Un show esperado que llegó de forma bien accidentada, pues tras un fallo enorme en…
The XX (2017): Cuando Lollapalooza se rindió a los pies de Romy Madley-Croft
Eran cerca de las 21:10 pm del sábado 2 de abril del 2017, y entre risas, cigarros y una tensa calma es que las luces tenues se tomaron la espera en las cercanías del Itaú Stage, escenario que sería testigo de la presentación de una de las bandas británicas más queridas del synth pop, The XX.
Casi como una contraposición experimental, es que la armonía electrónica post-folk coincidía con el metal más puro y duro de Metallica, quienes con una trayectoria inconmensurable, llegaban a ser los verdaderos protagonistas de esa noche, sin embargo, la sorpresa fue otra.
21:14, las luces que en un comienzo eran tenues, se oscurecieron profundamente. La emoción de quienes llevábamos horas, meses y años esperando por los ideólogos de Coexist (2012), sentíamos como la hermosa ansiedad se tomaba nuestros corazones. Entre gritos y vitoreo aparece Jamie, probablemente una de las caras más tímidas de nuestro querido trío disidente. Lo seguía Oliver Sim, con la humilde delicadeza que lo caracteriza. Finalmente arriba Romy Madley-Croft, con una impoluta melena oscura, se ubica por el lado izquierdo del escenario, para a las 21:15 comenzar uno de los shows más íntimos de ese lejano sábado 2 de abril de 2017.
Desde los sintetizadores de Jamie XX es que suena “Say Something Loving”, los gritos no paran, lo que comenzaba por ser un show minimalista, se transformaba en una entrañable fiesta cercana y enigmática. Le sigue “Crystalised” y “Islands”, canciones icónicas de la banda que más de alguna vez fue el soundtack de un amor no correspondido, dolores secretos y cuestionamientos inaccesibles.
Continuaron con “I Dare You”, canción clave de la nueva era de la banda que los traía por segunda vez a nuestro país. Le seguía “Lips”, track que pese a su bailable oscuridad nos remonta al outro del capítulo 3 de la olvidada serie Gypsy. Itaú Stage era un oscuro y bellísimo carnaval donde todas, todes y todos éramos bienvenidos, puesto que las minorías históricamente invisibilizadas estaban encausando la lóbrega algarabía que reconoce en la humildad de la inclusión, una verdadera herramienta contrahegemónica a la jerarquización de los espacios.
Sin darnos cuenta, habían pasado ya los primeros 35 minutos de una pulcra presentación. Lo que muchas, muches y muchos pensamos que sería el primer descanso de la banda, para nuestra sorpresa no fue así. Jamie se distancia, Oliver toma asiento, acompañada únicamente de un solemne silencio, Romy cierra los ojos para tocar los primeros acordes de Performance.
“If I scream at the top of my lungs
Will you hear what I don’t say?
If I dance like I’m on the stage
Will you see I seem out of place?”
La vulnerabilidad de Romy se pone a disposición de una fanaticada que la acoge, pero que en esa misma tónica, quienes estábamos ahí nos dejamos abrazar en todas las formas posibles. La dulce voz de Madley, se transformaba en la honesta valentía de reconocernos en ese dolor que es colectivo, que existe, no se cuenta, pero que en más de alguna ocasión fue nuestro quebrantamiento, porque la musicalización de la aflicción también es redención.
“I’ll put on a performance
I’ll put on a show
It is a performance
I do it all so
You won’t see me hurting
When my heart it breaks
I’ll put on a performance
I’ll put on a brave face»
Entre lágrimas y espontáneos abrazos, es que la unidad lírica que comenzaba por ser personal se volvía global. “Performance” era una declaración de principios que lejos de rimbombancias, llegaba como fortaleza y emancipación a las dinámicas hetero-patriarcales que rondan en cada desigual distribución de poder. Este track le permitió a nuestra queridísima artista explorar sin temor “el poder escribir acerca de amar a una mujer y no sentir miedo”, hablar del amor sin etiquetas, sin exclusión y transversalizando el dolor, abrazando la experiencia como herramienta política reivindicativa de las minorías excluidas, violentadas y marginadas.
Ante la estupefacta expresión de quienes llenaron el Itaú Stage esa noche, la nobleza de Madley-Croft la empuja a agradecer a quienes la acompañaron como segundas voces. Desde la oscuridad Oliver la abraza como una hermana, sin competencia y sin ego. La orgánica de The XX se pone a disposición de la segunda mitad del show. Ahora suena “Infinity” y “VCR”. Esta fiesta es baile y somos todas, todes y todos los marginados quienes nos sentimos parte del carnaval y le damos vida a este sector del Parque O’higgins.
La segunda mitad del show estuvo relacionada a los grande éxitos del primer y segundo trabajo discográfico de la banda, siendo “Fiction” y “Shelter” respectivamente, los puntos más altos de la noche. La gélida brisa que se tomaba el escenario parecía no existir, porque la danza, la alegría y la emoción de las, les y los asistentes se encargaron de enardecer práctica y simbólicamente el divergente espacio de la banda disidente.
A las 22:25 la banda británica cerraba la noche con “Angels”, los aplausos, silbidos y vítores no cesaban. Las luces se comenzaron a apagar ese sábado en al Itaú Stage, la gente incrédula ante aquel espectáculo caminaba impávida mirándose entre sí. Éramos todas, todes y todos a los pies de tan emotiva agrupación, quienes desde la sencillez armaron una puesta en escena que no dejaba a nadie fuera. 22:30, las luces se apagaron, pero el recuerdo vívido de esa íntima presentación no se apagó jamás.