Tokio Hotel en Chile: ecos cubiertos de dorado

Tokio Hotel en Chile: ecos cubiertos de dorado

Fotos: Javiera Villaseca

Una lluvia de colores estallando en el aire, luces que danzaban como estrellas fugaces en un cielo electrizante, fueron el preludio perfecto para el regreso de Tokio Hotel a Chile. Catorce años de espera se rompieron en un solo instante, cuando la banda alemana finalmente volvió a reunirse con una audiencia que había esperado pacientemente el retorno de los emblemáticos Bill, Tom, Gustav y George. A las 20:45 salieron el escenario que era una estructura de pantallas de tonalidades vibrantes y envolventes que destacaba entre el grito eufórico de miles que finalmente cumplían un sueño.

Un lejano 2001 y bajo el nombre de Devilish los gemelos Kaulitz dieron sus primeros pasos en el pop rock hasta convertirse en Tokio Hotel, la banda de pop rock  que con un sonido tan audaz como innovador, y una estética marcada por la influencia de Brian Molko de Placebo capturaron la atención del público en sus manos, creciendo rápidamente con gran éxito que los convertiría en el grupo más escuchado de su país a finales de la década del 2000. El furor nunca se extinguió, y anoche fue una prueba irrefutable de que el fandom Alien es uno de los más fieles y duraderos que los ha apoyado en la evolución constante en su sonido durante la  trayectoria musical que ha estado marcada por la experimentación, desde el rock hasta el synthwave, el pop punk y la electrónica, Tokio Hotel ha sabido reinventarse sin perder la esencia que los hizo únicos y su regreso fue un espectáculo que repleto de nostalgia. 

El concierto comenzó con una energía desbordante. Bill Kaulitz, con su carisma inigualable, abrió el telón con «White Lies», seguido de la emblemática «Automatic». Esta última despertó muchos recuerdos que permanecieron por más de una década con sus fans, tema que trajo de vuelta ese grito de adolescencia emo de los 00s en donde nuestros referentes vestían ropa oscura y maquillaje potente desafiando la expresión de género, algo que el cantante continúa haciendo hasta ahora.

Uno de los momentos más emotivos ocurrió durante «Wall Behind My Wall». La canción introspectiva de elementos sentimentales y nostálgicos, fue coreada con una intensidad colectiva y el Caupolicán coreó cada coro en un mismo estado de vulnerabilidad. “I’m ready to fall, I’m ready to crawl on my knees to know it all…I’m ready to heal, I’m ready to feel” resonó en el aire con una emotividad palpable, como si cada uno de los presentes estuviera compartiendo sus propias luchas en ese instante, pues la espera había sido larga, pero que lo vivido anoche sin duda recompensó a  quienes estuvieron allí: una mezcla de dos generaciones, unidas por un mismo fanatismo.

La noche siguió con «Feel It All »del disco Kings of Suburbia (2014) un lanzamiento que marcó una nueva etapa en la carrera de Tokio Hotel. Aquí, el pop electrónico rugió con energía, encendiendo a todos quienes celebraron la madurez  de la banda que por esa época sacó este disco, una propuesta más madura y honesta de temas como adicciones y la lucha con salud mental en una invitación a bailar y a entregarse a la mezcla de ritmo, luces y emociones.

Entre medley acústicos, donde Tom y Bill Kaulitz se sentaron y regalaron versiones conmovedoras de  «Black» «Just A Moment», el espectáculo ofreció momentos de intimidad y entrega total en un escenario  que luego se tiñó de luces neón rojas y una escenografía minimalista pero poderosa donde Bill  durante Run Run Run cerró los ojos para entregarse por completo con una voz limpia y melódica que  resonó en cada rincón del recinto, generando una conexión con la multitud. Luego dedicó unas palabras al público agradeciendo la fidelidad de un fandom que ha caminado a su lado en cada etapa de su carrera.

El concierto no estuvo exento de tensión, ya que algunos asistentes necesitaron atención médica, lo que puso una breve pausa a la experiencia, preocupando a  los miembros de la banda  quienes se aseguraron de que todo estuviera bien antes de reanudar la música con  «Spring Nicht» también conocida como  «Don’t Jump» los seguidores más osados intentaron replicar las letras en alemán, pero otros cantaron en inglés, no importaba demasiado la barrera del idioma pues el sentir era compartido y esas melodías que acompañaron en la adolescencia e incluso en la adultez, se escucharon con fuerza.

Finalmente, el momento cúlmine llegó en el encore con  «Monsoon » que se interpretó con una elegancia melancólica indescriptible, destapando voces que cantaron tan fuerte que incluso Bill no pudo contener su emoción y dejó cantar a un público que ovacionó, cantó, bailó y vivió ese instante, es justamente ahí en que se condensaron los años de espera, el amor incondicional, el deseo de pertenencia y la nostalgia de quienes han encontrado en sus letras un refugio mientras corrían a través de la tormenta.

María Ignacia Cornejo

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