáculo… Un deleite en todo sentido, mientras Jack Lawrence se pone el overol y ejerce como obrero en las bajas frecuencias, al mismo tiempo que el buen gusto en la ejecución reluce triunfante. Por cierto, qué temazo es “Pull This Blanket Off”, prueba irrefutable de cómo lo especial nos acaricia en el estudio y nos abraza en vivo desde el escenario.
La titular “Help Me Stranger”, “Shine the Light On Me” y “Sunday Driver” culminan el recorrido por el trabajo editado hace unos meses y lo hacen de manera magistral. No puedes permanecer impasible ante la personalidad arrolladora de Jack White, un tipo que también ejerce como ‘maestro de ceremonias’ cuando la situación lo amerita, como tampoco puedes evitar cerrar los ojos y desatar tu imaginación, como debe ser. En batería, Patrick Keeler te da una clínica de cómo tocar Rock y ‘hablarnos’ de sus particular estilo, donde la pegada brutal de John Bonham puede ir de la mano con la sutileza con que la música recupera su lado humano sin perder el control.
Tras el final del set regular, un momento especial se vivió en el recinto ubicado a pasos de la Alameda, cuando el público gritó al unísono consignas y cánticos en torno a la crisis social que vivimos como país. Dedicatorias a Sebastián Piñera –razones obvias-, cánticos futboleros como “¡Chile despertó!” y la infaltable “El pueblo unido jamás será vencido”, justo y necesario a destacar para recordarles a las “autoridades” que la lucha tiene sentido. Eso que dicen que el rock n’ roll es REBELDÍA, adquiere sentido en momentos como el que vive este país que decidió hacer el aguante y dar la cara ante la represión y la injusticia.
La última ronda de la noche comienza con la salvaje “Hey Gyp (Dig the Slowness)”, original del cantautor británico Donovan y con que la fiesta parece que da para rato sin puntos bajos. “Consoler of the Lonely” y “Salute Your Solution”, dupla letal por donde se le mire y perfecta como para seguir toda la noche si así hubiésemos querido. Y para el cierre, la melancolía desgarradora de “Blue Veins” y el groove vacilón de “Steady as She Goes”, con el público coreando la última como lo que es: un himno que no distingue matices en su objetivo. Para eso es la música, para amarla y compartirla. Por eso hay que darle las gracias a The Raconteurs, además de mantener en alto el espíritu de una era irrepetible. Un espíritu que es tuyo, mío… Y nuestro.
Por Claudio Miranda
Fotos: Lotus