Dir. Charlie White, 2005. Un accidente de tránsito nos introduce en un video de aura…
Videografía Rock: “Kyoto” – Phoebe Bridgers
Dir. Nina Ljeti, 2020
Y en un abrir y cerrar de ojos, nos encontramos en octubre. Lo que parecían fechas imposibles de dilucidar durante el primer tercio de este complejo 2022, hoy son una realidad. Nos enfrentamos así a momentos de decisiones, momentos de profunda reflexión, ansiedad, pensamientos constantes respecto de nuestro presente y futuro; por lo mismo, es que nos enfrentamos al frívolo y carcelero síndrome del impostor, el mismo que nos aplasta, nos hunde y nos atrapa sin piedad alguna, con dolor y en la absoluta soledad.
Ante este escenario, es que nos sumergimos en los albores de la cantautora californiana Phoebe Bridgers, quien con característica valentía y coraje, durante el transcurso de mayo de este año declaró públicamente su apoyo en defensa de los derechos sexuales y reproductivos mientras se desataba la polémica de revocación del derecho constitucional del acceso libre a una maternidad deseada en Estados Unidos. Bajo este marco, es que Phoebe hace pública su experiencia de aborto en la capital del sueño americano, defendiendo firmemente la necesidad de acceso universal al aborto en marcos de planificación familiar, pero por sobre todo, la necesidad imperativa de poner en el centro la libertad de decisión, los derechos reproductivos y sexuales, y no una impositiva punitiva de concepción ante la libertad sexual.
De este modo, es que nos conectamos con la profundidad analítica y compositiva de una mujer quien, desde una intrépida osadía, se atreve a enunciar aquellos traumas, dolores, y reflexiones desde retóricas narrativas que ponen en el centro el giro afectivo, como parte de una identidad artística y cultural. Una mujer que no teme exponer la vulnerabilidad como parte de una construcción de subjetivación, sino que se expone a corazón abierto a comunidades enteras, encontrando en la identificación colectiva, un verdadero acto de amor. Es por esto que, en este especial camino a Primavera Sound Santiago, revisamos el videoclip del sencillo “Kyoto”.
Nos remontamos a los inicios del pasado 2020, momento en que el tiempo se detuvo en la memoria colectiva, pero que avanzó sin restricciones en nuestros calendarios. Un 2020 en que la resignificación de la interacción social estuvo de la mano con la digitalización, mientras que la hiperconectividad se tomaba sin escrúpulos nuestra vida cotidiana. Por lo mismo, bajo la necesidad constante de reaprender y resignificar aquellas prácticas que, en presencialidad, eran tan comunes, en confinamientos eran completamente impensadas. Y es bajo este alero, que se trazan las principales directrices creativas audiovisuales de sencillo que fue la antesala al segundo trabajo discográfico de la artista, “Punisher”.
Con una estética minimalista y profundamente homemade, la que acompañada de tomas tan propias del carácter artístico de fines de los 90, y una delicadeza inconfundible de la cantautora, es que sucumbimos a las primeras notas de tan bellísimo track. Nos encontramos con lo que podría ser un inconfundible trabajo en Movie Maker de Windows, en el cual se presentan diversos pasajes históricos y turísticos de la capital imperial de un país esencialmente rural y centro de la cultura japonesa.
“Day off in Kyoto. Got bored at the temple, looked around at the 7-Eleven. The band took the speed train”, son las líricas con las que Phoebe se vuelve la protagonista indiscutida de las imágenes que abstraen el carácter de aquella ciudad, y que fue su propio sueño desde niña. Con diversos arcades tras sus espaldas, somos testigos de cómo la selección de imagen trascienden desde su inconsciente hasta nuestros ojos, puesto que nos relata gráfica y líricamente, el imaginario que construyó desde pequeña sobre la ciudad de sus sueños, y que hoy se ven manchadas bajo el maldito síndrome del impostor.
Con una impoluta cabellera blanca, y un tradicional e inconfundible atuendo de esqueleto, al más puro estilo de la icónica película “Donnie Darko”, dirigida por el potente director Richard Kelly; nos permitimos atar cabos sueltos y trascender en la importancia de esta estética, en la propuesta visual de la artista, porque no es Kyoto el único track en que se marcan estas aristas inspiracionales, sino que se profundizan a lo largo del disco, y se evidencian en la marca temporal de ”I Know The End”, compartiendo esa metáfora del fin del mundo en universos paralelos, en una retórica de tiempos anacrónicos muy propios de un contexto en confinamiento.
Nos zambullimos en el coro mientras vemos el sistema de conexión de “trenes bala” en las espaldas de la cantautora. Con engañosa sonrisa nos enfrentamos a lo que sería la profundidad del dolor de Bridgers “Dreaming through Tokyo skies. I wanted to see the world, then I flew over the ocean, and I changed my mind”. Nos enfrentamos en vulnerabilidad al momento exacto en que verbalizamos la muerte de un sueño, ese habitar de un anhelo que se rompe al experimentar desconsuelo, transformando ese sueño, en una dialéctica entre la agonía de llevar en las espaldas el dolor de sueños que se rompen, y la muerte como moneda de transacción ante la defensa de la existencia.
Ante diversas figuras de flores características de la capital turística, es que seguimos abrazando en dolor aquel sueño roto de Phoebe, pero que también se vuelve nuestra propia metáfora del dolor ante aquel anhelo roto, que trasciende nuestras existencias. En esta línea, nos encontramos con la enunciación de paternidades ausentes, por lo que el rencor en la retórica se hace latente bajo su relato: “With my little brother, he said you called on his birthday. You were off by like ten days, but you get a few points for tryin’”. Por lo mismo, es que diversas figuras “monstruosas”, y personificaciones de emocionalidades por medio de las diversas colaboraciones que aparecen a lo largo del viodeoclip, nos permiten comprender el abismo en el cual las emociones de Bridgers toman protagonismo.
Llegamos al último tercio del track, pero esta vez en el coro nos propone deshegemonizar la idea, muchas veces apresante, del verbo supremacista y vagamente altruista de “perdonar”. Nos encontramos en reflexión perdidas, perdides y perdidos en las imágenes del paso de peatones de Shibuya en Tokyo. “I don’t forgive you. But please don’t hold me to it”. ¿Por qué perdonar, ante la profundidad de un daño que no se puede reparar?, ¿por qué manipular en un vago altruismo ocultado bajo el “perdón”?
Terminamos este videoclip en la más pura narrativa del síndrome del impostor “Guess I lied. I’m a liar, Who lies, ‘Cause I’m a liar”. Una retórica completamente identificable en nuestros discursos, o miles de discursos cotidianos en los cuales cuestionamos cada accionamiento desde una perspectiva negativa. Por otra parte, la pantalla que nos brindó icónicos paisajes asiáticos, se vuelve completamente verde, recodándonos que todo sueño vuelve a su realidad, y recordándonos también que todo lo que empieza debe terminar.