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Tomahawk- «Tonic Immobility» (2021)
Ipecap Recordings, 2021
Durante los últimos 20 años, este cuarteto no ha envejecido nada. Han seguido rockeando como si fuera 1998, moviéndose entre abundantes dosis de eclecticismo y otras de electricidad. Y en Tonic Immobility , el primer disco de Tomahawk en ocho años, la banda destaca por hacer lo primero más que de lo segundo. En este esperado trabajo, la banda se muestra fiera, como en su debut de 2001 o en Mit Gas de 2003, con la diferencia de que los escuchamos más sólidos. Todo lo que pudo haberse salido de madre en el pasado, aquí se encauza, gracias al estado de gracia de Patton, Denison, Stanier y Dunn y de la impecable producción de Paul Allen.
La digitación de Denison es certera y se amalgama de maravillas con el amenazante pulso de Stanier. Y esta conjugación se aprecia desde el corte inicial, con mucha distorsión de guitarra -otro elemento fundamental en el sonido que logra este álbum- mientras Patton divide su garganta entre el hardcore y el soul. Los versátiles riffs de Denison sostienen la voz de Mike, quien cuenta historias de la parte más vulnerable de la sociedad moderna; así asoma ‘Valentine Shine’, la cual es estruendo y pesadez sofocante gracias a Dunn y Stanier, mientras Denison juega al punk y Patton predica con desesperación. ‘Predators & Scavengers’ suena como un metal afable, en el mejor estilo de Tomahawk de tomar los complejos conceptos de Zappa y Crimson y simplificarlos al instante, regalando un aura punk extrema.
Después de sentir esa vibra aggro en las primeras pistas, en ‘Doomsday Fatigue’ aparece la faceta lounge y resulta obvio decir que Patton brilla como solo él sabe hacerlo, sobre todo en esa vocalización que recuerda a Alice In Chains. Hay mucha tensión, ya sea en su vocalización susurrada o en la desesperada, la cual nos brinda emociones distintas a través de la escucha. ‘Business Casual’ nos lleva al disco debut de la banda, pero la diferencia la hace el productor, ya que el sonido de base es perfecto, al punto del sound replacing, esa técnica de estudio que se usa para homogeneizar los riffs y el bajo atronador. Lo mismo en ‘Howlie’, pieza que contiene un contundente riff del estilo del de ‘Digging The Grave’, de Faith No More. ‘Sidewinder’, que comienza casi como un soul, de golpe vira al dramatismo con un riff muy Fripp, para luego pasar a un intermedio reflexivo en el que Patton vuelve a su predica; donde el fraseo vocal impulsa la narrativa sónica, hasta donde los riffs hacen honor al título de la canción, son momentos que nos recuerdan a Angel Dust. ‘Recoil’ es arriesgada, coquetea con el reggae y fuerza a Patton a moverse -no tan cómodo- en un género que le es ajeno. ‘Dog Eat Dog’ trata de redondear lo escuchado juntando los elementos principales, y es un tema que cierra perfecto esta experiencia.
Si hay una desventaja de Tonic Immobility es que cada canción es su propia mezcla, no hay gran conexión entre el comienzo y el final, si es que elegimos leer el disco como un todo holístico. Pero si lo que quieres es disfrutar lo nuevo de este buen proyecto, tras ocho años de silencio, no hay mucho más que criticar y habría que celebrar que estos tipos sigan proponiendo buen rock, de ese que remite al rock alternativo de inicios de siglo, en estos momentos tan difíciles para todos y todas.